Libro cuyas doscientas
cincuenta y cuatro páginas están destinadas ,según
creo, a mostrarnos la parte más oscura de quien ostenta la
jefatura del Estado Español, o sea, de la figura del Rey .
Que, como todos sabemos, hasta mediados de junio de este año
2014 era Don Juan Carlos I, y al presente, Don Felipe VI. Hay
material para los dos, y de ambos son resaltados sus defectos, y
poco o nada de las virtudes o aspectos más positivos de su
personalidad y trayectoria vital. Bueno, insisto, así me lo ha
parecido a mí. Como, también , he creído
percibir, a lo largo de toda la obra, un empeño especial en
retrotraernos al pasado en aquellos hechos , datos biográficos,
y los aspectos del perfil humano, de ambos personajes, más
desagradables y desfavorecedores de su imagen ante la opinión
pública . No sé , sinceramente, a quién o a
quiénes puede favorecer este desprestigio de las reales
figuras en momentos tan críticos de nuestra historia reciente.
Máxime si consideramos el tupido velo conque, todos los medios
de comunicación españoles, históricamente, han
tejido sobre los representantes de la Corona Española,
institución que, como todos sabemos, una significativa mayoría
de nosotros, los de dentro y también los de fuera del país,
identifica con esta vieja nación española. Vieja,
europea y otrora católica ESPAÑA.
Dudé en
comentarlo. Mis dudas provienen de no contribuir ni por asomo con
quienes , según creo, no persiguen la verdad, aunque la
autenticidad de algunos de los hechos citados y la abundante
fuente bibliográfica de autores conocidos puedan inducirnos a
creerlo. No, lo que persiguen es emponzoñar, meter cizaña
, para contribuir a aumentar , si cabe, el nivel de la confusión
de la conciencia colectiva. Otro de los para mí aspecto
más que sospecho es el momento escogido, julio de 2014,
escasamente a un mes de la abdicación de Don Juan Carlos I.
Para contar , por otra parte, cosas del pasado. Tal vez no conocidas
por los comunes mortales de este país, pero sí por los
periodistas y los medios para los que éstos trabajan, y que,
sin embargo, de las que, hasta ahora, no han hablado. Entonces,
cuando sucedían, no les interesó contarlas. Al
presente, pues, - me pregunto - ¿porqué contarlas?
¿Quién lo ordena?, o, mejor dicho¿ quién
paga?