El
testigo de Malétras, por George
Simenon, número 40 de la colección "Novelas de Simenon", traducción de H. Pedro de la Vega, editado por Luis de Caralt, Editor, 1975. Título de la obra original "Le bilan Malétras,1948, Librairie Gallimard; título este de la edifición francesa que me parece más adecuado porque emplea el término “bilan”, o sea, balance, el concepto contable que alude al recuento anual o inventario que
se practica en los negocios con el fin de confrontar el activo(los bienes y
derechos) con el pasivo (las obligaciones), es decir, lo que se tiene con lo
que se debe. Pienso, pues, que a esta acción de recuento personal de su
existencia, es lo que Jules Malétras, el protagonista, un sesentón, un “hombre hecho a sí mismo", y al presente, un poderoso e influyente personaje que se codea con otros como él, también ricos e importantes comerciantes e industriales de aquella sociedad, pero que cuarenta años atrás, era un don nadie, un sencillo trabajador por cuenta ajena ocupado en múltiples empleos, quien, como vulgarmente se dice, “no tenía dónde caerse muerto”.
“...no con palabras ni con frases, sino con cifras, con cifras exactas trazadas con pluma de acero, con tinta bien negra en el duro papel de un libro mayor de contabilidad "Malétras".
Jules Malétras - como alguno de los otros
protagonistas masculinos de las pocas novelas que he leído de Simenon - es un
tipejo desagradable, egoísta empedernido que no quiere a nadie, aparte de a sí
mismo, rico, pero cuya fortuna personal tiene oscuros e ilegítimos orígenes. Encarna al "malo ". Casi todas
las características que le adornan son defectos más que virtudes. El
bueno de esta historia es Gancel. Este personaje junto con su familia, encarnan
todo lo opuesto al protagonista, son sus antagonistas. A través
del contraste de sus situaciones personales y la distinta manera de llevarlas y
asumirlas, es lo que permitirá al lector llegar a conocer el gran drama personal que
el torcido protagonista arrastra consigo cual pesada áncora.
En las páginas 116 hasta 122 se lee la visita que hace Malétras a Gancel, a altas horas de la noche, con el exclusivo fin de poder "disfrutar" con alguien - así lo espera - en situación personal y familiar más desgraciada que la suya. Pero, (me río yo, je, je, je)...¡sale escaldado! Reproduzco algunas frases:
"¿Qué había ido a hacer? Había ido a ver a Job, encima de su montón de estiércol. Ver en su hogar, en su horrible intimidad, a un hombre que tenía todas las razones para quejarse del Destino. Y aquel hombre, a quien ya no le quedaba mucho tiempo de vida, rodeaba de mimos y cuidados minuciosos, como un enamorado, a una mujer reseca tendida bajo una manta...Pero, me falta aún hablar del mundo cotidiano y de las mujeres que rodean a su protagonista.
Y ella le miraba con igual ternura, con la misma confianza. ¡Aquello era lo que le encolerizaba: la confianza que existía recíprocamente...! Podían vivir todos los días, de la mañana a la noche, en aquella habitación, con sus desgracias, compartiéndolas como sin darse cuenta de ello." (págs. 118 - 119)
"- Hice cuanto tenía que hacer - dijo Gancel...Lo demás lo decidirá Dios. Malétras...se sobresaltó. Y aquel sobresalto le recordó la época del catecismo, cuando le enseñaban que el diablo se espanta al contacto del agua bendita o al hacer la señal de la cruz. El agua bendita se la acababan de echar. El diablo era él." (pág. 119)
¿En qué se diferenciaban de los demás seres? No podía creer que fuera la bondad...él no creía en la bondad. El ser humano no es bueno. ...El hombre es bueno únicamente cuando necesita de los demás. Excepto su madre, nadie había sido bueno con él. El nunca había sido bueno, porque nunca había necesitado a nadie...”
El ambiente doméstico aquí descrito, es decir, esposa, criadas, mobiliario, comidas así como las distantes relaciones con sus más allegados y la incertidumbre respecto al quehacer del marido fuera de la casa, me hizo recordar otra de las novelas por mí leída de este mismo autor, “El Alcalde de Furnes", y a su protagonista Terlink. Personaje desde el punto de vista familiar, también, "sui generis". Entre ambas novelas, pienso, se dan similitudes en cuanto al ambiente familiar descrito. En las dos hay una madre, viva o en el recuerdo, que es una guía severa para el hijo; una esposa, señora de su casa; una peculiar cocinera; dos hijos (varón y hembra), con un papel de extraños al núcleo familiar del momento. De los cuales el lector sólo tiene conocimiento de que existen y de sus relaciones poco afectivas con el padre.
También hay coincidencia en cuanto al "hogar" descrito, pues no se corresponde para nada, ( al menos para mí) con las danzas y los ambientes en los que transcurre esa otra vida que lleva el “señor de la casa”. Vida que se desarrolla en entornos y con otras mujeres, muy contrarios a los y las del propio hogar. Las del ámbito doméstico, madre, esposa, criadas…, mujeres honestas y hacendosas, puntales imprescindibles de la economía doméstica. En cuanto a las que busca fuera, sólo diré que el sujeto encuentra lo que se merece. En suma, hay una clara división entre la casa de Máletras y lo que allí hay , con lo que busca y, obviamente, halla fuera de ella. De este navegar entre dos corrientes bien distintas, deriva el conflicto o argumento de la novela. Estos fuertes contrastes, por otra parte, acrecentaron mi aversión por el protagonista masculino.
En fin, ¡pobre Malétras!
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10 de marzo de 2018: He revisado, rectificado y unido en una sola entrada estos comentarios antiguos, inicialmente de mayo 2006, acerca de la novela de George Simenon, el prolífico escritor belga en lengua francesa, titulada en español, “El testigo de Malétras”.