“El Camino”, es una narración de Miguel Delibes
publicada por primera vez en 1950. El ejemplar por mí leído pertenece a la Colección Destinolibro, Volumen 100,
Ediciones Destino, Quinta edición, marzo 1984. Escritor de prolífica
producción literaria sobre muy variada temática, de la que esta narración es
una buena muestra; novela protagonizada
por un niño de sólo once años de edad, de un pueblo muy pequeño, a quien su
padre quiso bautizar con el nombre de Daniel,
pensando en el profeta bíblico, pero los rasgos de su cara, especialmente de su
mirada, impulsaron al amigo conocedor de pájaros, a llamarlo por el más
característico mote de “el Mochuelo”.
El pequeño comparte protagonismo con otros dos niños, a través de cuyas
conjuntas andanzas y pillerías infantiles, el lector tomará conocimiento de las gentes del lugar, de su
idiosincrasia y de sus circunstancias personales, a la par de divertirse, en
muchísimas ocasiones, con las anécdotas de sus vivencias. El detalle del
paisaje tanto humano como ambiental allí descrito es tosco, muy elemental. He
disfrutado, sin embargo, muchísimo con su lectura. ¿Por qué me gustó tanto?
Pienso que por la naturalidad, en el sentido de realidad, y la sencillez, tanto
en la forma como en el fondo de lo narrado. Los personajes descritos son seres
sencillos, tipos humanos del montón, de
los que se dan en abundancia; se dieron y se darán, aquí y allá, y en buena
parte del globo terráqueo. Algunos, sin duda, más pintorescos, como la singular
Guindilla mayor, o el zapatero y padre del Tiñoso, o el contrahecho maestro
Moisés, por citar sólo algunos de ellos, pero sin olvidar a “Don José, el cura,
que era un gran santo”. Con este
variopinto reparto de personajes Delibes personifica aquellas acciones y
reacciones humanas universales como son la codicia, la estrechez de miras, la
impiedad, la sumisión de la esposa al marido, la amargura, la envidia, la
inocencia, la amistad, el cariño… La
historia es tan sencilla como los personajes escenificados. Se nos cuentan las
experiencias del pequeño Daniel alcanzadas en sus once primeros años de vida en
su pueblo; un pueblecito - creo que de
Castilla- cuyo nexo principal con el resto del mundo es el ferrocarril.
Tan sencilla trama acerca de tan
simples seres, como la simplicidad de sus vidas, logra despertar el interés del
lector. Bueno, al menos en mí lo
despertó, sin olvidar la entrañable emoción también despertada en mí por el
emotivo, cuán emotivo, de su final.
No tengo claro si con esta
narración su autor quiso hacernos reflexionar sobre el determinismo que pesa
sobre la persona según el hogar en que nace y
los padres que le toquen, o más
bien mostrarnos los caminos que nos llevan a seguir los
inescrutables designios divinos para con la mísera criatura humana. Puede que ambas cosas.