Las faltas contra la
reputación del prójimo deben ser reparadas. A este respecto dice el Catecismo:
“Toda falta cometida
contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación aunque su autor
haya sido perdonado.( …) reparar un daño públicamente, (…)si el que ha sufrido
un perjuicio no puede ser indemnizado directamente, es preciso darle
satisfacción moralmente, en nombre de la caridad. Este deber de reparación
concierne también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo. Esta
reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del daño
causado. Obliga en conciencia” CEC 2847.
Esta
cita del Catecismo Católico me ha hecho recordar otra de las lecturas de estos
últimos años, pendiente de comentar. Su título “Privilegio”
y su autor Frederick Forsyth. Es una de las ocho narraciones que componen el libro titulado “El Emperador”, editado por
Plaza&Janes, 1982, título original “The Emperor”, traducción de J. Ferrer
Aleu, portada de Domingo Álvarez. Narraciones cortas acerca de diversidad de cuestiones
que despiertan el interés del lector. Al igual que los últimos libros
comentados, éste lo leí hace ya unos cuantos años, en el 2009. Los ocho
cuentos me agradaron, son cada uno de ellos buena muestra del dominio de Frederick
Forsyth en sus ficciones para narrar actitudes y hechos
humanos verosímiles aunque insólitos para los comunes mortales como yo.
Pero
no divagaré más y me meteré en las enseñanzas que la lectura de “Privilegio” me
ha proporcionado:
1º “En todas partes cuecen habas”.
Según este relato, la Justicia del Reino Unido tiene, en líneas generales, los
mismos graves defectos que la de aquí, la española. Es burocrática, consecuentemente
lenta, pero principalmente costosa y por lo tanto inaccesible para la mayoría.
Y, además, con jueces que no buscan dar razón al que la tiene, ni justa
satisfacción al agraviado, sino la aplicación literal de normativas y leyes, cuyo espíritu en
ocasiones, se aleja del sentido común o derecho natural, de dar a cada cual lo
que le corresponde, que eso es, en definitiva, la Justicia, con inicial
mayúscula y como sinónimo de Equidad.
2º
La extensiva mala praxis periodística aquí
descrita, y tema de fondo de la narración,
en la que se nos cuenta cómo un afamado periodista, de un acreditado
medio, hace un artículo con afirmaciones graves pero sin verificar sobre una persona. Tanto al medio como al periodista
en cuestión les importa un ápice de las consecuencias para la persona o entidad
de lo publicado. En el caso inglés, quiero decir en el cuento de Forsyth, las
empresas periodísticas cuentan con seguros, amén de asesorías jurídicas con
expertos en litigios por adulteración de la verdad o difamación.
3º
“Beber de la misma medicina” En este punto es donde, particularmente, más me
agradó el cuento. De cómo la simple y desamparada
víctima agraviada no se desanima, y con mucho ingenio y esfuerzo personal, en
solitario, le da al prepotente periodista una buena cucharada de su maléfica
poción informativa. ¡Me encantó el final!