Diario de un emigrante, el ejemplar por mí leído corresponde
a una edición del Círculo de Lectores, con prólogo del propio autor, Miguel
Delibes. Libro dedicado a su esposa, Ángeles de Castro, a la que denomina “el
equilibrio; mi equilibrio”.
Es la historia de un joven
matrimonio, Lorenzo y Anita, que marcha a Chile, siguiendo la llamada de un tío
paterno de la muchacha, asentado en aquellas tierras desde unos cuantos años
atrás, y quien, al parecer, cuenta ya con un labrada buena posición económica. La
narración tiene lugar a modo de anotaciones en un diario de los sucesos
cotidianos, sentimientos y reflexiones personales que experimenta el protagonista,
Lorenzo, desde los meses previos a su marcha a América. Allí, en el
diario, refleja sus dudas y angustias por lo que deja, - su casa, sus parientes y amigos cercanos y
queridos, la caza incluida la perra y la cuadrilla de amigos, su trabajo de
conserje en un instituto… Y, también, obviamente, las esperanzas y
alegrías concebidas por los jóvenes esposos ante las halagüeñas perspectivas de
un mundo mejor ofrecidas a ellos dos por
el llamamiento del “generoso” tío de la mujer.
Posteriormente, y ya en el Nuevo Mundo, son plasmadas las decepciones y
vicisitudes que experimentan ambos esposos ante el nuevo mundo real allí encontrado
y las muchas añoranzas sufridas respecto
a lo conocido y dejado atrás y muy
lejos, en España. Luego vendrá también la plasmación de las experiencias y sentimientos de la etapa de aclimatación y de la consecuente
lucha diaria por la vida que obliga al conocimiento de lugares, costumbres y de
personas nuevas y a su contraste con los del pasado .
Esta lectura no tiene el gancho,
a mi modesto entender, de las otras obras de Delibes por mí leídas, me refiero
a “La hoja roja”, “Cinco horas con Mario” y “El Camino”, especialmente ésta última.
Su interés principal está en que recoge la
situación y problemática de aquellos españoles, en un pasado reciente, cuando
la dictadura de Franco, décadas del 40 al 70, obligados a coger su ligero equipaje y
marcharse a otros países en busca de un mundo mejor. Búsqueda que muchos de ellos focalizaron en la América
Hispana, países cuyas gentes hablaban la misma lengua, tenían similar cultura y
costumbres a las propias y la misma fe cristiana y católica. De los que se
fueron, muchos no volvieron porque no encontraron fortuna y se acomodaron a las
nuevas circunstancias, siguiendo el camino a ellos abierto por su destino. Otros,
sólo unos cuantos, sí lo hicieron, los indianos, porque hallaron, tras
múltiples y pacientes esfuerzos, el mítico “El Dorado”. Eran emigrantes,
término harto usual en la España de mediados del siglo XX, salidos muchos de
ellos de zonas concretas de España como Galicia, gentes, en su mayoría, muy
sencillas, sin formación y escasos recursos económicos, iban a hacer “las
Américas”, así, en su más amplio concepto. Entre los países destinatarios de
esta emigración española descuellan Argentina,
Venezuela, Cuba y México(los exiliados
republicanos, incluida buena parte de la cúpula del gobierno de la
República).