El Jugador, Fedor Dostoievski. Salvat Editores, 1969. Colección Biblioteca Básica Salvat—Libro RTV, nº 5. Traducción del ruso por José Laín Entralgo.
Tiene, como todas las obras de esta Colección de Libros RTV, un
espléndido prólogo de Carlos Pujol que nos habla del autor y de esta novela, escrita por Dostoievski en sólo tres semanas y a la que llamó Ruletenburgo,
aunque, posteriormente, fue publicada con el título de “El jugador”, con la
que, según explica Pujol, trató de “liberarse de una pasión funesta”, o
sea, de su adicción al juego.
Existen varias adaptaciones al
cine, entre ellas “The Great Sinner”,
con Gregory Peck y Ava Gardner.
La obra está ambientada en una ficticia ciudad alemana, famosa por su casino y su balneario, en la segundad mitad del XIX. Los hechos principales transcurren en un lujoso hotel y en el casino del lugar. El entorno descrito es el propio de gentes de distintas nacionalidades europeas, de elevado estatus social y económico. El protagonista es Alexei Ivánovich, un joven tutor empleado por un antiguo general ruso, de cuya hijastra, Polina, está prendado. Personaje en el que Dostoievski se reflejó.
Tras los primeros capítulos,
como la trama no acababa de “engancharme “, la reemplacé por “Cuerpos y Almas”,
de Maxence
Van Der Meers. Pero, pronto, desistí y volví a “El jugador”. A
poco de retomar la lectura de la novela, apareció en la historia Antonida
Vasílievna Tarasévicheva, ¡la abuela!, una anciana muy singular, rica
terrateniente y señora de Moscú. Personaje crucial. Su entrada en escena torció
radicalmente mi ánimo en relación a la trama novelesca. A partir de entonces leí con
avidez las páginas del libro con el fin de conocer el final, especialmente el
referido a esta figura de la abuela.
La temática, el ambiente
descrito y el propio personaje protagonista, a mis ojos bastante insulso, no fueron de mi agrado, pero la obra, finalmente, me gustó. Muchos de los pasajes y
situaciones aquí descritos son autobiográficos. Y la descripción de los
personajes rusos, como apasionados, extravagantes, orgullosos, y hasta ridículos,
corresponde, al parecer, con la imagen que de éstos se tenía en las ciudades
alemanas por ellos frecuentados. Época ya histórica, es decir pasada, pues
hablamos de mediados del siglo XIX, antes de la Revolución Rusa y caída de
los zares, y muchos y enormes son los cambios habidos en aquella sociedad. Pero lo que no ha cambiado y constituye el mejor acierto de esta novela es el
reflejo fiel del mundillo de un casino de juegos con los crupieres, los
jugadores empedernidos, los que se inician, los fulleros, las apuestas, etc.,
así como los dramas y tragedias que acompañan a los que caen en las redes de
este vicio.