“Las Crónicas del Sochantre”, Álvaro Cunqueiro. Biblioteca Básica Salvat, 1970. Libros RTV 90, con explicativo prólogo de Néstor Luján, que te acerca tanto al autor como a su obra.
Sochantre, según
indica el diccionario es un componente del coro de una iglesia en los oficios
divino. Lo cual yo desconocía, hace veinte años cuando leí, por primera vez,
esta novela del escritor gallego Cunqueiro, escrita en 1959, y Premio de la
Crítica del mismo año, ambientada en los tiempos de la Revolución francesa, en
Bretaña, país celta como su Galicia natal.
Divertida
narración en torno a una panda de criminales difuntos, muy cínicos ellos, que
secuestran al sochantre de Avigny (1), el
buenazo de Charles Anne Guenolé Mathieu de Crozon, que tocaba el bombardino,
con la finalidad de que les amenizara su azaroso deambular por las brumosas
tierras de la Bretaña francesa.
La
pintoresca compañía de réprobos, fantasmas, ahorcados y sombras, que cuando
cierra la noche, vuelven a la condición de esqueletos, está compuesta por sólo
una mujer, Clarina de Saint-Vaast, el
ahorcado escribano de Dorne, Jean Pleven, el coronel Coulaincourt de
Bayeux, conocido como el violador de Coulaincourt, Monsieur de Nancy, verdugo de Lorena, el
médico Sabat, la sombra de Guy
Parbleu, un picardo criado del Diablo, quemado en París, Mamers el Cojo cochero y servidor de los ajusticiados,
también ahorcado en Le Coisic, y por último el hidalgo de Quelven, que
le había dejado en el testamento al sochantre un soto de manzanos a cambio de
tocar en su entierro una marcha de reverencia. Completando el macabro grupo tenemos
la posta de tres caballos muertos.
El
relato de las truculentas historias de cada uno de estos personajes constituye
la trama novelesca. Contadas sin morbo y en un tono más bien picaresco y culto,
que pese a tener como objeto el relato de las andanzas de tan
siniestros personajes, se logra una
lectura cargada de amenidad y conocimiento de una época crítica de zona tan particular de
Francia, como la celta Bretaña.
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(1) Avigny,
vila cogollo del mundo bretón, en el que en julio 1940 se constituyó un
gobierno autónomo bretón, el único autónomo que haya existido en Francia en el
siglo XX, según señala Néstor Luján en su prólogo
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