El pasado julio empecé a leer “El cuaderno gris”, de Josep
Plá, Unidad Editorial, 1999, Colección Millenium, las
100 joyas del milenio, núm.40, con
prólogo de Carmen Rigalt.
Título original en catalán “El quaderm gris”, traducción de Dionisio Ridruejo y
Gloria Ros.
Lectura que- no obstante- decidí interrumpir. Me hallaba entonces en la
pág.158, finalizado el relato del 22 de agosto, que describe los
amores entre” la Conxeta” y “el Martí”, dos
jóvenes de familias barcelonesas, veraneantes en Calella de Palafrugell. Amores que culminaron- según cuenta Plá- en un formal matrimonio luego de unos cuantos
años de relaciones. Historia simple y sosa, utilizada por el escritor- pienso- para expresar sus
particulares ideas sobre el papel real que
a su muy particular modo de ver desempeñan las féminas en las relaciones
amorosas.
Pero esta historieta a mí me llevó a la personal reflexión
sobre la en demasía particularidad de las opiniones y del limitado contorno del
universo descrito por Plá, - al menos hasta aquel momento de mi lectura- circunscrito a los suyos y a su más inmediato
hábitat: Mi familia, mi pueblo, la
camarilla, el médico, el cura… , mi pueblo, Catalunya, mis lecturas, mi… mis….mío… Un mundo, en
suma, para mi gusto, estrecho. Y llegué a la misma
conclusión que cuando hace ya unos cuantos años atrás, leí dos de sus narraciones cortas (2), en el sentido que Josep Plá
era tan particular como aquel patio cantado
por la vieja canción de corro “El patio de mi casa, pero que, al fin y al cabo, “cuando
llueve se moja como los demás”.
Más adelante, D.M., continuaré su
lectura.
___________
(1) Fecha en la que Josep Plá
cumplía 21 años, entonces mayoría de edad.
(2) Las dos narraciones son: “Un
viaje frustrado” y “Contrabando”, con cuya lectura disfruté mucho y guardo un grato
recuerdo.
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