Lo que el viento se llevó,(*) de Margarte Mitchell. José Janés Editor. Tercera Edición, primera en “Manantial
que no cesa”, octubre 1947. Traducción del inglés por Juan G. de Luaces y Julio Gómez de la Serna. Título de la obra original: “Gone
with the wind”, publicada en 1936. Ha sido una segunda
lectura. La primera fue hace muchísimos años, siendo yo muy joven.
Han pasado, pues, muchos años y como en la novela los cambios habidos a mi
alrededor en muchas, muchísimas ocasiones, me han llevado a la particular
consideración de hallarme en un mundo radicalmente diferente al vivido y
conocido antes, un mundo que se ha ido con el viento. Pero ahora no toca hablar de ello, sino de la
obra de la estadounidense Margaret Mitchell,(Atlanta,1900-1949). También hay una película basada en esta novela,. un film clásico,
estrenado en 1939 que recibió ocho
Óscars y tuvo, al igual que el libro, éxito inmediato.
Según leí fue la única novela que
escribió Margaret Mitchell, le llevó unos diez años y lo hizo
desordenadamente. Es una larga narración ambientada en el estado de Georgia del
Sureste de los EEUU, en los momentos históricos de la Guerra de Secesión(1861-1865) y los inmediatos posteriores. Numerosos y
variados son los personajes que componen esta prolífica obra; como también múltiples y
variadas las historias protagonizadas por ellos. Historias con las que la
autora pretendió, según creo, describir sentimientos
y vivencias de las gentes, tal vez de todas, pero se centró demasiado, así lo
estimo, en las de blanco color, de aquella zona del sur, antes,
durante y después de la guerra civil.
En la obra hay cuatro personajes que
destacan sobre el resto, Escarlata, Melania, Rhett y Ashley,
alrededor de los cuales es tejida la trama argumental. Una, en apariencias,
trepidante historia de amor, cuyo seguimiento nos va descubriendo el ambiente
socio-económico en el que se desenvolvía, antes del conflicto, un colectivo situado ya en la cima social, compuesto
por blancos ricos, poseedores de grandes extensiones de
tierra y de dotaciones de esclavos negros. En una economía agraria que se
sustentaba básicamente en el cultivo del
algodón, producción que era vendida a
los fabricantes de tejidos británicos. Gentes, no obstante, cuyos más mayores
habían conocido la pobreza y trabajado duramente para alcanzar la sólida
posición del presente. Se conocían todos y estrechaban sus vínculos a través de
los matrimonios. La mayoría eran cristianos protestantes. Familias de numerosos
hijos en las que el papel de la mujer era básico, en primer lugar por la
crianza de los hijos y como administradora de la gran hacienda, siendo, consecuentemente, el
matrimonio el destino esperado de las jóvenes, para cuyo fin eran preparadas.
Con sólo quince o dieciséis años ya podían estar casadas y hasta madre de
alguna criatura. En muchas ocasiones con maridos que les doblaban o triplicaban
la edad. A los diecinueve años eran consideradas solteronas. Los estudios eran
elementales, tales como los recibidos por Escarlata. Pero, al menos, según la
novela, esta formación bastante elemental era para ambos géneros.
En estos cuatro personajes están
sintetizados los valores, positivos y negativos, encarnados por aquellas gentes.
Empezaré por el para mí más hermoso, y
también el que considero más ficticio, la feíta Melania Hamilton,
descrita como físicamente insignificante y frágil, pero de fuerte espíritu, adornada de profundas
convicciones religiosas y patrias. . La
maternidad y los hijos son para ella grandes realizaciones, en tal
medida que a pesar de los peligros ciertos para su vida, anhela
traer al mundo nuevas criaturas. Buena esposa y madre. Persona caritativa que
no desprecia a su prójimo, cualquiera que sea su raza, condición social o
ideología.
