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lunes, 13 de septiembre de 2021

“El doctor Fischer de Ginebra”, o “La reunión de la bomba”, de Graham Greene.

 “El doctor Fischer de Ginebra”, o “La reunión de la bomba”, de Graham Greene. Editorial Argos Vergara, S.A., 1980. Título de la edición original: “Doctor Fischer of Geneva/or The Bomb party”. Traducción Antonio Samons. Sobrecubierta: Rolando & Memelsdorff, diseñadores. Libro dedicado por Greene a su hija, Caroline Bourget.

Lo leí hace unos cuantos años. No me gustó y ni siquiera lo comenté. De hecho, no recordaba nada, ni trama, ni personajes ni el final. En esta ocasión, sin embargo, prácticamente, devoré el libro.  Libro de sólo ciento cincuenta y ocho páginas de fácil y amena lectura.

La historia es  simple. Un británico cincuentón que vive en Ginebra (Suiza) y se gana la vida como traductor en una importante fábrica de chocolate. Conoce a una jovencita, hija de un millonario suizo famoso por sus excéntricas reuniones, se enamoran y se casan.

A través de esta sencilla trama Greene nos muestra la  mezquindad grosera que acompaña a determinados individuos  en su afán de incrementar sus ya abundantes riquezas.   Seres de ilimitada avaricia. No tienen escrúpulos. Nada les detiene. Y cuyos ejemplares más sobresalientes, según el autor británico, los encontramos, paradójicamente, entre los más ricos. ¡Son tan ricos como miserables! 

En la novela este tipo humano viene representado por los cinco miembros del grupo de  “amigos” del Dr. Fischer. Grupo al cual su hija los ha denominado “Los Pelotas”. Lo componen una viuda rica, un prestigioso abogado,  un experto  asesor fiscal, un afamado actor y un militar suizo del más alto rango. 

Este tipo humano, sin embargo,  según mi modesto parecer, abunda mucho en nuestras modernas sociedades, y es fácil toparse con un buen ejemplar en nuestro entorno cotidiano, bien como compañeros de trabajo o estudios, bien como componentes de un partido político, o incluso como comentarista político en cualquiera de esas tertulias tan abundantes en estos tiempos. 

En algunos casos su peloteo indigno tiene como objetivo trepar en el escalafón, en otros figurar en las listas electorales, otras veces, simplemente, demorar la fecha del despido, y como caso excepcional, mantenerse en el poder, tal como Sánchez, el premier español, que no ha tenido reparos en desdecirse continuamente y llegar incluso a reverenciar una bandera autonómica de cuyo lado han quitado previamente la enseña nacional. 

Creo que fue Enrique IV de Francia  quien dijo “París bien vale una misa”.



 


 

 


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