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sábado, 31 de mayo de 2014

Marianela, de Benito Pérez Galdós


Marianela”, de Benito Pérez Galdós, “Ediciones Rueda, J.M., S.A.”, 2001, Colección “Obras escogidas de Pérez Galdós”. Ahora hacía mucho tiempo que no leía nada de este autor nacido en Canarias, amante de su patria, España, y en cuya  capital, Madrid, escenificó muchas de sus novelas.  Este libro, “Marianela” lo compré por "Sant Jordi", en el 2009, pero no sentí deseos de leerlo hasta después de haber leído la novela “El Camino”, de Delibes, ese otro afamado escritor español y,  al igual que Galdós,  narrador de historias simples y casi siempre ambientadas en la geografía común española. Galdós , curiosamente, falleció el mismo año, 1920, en que nació Delibes.

Como he dicho antes,  tras la lectura de la novela “El Camino”, y también algo sobre su autor, vino a mi memoria este otro gran y prolífico escritor del XIX que fue Pérez Galdós. Recuerdo que cuando me iniciaba en esta afición de la lectura, fueron  sus libros y los del británico Graham Greene, los preferentemente seleccionados, entre ellos “Tormento”, “Tristana”, “Halma”, y  El caballero Encantado”.  Estas tres últimas novelas recogidas en un volumen de “Obras Selectas”, editado por Carroggio, edición 2ª, año 1973,  con prólogo de Federico Carlos Sainz de Robles. Posteriormente tuve ocasión de leer algunos de sus Episodios Nacionales, como “Trafalgar”, “La de los tristes destinos”, “EspañaTrágica” y “Cánovas”, pero no me agradaron tanto como sus novelas. Cerraré esta introducción con unos párrafos copiados del ya citado prólogo de Sainz de Robles, porque entiendo definen bien no sólo al autor, sino también la trascendente inmortalidad de su obra:

“Era Galdós físicamente alto, enjuto, nervioso, desaliñado, muy premioso para hablar; tenía sagaz la mirada, incansable observadora, y compasivo el corazón. Mantenía sus ideales y sus ideas con la mejor buena fe. Gran señor del espíritu, desistía de las alegres añagazas de la vida con esa sonrisa melancólica que ya tuvieron impresionantes antes que él, Cervantes y Felipe II.” (pag.12)

“Cervantes y Galdós son los dos novelistas geniales de España. Aquél, la cumbre de la literatura, más intenso. Galdós más extenso. Cervantes, hondo como un mar. Galdós ancho como un paisaje ilimitado y vario, contemplado desde una altura. Es, además, Galdós el novelista más novelista de su tiempo en el mundo, si se le compara con los geniales Balzac, Dickens, Tolstoi, Dostoievski…La obra de Galdós es imperecedera,…Sus novelas contienen…una verdadera población de tipos diversos, tan reales, que nos parece haber tratado familiarmente y  cuyas penas y dolores, goces y fortuna nos han conmovido.”(pág. 12)

                                                     

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Pero dejémonos de recuerdos y pasemos al comentario de la novela.

Esta novela se publicó en 1878. De entonces para acá ha llovido mucho y mucho también, desde luego, han sido los cambios experimentados en las gentes en cuanto a costumbres, condiciones laborales, ocio, formas de vida, gustos, etc. Hay cosas, sin embargo, que no han cambiado ni cambiarán como son los tipos humanos y sus acciones, algunos de los cuales están fielmente reflejados  en esta novela.

La historia contada por Galdós es muy simple, la de una mocita huérfana y pobre que vive en la explotación minera, donde ha crecido  cual flor silvestre (más bien perro flaco y pulgoso), “al amparo santo y al azul del cielo,” que canta la linda canción mejicana de “Dos arbolitos”, cuya desnutrición crónica le da apariencia de niña. Sus orígenes e historia familiar son tan tristes como su aspecto. No es bonita, aunque ella siempre dice que antes lo fue. Un ser, no obstante todo lo antes dicho, agradecido, benevolente, generoso, entregado,…Mal vive y deambula feliz, muy feliz por aquellos lares, porque es el lazarillo, los ojos del joven Pablo, un ciego de nacimiento, de una acomodada familia del lugar. La trama se desarrolla en una explotación de mineral de hierro, perdida entre las montañas del norte peninsular

