“Marianela”, de Benito Pérez Galdós, “Ediciones Rueda, J.M., S.A.”,
2001, Colección “Obras escogidas de Pérez Galdós”. Ahora hacía mucho tiempo que
no leía nada de este autor nacido en Canarias, amante de su patria, España, y en
cuya capital, Madrid, escenificó muchas
de sus novelas. Este libro, “Marianela”
lo compré por "Sant Jordi", en el 2009, pero no sentí deseos de leerlo hasta después de haber leído la novela “El
Camino”, de Delibes,
ese otro afamado escritor español y, al igual que Galdós, narrador de historias simples y
casi siempre ambientadas en la geografía común española. Galdós , curiosamente, falleció el mismo año, 1920, en que nació Delibes.
Como he dicho antes, tras la lectura de la novela “El Camino”, y también algo sobre su autor, vino a mi memoria este otro gran y prolífico
escritor del XIX que fue Pérez Galdós. Recuerdo que cuando me iniciaba en esta
afición de la lectura, fueron sus libros y los del británico Graham Greene, los preferentemente seleccionados, entre ellos “Tormento”,
“Tristana”, “Halma”, y “El caballero Encantado”. Estas tres últimas novelas
recogidas en un volumen de “Obras Selectas”, editado por Carroggio, edición 2ª,
año 1973, con prólogo de Federico
Carlos Sainz de Robles. Posteriormente tuve ocasión de leer algunos de sus
Episodios Nacionales, como “Trafalgar”, “La de los tristes destinos”, “EspañaTrágica” y “Cánovas”, pero no me agradaron tanto como sus novelas. Cerraré esta
introducción con unos párrafos copiados del ya citado prólogo de Sainz de
Robles, porque entiendo definen bien no sólo al autor, sino también la
trascendente inmortalidad de su obra:
“Era Galdós físicamente alto, enjuto, nervioso, desaliñado, muy premioso para hablar; tenía sagaz la mirada, incansable observadora, y compasivo el corazón. Mantenía sus ideales y sus ideas con la mejor buena fe. Gran señor del espíritu, desistía de las alegres añagazas de la vida con esa sonrisa melancólica que ya tuvieron impresionantes antes que él, Cervantes y Felipe II.” (pag.12)
“Cervantes y Galdós son los dos novelistas geniales de España. Aquél, la cumbre de la literatura, más intenso. Galdós más extenso. Cervantes, hondo como un mar. Galdós ancho como un paisaje ilimitado y vario, contemplado desde una altura. Es, además, Galdós el novelista más novelista de su tiempo en el mundo, si se le compara con los geniales Balzac, Dickens, Tolstoi, Dostoievski…La obra de Galdós es imperecedera,…Sus novelas contienen…una verdadera población de tipos diversos, tan reales, que nos parece haber tratado familiarmente y cuyas penas y dolores, goces y fortuna nos han conmovido.”(pág. 12)
oooOOOooo
Pero dejémonos de recuerdos y pasemos al comentario de la
novela.
Esta novela se publicó en 1878. De entonces para acá ha llovido
mucho y mucho también, desde luego, han sido los cambios experimentados en las gentes en
cuanto a costumbres, condiciones laborales, ocio, formas de vida, gustos, etc.
Hay cosas, sin embargo, que no han cambiado ni cambiarán como son los tipos humanos
y sus acciones, algunos de los cuales están fielmente reflejados en esta novela.
La historia contada por Galdós es
muy simple, la de una mocita huérfana y pobre que vive en la explotación
minera, donde ha crecido cual flor
silvestre (más bien perro flaco y pulgoso), “al amparo santo y al
azul del cielo,” que canta la linda canción mejicana de “Dos arbolitos”, cuya
desnutrición crónica le da apariencia de niña. Sus orígenes e historia familiar
son tan tristes como su aspecto. No es bonita, aunque ella siempre dice que
antes lo fue. Un ser, no obstante todo lo antes dicho, agradecido, benevolente,
generoso, entregado,…Mal vive y deambula feliz, muy feliz por aquellos lares,
porque es el lazarillo, los ojos del joven Pablo, un ciego de nacimiento, de
una acomodada familia del lugar. La trama se desarrolla en una explotación de mineral de hierro, perdida entre las montañas del norte peninsular
Pablo, junto con Teodoro
Golfín(*) y Marianela constituyen el trío de personajes principales alrededor del cual se teje la trama argumental. El doctor Teodoro es
un médico oculista, un forastero que cual Ananías
providencial llega hasta aquel lejano rincón del mundo para dar luz a la contemplación del mundo real a los ojos ciegos de Pablo. Este personaje, Teodoro Golfín, es crucial.
