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jueves, 30 de agosto de 2018

“Drama en un espejo”, Marcel Haedrich,


Drama en un espejo”(*), Marcel Haedrich,(1) Círculo de Lectores por cortesía de Editorial Plaza y Jané, título del original francés, “Drame dans un miroir”. Traducción de Domingo Pruna.

Lo leí hace unos veinte años. Entonces  lo que más llamó mi atención fue la coincidencia del drama amoroso  protagonizado por  seres aparentemente tan diferentes,  vistos según  estatus social, fortuna, y educación.  Pero idénticos, sin duda alguna, contemplados  en cuanto a su humana condición. Es decir, seres  que aman, odian, sufren, desean, sueñan,…, tanto si acaudalado y prestigioso abogado, como si vulgar obrera de fábrica. Los unos de posición" elevada”, y los otros " baja”. Ambos, sin embargo, humanos. ¡Simplemente humanos!


Esta vez mi  interés se centró en la radiografía del mundo de la justicia,(2) en la Francia de los años 50 del pasado siglo XX,  tan espléndidamente expuesta, según creo,  en esta novela. Y ello  por su semejanza, pienso, con el de la España actual, siglo XXI. 

Mundo de la justicia, descrito  y definido por Haedrich a  través de uno de sus principales protagonista, el joven abogado Pierre-Ange,  en carta dirigida a su madre, con la siguiente concluyente afirmación. “La justicia es verdaderamente una máquina espantosa”  (pág.76.)(3)  Conclusión ampliamente justificada por los hechos allí narrados, basados en la realidad. Porque la historia,(4) según advierte el autor, se la  contó y  le proporcionó la documentación judicial que le sirvió de base, un redactor del “Parisien libéré”, Alex Ancel,  a quien, en justo reconocimiento, va  dedicada  la obra.  


En la trama argumental se distinguen  dos partes. La  primera ,“El Sumario”,  en la que se describen    la personalidad y el entorno socio-económico de sus seis   protagonistas principales, el trío Larnier, Eponime, Hagoline, de clase baja; y el trío Pierre- Ange, Florence, Lamorcière, de clase alta, así como el suceso y  los trámites y  atestados policíacos . 

Parte  que se cierra con la   exposición de las conclusiones de las  investigaciones judiciales plasmadas por el juez  instructor; un inicuo juez, para quien  los acusados si eran pobres, como en este caso, no significaban nada,  sólo elementos de escaso interés de “un expediente que nadie iría a desmenuzar para ver si había sido convenientemente instruido”.( ¡Qué parecido, - me digo yo - con la realidad de este país, España!  )

Reproduzco el  párrafo de  la  recomendación del  oficial del juzgado :

 “dejarle hablar…”, “El juez se escucha a sí mismo”(p. 85), “Un imbécil…Una máquina de registrar… No había intentado comprender el drama, sacar a flote su miserable verdad. Se preocupó solamente de volver a escribir, en francés más  correcto- ¡más elegante!- , el informe del comisario…Y se sentía sumamente feliz cuando podía añadir un hecho nuevo…” (p.89). 
Y,  la segunda parte,“El proceso”,  con los detalles del juicio y el desenlace  final de la novela.   Según creo , la más sugestiva  pues en ella se describe con explícita sencillez  la pieza teatral que, en definitiva,  puede llegar a ser “un juicio”. Es decir, una burda escenificación de la realidad,  en la que no se busca la verdad, y aún menos aplicar justicia en su justo sentido de equidad, equilibrio y proporción.¡ No, eso, ni hablar! Ni por parte del juez, ni del fiscal, ni de los llamados abogados de la defensa, quienes impulsados bien por mantener su prestigio profesional, o por los honorarios a percibir, “preparan”, es decir “montan” un guión e instruyen a su “defendido” para  la representación de un papel. Su objetivo es ganar el pleito. Seres, sin duda,  de escasa conciencia y nula profesionalidad. 


