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viernes, 25 de enero de 2013

El ojo avizor, de Mary Higgins Clark



Hace ya unos cuantos años leí, por primera vez, esta interesante novela  de intriga, escrita por la norteamericana 
Mary Higgins Clark.Edición del Círculo de Lectores, 1984. Título del original inglés, “Stillwatch”, traducción de María Francisca Graell.  Entonces, los hechos y ambientes descritos en la novela los juzgué alejados del contexto español y muy circunscrito a los Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo,  en esta segunda lectura he encontrado grandes similitudes entre la ficción contada por Higgins y la realidad española actual.  Me explicaré.

La trama de la novela se desarrolla en los entornos de  dos singulares féminas. El de la protagonista, Patricia Traymore, una joven y brillante periodista de televisión. Y el  de Abigail Jennings, una madura y ambiciosa senadora, salida de la nada.  En esta obra la escritora norteamericana- pienso - ha sabido plasmar, y además de modo entretenido, los oscuros entramados de ambiciones personales que pueden  esconderse tras unas buenas  imágenes e información sagazmente filtrada por algunos periodistas sobre políticos, con el fin de crear una opinión pública concreta,  aunque  para ello sea omitida, manipulada o desfigurada la verdad intrínseca de los hechos. Lo que importa es el mensaje subliminal que se quiere hacer llegar al público. La práctica, en suma,  de un periodismo oportunista que no facilita la verdad pura y dura de los hechos, sino la que a ellos, especialmente a los grandes “comunicadores” y sus socios del momento, les pueda convenir para aupar o acaso hundir a “alguno o alguna” en la estima popular Información que ha sido sutilmente confeccionada” tal “traje a la medida”, y “facilitada” en el momento más adecuado a los intereses del magnate o del político para el que,  o bien trabajen, o reciban, o esperen recibir, pagos o prebendas. Este juego de intereses, a mi modo de ver, queda bien reflejado en la novela. La historia contada- como ya dije-  está cargada de intriga. Intriga que no se desvelará hasta el final. De la que no debo, pues, dar más detalles para no romper el interés. El escenario escogido por  Higgings es Washington, D.C., la capital de los EEUU. y,  según creo, ha pretendido dar en esta obra una imagen  de distinción para la clase política de aquel país, describiéndonos sus elegantes viviendas amuebladas con selecto  mobiliario, incluido  piano  de cola(¡!), el buen gusto y refinamiento  del vestuario tanto de ellos como de ellas, las reuniones y recepciones con la élite del lugar,  la formación  en universidades prestigiosas,  o,  la tenencia de un físico espléndido, en el que los años, encima, no hacen mella. En fin,  con múltiples de esos detalles que aunque amenizan la escena, también, creo,  la alejan de la realidad inmediata  de los comunes mortales como yo.

Otro de los aciertos de la novela,  que muestran la calidad de la autora en cuanto al conocimiento  y saber expresar la condición humana,  es la encarnación, en la senadora Jennings, de aquellas actitudes universales mostradas por los seres que  desprecian su entorno y orígenes familiares, por considerarlos que no están a la altura de su estatus presente y  cuyo recuerdo, por cierto, les abruma. Pasado que deciden soslayar eliminándolo de su historial ( biografía). O, asimismo, la  del ser segundón, pero muy ambicioso,  en la novela  encarnado por Toby Gorgone, que, “sin oficio ni beneficio concreto”,  medra al costado de un poderoso, porque  “le saca a éste las castañas del fuego” y  es “sus ojos y oídos”, informándole  de todo lo que ocurre a su alrededor y al que suele acompañar, cual sombra, en todos sus cambios de destino.
 También me llamó la atención  que, a mediados de los ochenta, fecha  de edición de la novela,  la trama incluyera un personaje parecido al tristemente famoso  enfermero de Olot. ¡Qué imaginación tan poderosa, pues, la de algunos novelistas! ¿No?