Galdós muestra a través suyo los perfiles humanos presentes en la obra, así como los fuertes
contrastes existentes entre los pobladores del aquel cerrado mundillo de la
mina; y al mismo tiempo verter algunas de sus críticas (las de Galdós) sobre la
sociedad española de aquel momento. Un buen ejemplo lo
hallamos en la pág. 71, en el
diálogo entre Teodoro y su cuñada, en
el que el médico defiende la comprensión y la compasión para los que se suicidan, así como la necesidad de
indagar sobre las causas que los indujeron a tal extremo de desesperación; también
reprocha con acritud la actitud de inhibición
(abandono) que muestran los que tienen por los más necesitados, en este caso
concreto, por los huérfanos. Reproduzco un trozo:
“Estáis viendo delante de vosotros, al pie mismo de vuestras cómodas casas, a una multitud de seres abandonados, faltos de todo lo que es necesario a la niñez, desde los padres hasta los juguetes…; los estáis viendo, sí…, nunca se os ocurre infundirles un poco de dignidad, haciéndoles saber que son seres humanos, dándoles las ideas de que carecen; no se os ocurre ennoblecerlos, haciéndoles pasar del bestial trabajo mecánico al trabajo de la inteligencia; los veis viviendo en habitaciones inmundas, mal alimentados, perfeccionándose cada día en su salvaje rusticidad, y no se os ocurre extender un poco hasta ellos las comodidades de que estáis rodeados…
Otra de las críticas leídas en
esta narración es la que hace Galdós, , a la que él denomina codicia
del aldeano. Veámoslo:
“Se ha declamado mucho contra el positivismo de las
ciudades…pero hay una plaga más terrible, y es el positivismo de las aldeas,
que petrifica millones de seres, matando en ellos toda ambición noble y
encerrándolos en el círculo de una existencia mecánica, brutal y tenebrosa.
Hay en nuestras
sociedades enemigos muy espantosos; a saber: la
especulación, el agio (usura),
la metalización del hombre culto, el negocio; pero sobre éstos descuella(
…) la codicia (...) Para el (…) codicioso no hay ley
moral, ni religión, ni nociones claras del bien; … toma el gusto a los
ochavos y sueña con trocarlos en plata, para convertir después la plata en oro,
es la bestia más innoble que puede
imaginarse; tiene todas las malicias y sutilezas del hombre y una sequedad de
sentimientos que espanta. Su alma se va condensando hasta no ser más que un
graduador de cantidades... es capaz de
reducir a números todo el orden moral, la conciencia y el alma toda.
Intencionadamente he puesto en
negrita determinadas partes de las frases escritas por Galdós, resaltando las
referidas exclusivamente a la codicia
y a los codiciosos. Que antes, en
tiempos de Don Benito Pérez Galdós, pero también ahora, último tercio del XX e inicios del XXI, la sociedad española toda padece sus malignos efectos.
______________
______________
(*) Teodoro Golfín, en este tipo de denominación dada por Galdós a determinados personajes suyos, evidencia, según creo, la misma o parecida intención que la observada en la obra "Las Tierras flacas"del célebre escritor mejicano Agustín Yáñez, de simbolizar mediante el nombre, el papel asignado a la criatura de ficción por ellos creada .
3 de julio de 2014: Al releer este comentario y corregir algunas cosas, reflexiono que es crónica la inhibición colectiva ante determinados hechos y situaciones de injusticia social mayor que acontecen en nuestro entorno , como, por ejemplo, exigir a las autoridades todas, nacionales y europeas, arbitren soluciones reales y efectivas al sangrado continuo de vidas humanas de inmigrantes que se afanan por entrar en Europa, Italia y España, principalmente, huyendo del espanto de la guerra y sus corolarios de muerte, hambre, odios, venganzas, etc. etc.