Narración que
cuando la leí me impresionó su desenlace, porque, además, está
inspirado en un hecho real, según aclaración del propio autor en nota a pie de
página. Al presente, mientras elaboro el comentario, me estoy dando cuenta que
lo que antes llamó mi atención y dio importancia al relato, lo es sólo en un
segundo plano, porque su mayor trascendencia está , según creo, en enfrentar al creyente católico que la lee con el recuerdo de su
obligación de frecuentar el sacramento de la confesión y penitencia (*)de sus
faltas. Más si éstas fueran graves, ya que le
alejan de Dios y en caso de morir sin haberse puesto en paz con el Creador, ponen en peligro la salvación de su alma.
Su lectura me resultó amena y edificante. El protagonista indiscutible, “el
santo”, es el páter familias de una acomodada y bien situada
familia andaluza, cónsul de un país centroamericano, ex alcalde, y recién
galardonado(porque la había comprado) con la Cruz de Isabel La Católica. Estamos,
pues, ante un prohombre, cuyos inicios, sin embargo, fueron modestos, la de
un simple abogado pasante de una notaría. Numerosas son las pinceladas de
humor, puestas por el autor a través del personaje del yerno, Sancho, un
señorito andaluz, cuya lengua mordaz, especialmente con su suegra, logra en
muchas ocasiones hacer reír al lector. Sirve también esta figura de
contrapunto, poniendo en sus acciones, expresiones y respuestas, la simpleza y
la naturalidad de los hechos humanos que salen del corazón, de un corazón
bueno, verdades como puños, sin ambages ni medias tinta. La mayoría de las muy frecuentes citas y
reflexiones de autores clásicos y refranes de honda sabiduría popular corren,
también, a cargo de este personaje.
La historia nos
sitúa en los últimos días de vida del protagonista, enfermo tras el latigazo de un primer ataque cerebral y el
definitivo toque mortal, describiéndonos sus angustias y terrores , reclamando la asistencia de un sacerdote para conciliar su alma con Dios. La espléndida descripción de esta situación logra dar a la narración su verdadero alcance, que es inducirnos a plantearnos la importancia de morir en paz con Dios,
tras implorar de su Misericordia Infinita, el perdón por nuestros
pecados.
En un plano
menos trascendental, esta lectura nos da la imagen de un tipo humano
universal, es decir, que se da en todos los tiempos y lugares, la del tipo contemporizador,
sin ideología política concreta, pero nadador experto en aguas turbulentas, quien de la nada se ha hecho con fortuna y bienes obtenidos mediante métodos que aunque legales(lícitos) son moralmente condenables(ilícitos), en detrimento y con perjuicio descarado de alguno o de alguna de los que se hayan cruzado en su existencia. Individuos, en resumen, que gozan de honor y respeto de
la sociedad, pero en la práctica y de hecho, son de plena insolvencia moral.
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27 de noviembre
de 2013: El Santo Padre Francisco nos exhorta a frecuentar
el Sacramento de la Confesión.
(*)Sacramento de la Penitencia: Copio y pego algunos de los párrafos del artículo publicado por Aciprensa en relación sacramento de la Penitencia, pero recomiendo su lectura íntegra:
"El sacramento de la Penitencia, o Reconciliación, o Confesión, es el sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para borrar los pecados cometidos después del Bautismo. Es, por consiguiente, el sacramento de nuestra curación espiritual, llamado también sacramento de la conversión, porque realiza sacramentalmente nuestro retorno a los brazos del padre después de que nos hemos alejado con el pecado(...)La confesión es la manifestación humilde y sincera de los propios pecados al sacerdote confesor(...)Estamos obligados a confesar todos y cada uno de los pecados graves, o mortales, cometidos después de la última confesión bien hecha(...)Las faltas objetivamente mortales más frecuentes son (siguiendo el orden de los mandamientos): practicar de cualquier modo la magia; blasfemar; perder la Misa los domingos o en las fiestas de preceptos sin un grave motivo; tratar mal de manera grave a los propios padres o superiores; matar o herir gravemente a una persona inocente; procurar directamente el aborto; buscar el placer sexual en solitario o con otras personas que no sean el propio cónyuge; para los cónyuges impedir la concepción en el acto conyugal; robar una suma relevante, incluso sustrayéndose en el trabajo; murmurar gravemente del prójimo o calumniarlo; cultivar voluntariamente pensamientos o deseos impuros; faltar gravemente el propio deber; acercarse a la Sagrada Comunión en estado de pecado mortal; callar voluntariamente un pecado grave en la confesión(...La confesión es un medio extraordinariamente eficaz para progresar en el camino de la perfección. En efecto, además de darnos la gracia "medicinal" propia del sacramento, nos hace ejercitar las virtudes fundamentales de nuestra vida cristiana. La humildad ante todo, que es la base de todo el edificio espiritual, después la fe en Jesús Salvador y en sus méritos infinitos, la esperanza del perdón y de la vida eterna, el amor hacia Dios y hacia el prójimo, la apertura de nuestro corazón a la reconciliación con quien nos ha ofendido. En fin, la sinceridad, la separación del pecado y el deseo sincero de progresar espiritualmente.)"
(**) El Padre Coloma fue el creador del Ratoncito Pérez, y el autor de "Pequeñeces", la más conocida y controvertida de sus novelas. Prolífico autor.