Escarlata O´Hara , la protagonista, representa todo lo contrario, o sea,es la
contrafigura de Melania. Descrita como mujer práctica, vital y de singular atractivo físico, al mismo
tiempo que un enorme saco de egoísmo. Reúne en sí los fuertes contrastes entre
sus progenitores: el físico y belleza de la madre, mujer de
distinguida familia de Savannah de origen francés. Y el carácter del
padre, un ya maduro “self made man” de origen irlandés
que llegó pobre a los Estados Unidos huyendo de su país natal. Estos rasgos del
carácter de Escarlata se acentuaran durante y aún más después de terminada la
guerra En esta posterior etapa los hechos narrados la dibujan como mujer
emprendedora, con visión clínica para los negocios, rápido cálculo
mental, y nada escrupulosa en su afán de acumular mayores y más fáciles
riquezas. Peculiaridades, por otra parte, no muy acordes y más
bien en contradicción al idealizado prototipo y papel de la mujer
del sur, que, a pesar de lo vivido, seguía imperando entre
aquellas gentes. Escarlata, sin embargo, no ha olvidado la
miseria, las tribulaciones y el hambre sufridas y vive obsesionada por tener mucho
dinero, para ella garantía de felicidad y sosiego, y no tiene reparos para
conseguirlo. La maternidad y los hijos, contrariamente a Melania, le son un
gran estorbo. Es dibujada con nulo instinto maternal. De los hijos habidos, que
ella bien hubiese evitado tener, el primero le tiene miedo, la segunda, Elle,
es una criatura que evidencia la elevada ingesta de alcohol de su madre durante
su gestación. Y de la habida con Rhett, Bonnie, ha dejado que el padre la
malcriase en sobremanera. La autora pone en su boca la siguiente
frase que estimo le define (p. 713):
“¡La muerte, los impuestos y los hijos!
¡Todo viene siempre cuando menos falta hace!”
Las virtudes simbolizadas en este personaje por la escritora son, creo,
su tenacidad y una fortaleza de ánimo muy
superior, empleados primeramente para sobrevivir, y luego para salir
de la miseria económica en que la guerra civil les había sumido, a ella y a
“todos los suyos”, es decir, su padre, su hijo, sus dos hermanas, Melania y su bebé, Mamita, la despistada Prissy, Dilcey y Pork.
En resumen, un viejo que ha perdido la cabeza, un niño pequeño, dos
adolescentes criadas en la abundancia, una enferma con su recién nacido, y los
cuatro servidores que dada su condición de esclavos, se explicita que no están
acostumbrados a tomar decisiones y de pocas iniciativas propias. Esperan que se
les diga lo que han de hacer.
Me resultó entrañable el pasaje que
narra la entrega a Pork, hondamente
afligido por la muerte de “su amo” el viejo O’Hara, al que quería mucho, cuidaba, atendía y con
el cual estaba muy unido, por parte de la poco sensible Escarlata, del reloj que
había sido de su padre, porque entendía era el máximo merecedor. Objeto
para Pork de inconmensurable valor. ¡Un bello pasaje, testimonio de
afectos sinceros!
Continúa.
(*)Antes de leer el libro había
visto la película, que, por cierto, me encantó.
Posteriormente, a lo largo de estos años, y en varias ocasiones, la he visto de
nuevo. Un largo film de casi cuatro horas de duración,
cuya visión, siempre ha sido con agrado. A pesar de lo antes dicho, yo siempre
prefiero el libro, o sea, la versión escrita, a la cinematográfica,
por buena y bien valorada que ésta esté, tal y como en este caso. Porque
sólo conociendo los múltiples detalles de las acciones de la
singular pareja, Escarlata-Rhett, explicados con tanta elocuencia y
detalle por Mitchell en su voluminosa novela, puedes esperar el
final dado por la escritora para dos que han vivido tan alejados de Dios,
y, en especial, la bella Escarlata, ser cuya belleza y egoísmo eran tan
superiores como su avaricia.