La Farisea, Círculo de Lectores, 1962. Título del original en francés, La pharisienne. Traducción, Fernando Gutiérrez. Cubierta, Cobos. Autor François Mauriac.
El verano pasado leí esta novela, en apariencia, de sencilla trama; sin
embargo, algunos de sus párrafos tuve que releerlos despacito y bien abiertos
los canales del entendimiento. No puedo asegurar si fue con éxito. La
dificultad tal vez derivase de la traducción. No lo sé. De todos modos, hace
años, siendo yo muy joven, leí dos conocidas obras de Mauriac: "Thérèse Desqueyroux” y “Nudo de víboras”. Ambas me resultaron
fatigosas, en parte -supongo- por mi juventud de entonces y la correspondiente nula experiencia acerca de
los meandros del alma humana, y desconocer la dificultad de algunos seres humanos en expresar sus
sentimientos, especialmente cuando actúan
influenciados o dominados por los llamados "propios demonios" ; situaciones éstas últimas tan magistralmente expresadas por el autor galo en estas dos obras . No disfruté, en resumen,
nada con ambas lecturas. El caso es que luego, nunca, he deseado ni tenido intención de volverlas a
leer.
En cuanto a “La Farisea” me gustó, aunque no así el destino allí dado a tres de sus personajes, para mí, más entrañables - Octavie Tronché, Monsieur Puybaraud y el cura Calou - víctimas marginales de los tejemanejes de los poderosos descritos en la novela; unos seres de alta estratificación social , pero de muy bajas miras morales, y que no saben lo que es el amor. El Amor, la Caridad, como virtud superior a todas, en palabras del Apóstol San Pablo, porque- tal como señala San Juan “Dios es amor”(1 Jn. 4, 8). (1)
En cuanto a “La Farisea” me gustó, aunque no así el destino allí dado a tres de sus personajes, para mí, más entrañables - Octavie Tronché, Monsieur Puybaraud y el cura Calou - víctimas marginales de los tejemanejes de los poderosos descritos en la novela; unos seres de alta estratificación social , pero de muy bajas miras morales, y que no saben lo que es el amor. El Amor, la Caridad, como virtud superior a todas, en palabras del Apóstol San Pablo, porque- tal como señala San Juan “Dios es amor”(1 Jn. 4, 8). (1)
En este sentido, al menos para mí, no sólo
Brigitte Pian, el personaje principal, sino todos los componentes de la élite
social allí descrita, son buena muestra del fariseísmo (hipocresía)y
exacerbado egoísmo imperantes en aquella sociedad. Van a la suya y la de nadie más. La acción acontece en el primer cuarto
del XX, Francia, en la zona de Aquitania.
Sus protagonistas son burgueses ricos, todos ellos bien colocados,
prefectos, procuradores, militares…, cuyas vidas transcurren rodeados de
abundancia y comodidades; y, desde luego, en franco contraste con la
precariedad y esfuerzos en el que se mueven los tres personajes de la clase
media baja, el sacerdote Calou, Octave Tronche y Puybaraud, antes citados,
cuyos destinos – pobres gentes- están en manos de aquellos otros sujetos.
Sujetos soberbios que, además, viven convencidos de su superioridad.
Muy poco edificante me
pareció el papel dado por Mauriac a las féminas de la clase alta, encarnados por Brigitte
Pian, la condesa de Mirbel, y la madre de Lois Pian, el adolescente que
narra la historia. Todas ellas, a mi juicio, amantes de si mismas
e incapaces de anteponer las necesidades de los demás a sus apetencias y
gustos. Aunque “estos demás” puedan ser sus propios hijos y marido.
Tras la lectura de esta novela,
habida cuenta que la acción y las circunstancias allí descritas tienen lugar
aproximadamente un siglo después de la Revolución Francesa, llegas a
la triste reflexión que los cambios promovidos por
dicho convulsivo y cruento movimiento, poco contribuyeron a la promoción real y
justa de las clases más bajas francesas ni tampoco a su equiparación social,
pues, tal como nos detalla Mauriac en su obra, subsisten las grandes
diferencias entre las clases sociales, y también la desigual redistribución de
las riquezas, pero, especialmente persiste la explotación de unos por otros. Y, como
siempre, los explotadores son inmisericordes con sus congéneres más desvalidos,
lo hacen sin prejuicio alguno; y, además, contando para ello con todo el
engranaje del sistema con leyes y organismos ad hoc. ¡Perro mundo!
Me doy cuenta que poco he comentado sobre
el fondo espiritual de la novela. Con el fin de paliar ello, recojo unos
párrafos de la sinopsis del libro “La Farisea” suscrito por Alop, publicado en
la web CDL, bajo el tema”El peligro de una falsa religión, rectitud, amor “
“…como sucede en otras de sus novelas, el
escritor católico François Mauriac fue acusado de pesimismo en relación con la
religiosidad de entonces. En realidad, con esta obra titulada La farisea él señalaba una enfermedad constante
en la espiritualidad, la de la hipocresía que florece de la soberbia. La parábola lucana del fariseo y del publicano (18,9-14) es la representación más emblemática.
Eficaz es, por tanto, también el retrato que Mauriac delinea de esta mujer, que
conoce sólo la religión fría y
deshumana que se alimenta de obras y juicios exteriores, que ignora la
comprensión y la misericordia y que presume de conocer los secretos del corazón.
Llena de ella misma, Brigida Pian pasa por en medio de las debilidades, pero
también de las riquezas interiores con desprecio altanero, convencida de ser el
perfecto papel de tornasol de la verdadera fe, y así no se da cuenta de que se
precipita en un abismo oscuro donde Dios está ausente y está lleno, por el
contrario, del yo humano…”
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(1)” San Pablo habla del amor de Dios y nos deja ver cómo es la caridad,
"La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no
es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita;
no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la
verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta" (1 Co13, 4-8). Y termina, "la caridad no dejará de existir".
La caridad es la virtud teologal más importante, y es superior a
cualquier otra virtud. (1 Co 13,13).”
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