A Marcel Haedrich, el autor, le corresponde el  gran mérito de haber narrado con amenidad y sutileza  tan escabrosa crónica real, protagonizada por tan sórdidos personajes, los unos de "arriba", y los otros de "abajo", pero todos ellos muy parecidos entre sí, animados por idénticos bajos instintos y desenfrenos personales. 


En fin, nos libre Dios de tener que acudir a esa "máquina espantosa", tan bien descrita en esta singular novela.

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(*)Novela llevada al cine por el director estadounidense Richard Fleischer bajo el título de “Una grieta en el espejo”,  con  Orson Welles, Juliette Gréco,  y Bradford Dillman como actores principales. 

(1Marcel Haedrich, fue  un afamado escritor, periodista y cronista de radio francés, creador de numerosos ensayos, biografías, novelas y artículos periodísticos, director de redacción de Marie Claire durante algunos años.  

 (2) “Justicia” con inicial mayúscula, entendida como lo justo y proporcional. Que simbólicamente es representada por una noble dama ciega, con una equilibrada balanza en una de sus manos y en la otra una espada boca abajo, que nos recuerda, no obstante, la existencia de la espada y, asimismo, la cita evangélica “Guarda tu espada, porque al que mata con espada, con espada lo matarán” (Mateo, 26,52).

(3) Cuestión de fondo y su transcendencia: la espantosa maquinaria de la justicia en la Francia de mediados del siglo XX, y su semejanza con la mal llamada justicia,  que percibo se está practicando en este país, España. Cuyos principales responsables son los jueces, sin duda, pero también y en buena proporción  de los llamados profesionales del Derecho, los abogados. Muchos de los cuales sólo ven en el ejercicio de su profesión un medio económico. Lo que prima en ellos es la obtención de ganancias fáciles, es decir, sus honorarios. Lo que cobrarán, bien directamente del cliente, bien mediante el logro de la condena con costas.  Con manifiesta, al menos así lo creo y estimo, falta de Ética (moral, conciencia). Y que, desafortunadamente, prolifera y tiene en las numerosas causas de divorcio y/o separación, tan en auge en esta España de mis amores y desamores, con niños de por medio, multiplicidad de escandalosos males ejemplos. En los que los abogados de ambos cónyuges o ex cónyuges actúan guiados exclusivamente por la percepción de honorarios, y, con este fin, alargan indefinidamente las causas judiciales ya existentes, o entablan nuevas demandas, instan  recursos y solicitud de modificaciones, a sabiendas, en muchos casos, que no tienen posibilidad alguna de prosperar y  sí, muchas más,  de empeorar la situación.  Y, del mismo modo que en la novela de Haedrich, a espaldas de sus respectivos clientes,  llegan a acuerdos  extrajudiciales, perjudiciales para los teóricamente por ellos defendidos, pero de interés para su prestigio profesional, o para,  alargar indefinidamente la causa y  convertirla así en una corriente continua de dinero para ambos “profesionales”.

Pienso que quienes hayan tenido la desgracia de acudir a los tribunales de justicia tienen semejante o parecida mal experiencia a la por mí más arriba señalada. ¡Mal asunto!

(4) Reitero que no es ficción, sino realidad pura y dura.  Muy  dura, por cierto, y en especial su parte primera, la  del Sumario,   la que explica  qué, quiénes y cómo, o sea, el horrendo crimen  cometido, meollo de la trama argumental,  cuyos autores, sus caracteres,    circunstancias personales y   entorno socio - económico, son descritos a través  de los atestados policíacos realizados  por un inspector y un comisario de policía, y del escrito del juez instructor. 

En esta parte del  Sumario, debido a la sordidez del relato pensé en interrumpir la lectura, pero el   recuerdo   del final  me llevó a continuar,  y creo, además, que mereció la pena, pues muchas son las reflexiones y enseñanzas aportadas; en especial, su  parte segunda “El proceso”.




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