Me está costando mucho comentar este affaire y supongo que ello obedece a que, inconscientemente, hago comparaciones con los hechos y circunstancias algo parecidos que se dieron aquí, en España, cuando los atentados terroristas del 11 de marzo, tres días antes de las elecciones al Parlamento que propiciaron el inesperado triunfo en las urnas del partido socialista.
Veamos, pues, de modo lo más sucinto posible lo del incendio del Reichstag:
El 30 de enero de 1933, el mariscal Hindenburg, del grupo nacionalista nombró canciller a Hitler, del partido nacionalsocialista. En este gobierno los nazis sólo tenían tres carteras. Así las cosas, con ánimo e intenciones de conseguir mayor respaldo parlamentario, a las cuarenta y ocho horas de su nombramiento, Hitler logró del viejo político Hindenburg, la convocatoria de nuevas elecciones parlamentarias para el inmediato 5 de marzo. Comicios en los que, obviamente, los nazis tratarían de imponerse como fuerza política mayoritaria.
En esos momentos el movimiento obrero y los comunistas eran los enemigos mayores para los nazis de Hitler; ya que, en las elecciones que se acababan de realizar, habían aumentado sus escaños y era clara su tendencia creciente. Mientras que los nazis habían visto disminuido sus escaños.
Con este panorama, curiosamente, el 27 de febrero, arde, en poco más de media hora, el colosal edificio del parlamento (Reichstag). Para “suerte” de los nazis, de casi entre las llamas, sale un holandés, medio ciego y como drogado que sólo dice "protest". Al cual la policía (dirigida por un nazi) pudo fácilmente vincular a los movimientos obreros-comunistas.
El partido nazi gana las elecciones, pero sin mayoría absoluta. Obtuvo el 43,9 % de los votos. Problema que Hitler solucionó anulando los ochenta y un escaños que los comunistas, a pesar de tan adversas circunstancias, habían obtenido.
Posteriormente y como era de esperar, se hizo una parodia de justicia con un largo juicio en que se juzgaron cinco inculpados, todos ellos extranjeros. El holandés fue ejecutado como culpable.
En las páginas 164 y 165 se hace un análisis concerniente a cómo y a quiénes en verdad favoreció el incendio del Reichstag y se dice "Es admisible...que los principales jefes nazis no hayan intervenido en la preparación y en la organización del incendio del Reichstag. Pero es muy probable, si no cierto del todo, que esos mismos hombres, al ser informados de la catástrofe en la misma noche del 27 de febrero, hayan pensado en sacar el máximo partido del acontecimiento, conscientes de las posibilidades que les brindaba".
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