Miserere mei,
Deus.
[10] Auditui meo
dabis gaudium et laetitiam,
et exultabunt ossa humiliata.
Miserere mei, Deus.
[11] Averte faciem tuam a peccatis meis,
et omnes iniquitates meas dele.
|
¡Oh Dios,
apiádate de mí!
[10] Darás gozo y alegría a mis oídos y exultarán los corazones humillados. ¡Oh Dios, apiádate de mí! |
Comenté que una de las cosas que más me impresionó de
"Las tierras flacas" era el sentido religioso y conocimiento de la Fe Católica recogidas en esta obra. Aspectos bien
reflejados en el capítulo de la muerte del potentado patriarca, titulado “El
juicio”, con un Don Epifanio que acaba sus alegaciones "encandilado"
ante la Presencia de Dios Misericordioso y se arrepiente. (pág. 184, penúltimo
párrafo).
En esta obra, al igual que en "El Cardenal" de Henry Morton, y en las “Leyendas y Cartas de Bécquer”, el lector halla oraciones, plegarias, alusiones constantes a Dios, a su Misericordia, al alma, a la vida eterna, y, en suma, al ser humano como criatura de Dios y para Dios . Ello me induce a preguntarme si en nuestra moderna sociedad no estaremos olvidando la milagrosa práctica de la oración y de invocar el favor de la intervención Divina.
Creo que ahora, desgraciadamente, en lugar de como antaño los muchos recurríamos a Dios se recurre a la magia, a las hechicerías y otras prácticas zafias, llenas de vividores, de oportunistas y de charlatanes que se aprovechan de las necesidades, de las penas y de la ignorancia ajenas. Y alrededor de los cuales se han montado fantásticos negocios de adivinación, imposición de manos, videncias, etc. etc., que, con total impunidad, proliferan y se anuncian en casi todos los medios de comunicación. Incluso en revistas y publicaciones de contenido relacionado con la salud del cuerpo. ¿Y el alma? – me pregunto - ¿Nos preocupa el alma? Ya cité cómo Bécquer en su leyenda titulada "Miserere" coincidió con Shakespeare en su tragedia "Hamlet, el príncipe de Dinamarca" en abordar la gravedad para el alma de aquellos creyentes cristianos sorprendidos por la muerte sin haber podido reconciliarse con el Creador mediante el arrepentimiento de sus culpas. Cuestión que también, pienso, es planteada por Yáñez en "Las tierras flacas" con la muerte súbita del patriarca mujeriego y las posteriores apariciones de su alma en pena procurando cerca de los de su prole la rectificación de sus últimos y más sonoros atropellos, y así poder, al fin, descansar en paz.
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