La paloma blanca, es un librito de la colección “Biblioteca Horas
Serenas”, editado por Librería Salesiana, volumen XXXV, 3ª edición, año 1945, una “novelita” – así consta- de Valentín
Gómez. La leí hace ya unos cuantos meses, entre mayo y junio. La historia me
pareció algo ñoña. Tal vez no sea éste el término más apropiado, pero no me
viene otro a la cabeza . Se trata de una muchachita huérfana, criada por su
abuela, en un paraje apartado del mundanal ruido. Cuya orfandad aumentará con
la muerte de su abuela, quien encarga al párroco del pueblo vele por ella. El
relato nos detalla los principios y valores cristianos en los que Ana, nombre
de la joven, ha sido educada, con una “esmerada educación tal y como era de razón, por ser única
y heredera a su tiempo de una muy regular hacienda, más estimable por lo sólida
que por lo cuantiosa”. Ana es descrita como un ser sencillo de
extraordinaria sensibilidad. Compartiendo el protagonismo de la novela aparecen
Alberto, un rico heredero, el ya citado párroco y su sobrino carnal, Magín, el
malo de la historia. El intríngulis
argumental surge a consecuencia del desafecto e envidia gratuita que Magín
siente hacia todos aquellos que le rodean y a su entender le son superiores,
bien por sus valores morales como por los materiales, y se dedica hacer el mal
por el puro placer que, el dañar al prójimo, le ocasiona.
El relato, la narración va plagada de frases de contenido moralizante, más bien moralina, así como alguna que otra
afirmación, a mi juicio, de tono “machista” como la que a continuación,
detallo:
“Conozco,
como todo el mundo, la ligereza característica de las mujeres;... Pero en medio
de esta ligereza, propia de su sexo y de
la índole de su inteligencia, hay en las mujeres un tesoro de sentimientos
tan rico y fecundo, una inclinación tan enérgica, que ella sola basta para que
adivinen grandes verdades y hondos secretos,...”(pág. 25) Está claro que
se refiere al sexto sentido o intuición que la tradición señala tienen las
mujeres. Algunas más que otras, lo mismo que la ligereza y la inteligencia, que
no está determinado por el género, sino por
la idiosincrasia de la persona.
Pero tras la lectura de la novelita, mayor fue mi sorpresa
cuando supe que el autor, Valentín
Gómez y Gómez, fue un afamado escritor,
periodista y político católico, miembro de la Real Academia Española de la
Lengua, precursor de la Democracia Cristiana española por su discurso de
Zaragoza, en 1890. Sinceramente, me
resulta dificilísimo imaginarme a Durán i Lleida
escribiendo novelas de este tenor.