Pablo, junto con Teodoro Golfín(*) y Marianela constituyen el trío de personajes principales alrededor del cual  se teje la trama argumental. El doctor Teodoro es un médico oculista, un forastero que cual  Ananías providencial llega hasta aquel lejano rincón del mundo para dar luz a la contemplación del mundo real a los ojos ciegos de Pablo. Este personaje, Teodoro Golfín, es crucial.  Galdós muestra a través suyo  los perfiles humanos presentes en la obra, así como los fuertes contrastes existentes entre los pobladores del aquel cerrado mundillo de la mina; y al mismo tiempo verter algunas de sus críticas (las de Galdós) sobre la sociedad española de aquel momento. Un buen ejemplo  lo  hallamos en la pág. 71, en el diálogo entre Teodoro y  su cuñada, en el que el médico defiende la comprensión y la compasión para los  que se suicidan, así como la necesidad de indagar sobre las causas que los indujeron a tal extremo de desesperación; también reprocha con acritud la actitud   de inhibición (abandono) que muestran los que tienen por los más necesitados, en este caso concreto, por los huérfanos. Reproduzco un trozo:

“Estáis viendo delante de vosotros, al pie mismo de vuestras cómodas casas, a una multitud de seres abandonados, faltos de todo lo que es necesario a la niñez, desde los padres hasta los juguetes…; los estáis viendo, sí…, nunca se os ocurre infundirles un poco de dignidad, haciéndoles saber que son seres humanos, dándoles las ideas de que carecen; no se os ocurre ennoblecerlos, haciéndoles pasar del bestial trabajo mecánico al trabajo de la inteligencia; los veis viviendo en habitaciones inmundas, mal alimentados, perfeccionándose cada día en su salvaje rusticidad, y no se os ocurre extender un poco hasta ellos las comodidades de que estáis rodeados…

Otra de las críticas leídas en esta narración es la que hace Galdós, , a la que él denomina codicia del aldeano. Veámoslo:

“Se ha declamado mucho contra el positivismo de las ciudades…pero hay una plaga más terrible, y es el positivismo de las aldeas, que petrifica millones de seres, matando en ellos toda ambición noble y encerrándolos en el círculo de una existencia mecánica, brutal y tenebrosa.

Hay en nuestras sociedades enemigos muy espantosos; a saber: la especulación, el agio (usura), la metalización del hombre culto, el negocio; pero sobre éstos descuella( …) la codicia (...) Para el (…) codicioso no hay ley moral, ni religión, ni nociones claras del bien; … toma el gusto a los ochavos y sueña con trocarlos en plata, para convertir después la plata en oro, es la bestia más innoble que puede imaginarse; tiene todas las malicias y sutilezas del hombre y una sequedad de sentimientos que espanta. Su alma se va condensando hasta no ser más que un graduador de cantidades... es capaz de reducir a números todo el orden moral, la conciencia y el alma toda.

Intencionadamente he puesto en negrita determinadas partes de las frases escritas por Galdós, resaltando las referidas exclusivamente a la codicia y a los codiciosos. Que antes, en tiempos de Don Benito Pérez Galdós, pero también ahora, último tercio del XX e inicios del XXI,  la sociedad española toda padece sus malignos efectos.


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(*) Teodoro Golfín, en este tipo de denominación dada por Galdós a determinados personajes suyos, evidencia, según creo,  la misma  o parecida intención que la  observada en la obra "Las Tierras flacas"del célebre escritor mejicano Agustín Yáñez, de simbolizar mediante el nombre, el papel  asignado a la criatura de ficción por ellos creada .

3 de julio de 2014: Al releer este comentario y corregir algunas cosas,  reflexiono que es crónica la inhibición colectiva ante determinados hechos y situaciones de  injusticia social mayor  que acontecen en nuestro entorno , como, por ejemplo, exigir a las autoridades todas, nacionales y europeas, arbitren soluciones reales y efectivas al sangrado continuo de vidas humanas de inmigrantes que se afanan por entrar en Europa, Italia y España, principalmente, huyendo  del espanto de la guerra y sus corolarios de muerte, hambre, odios, venganzas, etc. etc.