Los Morgan de "Cuán verde era mi valle" eran una familia numerosa formada por once miembros: los padres y nueve vástagos de edades y sexos diferentes, distanciados el primero y la última por más de veinte años. El ambiente descrito en el comienzo es el de una familia humilde bien alimentada y sin dificultades económicas. Viven de los salarios de varios de sus miembros masculinos en la mina, administrados diligentemente por Beth, la madre de los Morgan. En muchas ocasiones, mientras leía esta novela, me vino a la memoria el tipo de familia que se daba en España, hace ya algún tiempo. Principalmente en algunas provincias españolas. Recuerdo que existía un premio anual, de ámbito nacional, para las tres familias con mayor número de hijos del país. Hecho que ocupaba la atención de todos los medios de comunicación, con entrevistas y la publicación de sus fotografías. El tema fue llevado al cine en una película en la que José Luis López Vázquez hacía de padrino de los chiquillos.
Acabo de leer información en Terra y en El Mundo, con estadísticas y datos del 2002 sobre la reproducción asistida, analizados durante un congreso europeo celebrado en Copenhague. Estas cifras evidencian un panorama diametralmente opuesto al del libro de Llewellyn. También a la España de entonces.
Su conocimiento me obliga a un inciso para exponer una consideración algo alejada del comentario propio de la novela y es la siguiente: bajo el término "reproducción asistida”, se incluyen una amalgama de técnicas y prácticas de muy diversa índole que van desde la inseminación artificial hasta la obtención y el mantenimiento de embriones(¡seres humanos!) por medios, algunos de ellos que acaso puedan ser considerados legales porque así lo determinan las leyes, pero antinaturales en todos sus alcances, físicos, psíquicos, sociales, económicos y morales. Los cuales- según pienso- han convertido a la reproducción asistida, en determinados casos y lugares, en tan sólo un lucrativo negocio para unos pocos desaprensivos que sin ética ni prejuicio alguno, se aprovechan y viven a expensas de las dolencias y/o limitaciones ajenas. Por otro lado, negocio ampliamente discriminatorio debido al carácter privado de la mayoría de estos centros. Ello implica que sus destinatarios no son todos los que tienen anomalías o deficiencias, sino sólo los que poseen dinero o capacidad de endeudamiento suficiente para soportar el elevado costo de los tratamientos. Los establecimientos más conocidos y de mayor prestigio, curiosamente, están en Barcelona y en Madrid. A continuación enlazo con una lista en la que se detallan la totalidad de centros, públicos y privados, repartidos por la geografía nacional. Cataluña, con 41, de los cuales 38 son privados; Cantabria y La Rioja con, respectivamente, dos, y Ceuta y Melilla sin centro alguno, destacan sobre el resto.
Resumiendo: ¡Qué lejanos tiempos! y ¡cuán distinta esta España y su familia media de ahora de la de entonces! ¿Mejor?, ¿peor? Obviamente, bien distinta.
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(*) Procreación, tener hijos físicamente propios, engendrados por el varón y concebidos por la hembra.
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