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martes, 11 de marzo de 2008

Unos muchachos y otros cuentos, por Ana María Matute, noviembre 2006

Este fin de semana terminé de leer una selección de cuentos de Ana Ma. Matute. Eran catorce historias recogidas en un libro de la colección RTV, editado por Salvat, año 1970. No tenía nada leído de esta escritora española, salvo su prólogo a la selección de cuentos de Ignacio Aldecoa, también editada por Salvat dentro de esta misma colección. Desde entonces, buscaba leer algo suyo. El caso es que no sé si me han gustado o no. No lo tengo muy claro. El motivo es el siguiente: los niños y adolescentes que salen en estos relatos son muy parecidos a esos otros niños y adolescentes de nuestra realidad inmediata. De quienes, desgraciadamente, se oye hablar con demasiada frecuencia, no por sus méritos y cualidades, sino por sus actos de violencia, delincuencia, drogas, borracheras y hasta crímenes. Cuyo conocimiento a mí y a muchos como a mí, les aterrorizan.
Cuando cogí este libro lo hice con la sana intención de leer una lectura intrascendente y desenfadada de niños y jóvenes como protagonistas. ¡Craso error! ¡Menuda panda de personajillos cobardes, envidiosos, abusones, mentirosos, hipócritas y todo lo que se quiera dentro de lo malo y de lo perverso! Sólo recuerdo con verdadero agrado el titulado "El rey". Una linda historia de un maestro vocacional y un niñito con muchísima imaginación. Es un bonito y edificante  relato. Entre los otros cuentos de la selección, algunos me han parecido fuertemente influenciados por Edgar Alan Poe.

Tras su lectura, en suma, me quedó un sabor agridulce. Más lo primero que lo último, ya que los muchachos que aparecen en estos cuentos – reitero- recuerdan( a mí me han recordado)    los que hoy, desgraciadamente, abundan. Y en muchas ocasiones, protagonistas de las crónicas de sucesos. Hablo en concreto de esos chicos y chicas que apalean o acosan a uno de sus compañeros de clase, y hasta  agreden, física o verbalmente, a sus docentes, roban, matan, violan,... Unos seres (niños y adolescentes)  a los que, quizás,  hay que considerar entre las muchas víctimas creadas por nuestro sistema; pero lo que  ciertamente  llegan a ser - según creo - son  instrumentos  de propio castigo. Justo merecido para nuestra sociedad, porque todos, absolutamente todos, hemos contribuido de algún modo a crearlos. Unos por hacer y otros por dejar hacer. ( Padres y sociedad civil al completo, desde políticos, legisladores, sindicatos de enseñanza, directores  y cuerpo de docentes... ).

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