¿De qué
quiere usted la imagen?
Preguntó
el imaginero,
Tenemos
santos de pino,
Hay
imágenes de yeso,
Mire este
Cristo yacente,
Madera de
puro cedro,
Depende
de quién la encarga,
Una
familia o un templo,
O si el
único objetivo
Es
ponerla en un museo.
Déjeme, pues, que le explique,
Lo que de
verdad deseo.
Yo necesito una imagen
De Jesús
El Galileo,
Que
refleje su fracaso
Intentando
un mundo nuevo,
Que
conmueva las conciencias
Y cambie
los pensamientos,
Yo no la
quiero encerrada
En
iglesias y conventos.
Ni en casa de una familia
Para presidir
sus rezos,
No es
para llevarla en andas
Cargada
por costaleros,
Yo quiero
una imagen viva
De un
Jesús Hombre sufriendo,
Que
ilumine a quien la mire
El
corazón y el cerebro.
Que den ganas de bajarlo
De su
cruz y del tormento,
Y quien
contemple esa imagen
No quede
mirando un muerto,
Ni que
con ojos de artista
Sólo
contemple un objeto,
Ante el
que exclame admirado
¡Qué
torturado más bello!
Perdóneme si le digo,
Responde
el imaginero,
Que aquí
no hallará seguro
La imagen
del Nazareno.
Vaya a buscarla en las calles
Entre las
gentes sin techo,
En
hospicios y hospitales
Donde
haya gente muriendo
En los
centros de acogida
En que
abandonan a viejos,
En el
pueblo marginado,
Entre los
niños hambrientos,
En
mujeres maltratadas,
En
personas sin empleo.
Pero la imagen de Cristo
No la
busque en los museos,
No la
busque en las estatuas,
En los
altares y templos.
Ni siga en las procesiones
Los pasos
del Nazareno,
No la
busque de madera,
De bronce
de piedra o yeso,
¡mejor
busque entre los pobres
Su imagen
de carne y hueso!
Terminando la Semana Santa una amiga me envió este precioso verso de la inmortal escritora chilena Gabriela Mistral, Nobel de Literatura 1945. Fue la primera figura hispanoamericana -y hasta el momento, la única mujer del mundo hispano- en recibir este preciado galardón.
Sin duda, parece escrito en estos momentos y para estos
lares.