8 de abril de 2020: Posteriormente a mi última entrada sobre este libro, hallé traspapeladas las cuatro que originalmente, en el 2006, le dediqué . Comentarios que he decidido
incorporar sin ninguna enmienda o corrección porque allí
abordé la cuestión básica, fundamental, de la conducta ética del buen profesional de la Medicina, cuya función
es sanar, curar; y, en esta dirección y objeto, deberá emplear hasta agotar
todos sus conocimientos, así como los recursos médicos a su alcance. No le
compete juzgar a quién debe asistir y tratar de curar de su afección. Al menos,
según creo, lo prescrito por el código deontológico de su profesión. Es un sanador, alguien que cura a seres con alma, y no un simple matarife, cuyo oficio es matar y descuartizar animales, criaturas sin alma.
Seguidamente resalto, copio y
pego, algunos de los artículos del Código
Deontológico por el cual se deben regir, según creo, los profesionales de la Medicina en
España.
Capítulo II PRINCIPIOS GENERALES Artículo 5
1.‐ La profesión médica está al servicio del ser humano y de la sociedad.
Respetar la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del
individuo y de la comunidad son los deberes primordiales del
médico. 2.‐ El médico debe
atender con la misma diligencia y solicitud a todos los pacientes, sin
discriminación alguna. 3.‐
La principal lealtad del médico es la que debe a su paciente y la salud de éste
debe anteponerse a cualquier otra conveniencia. El médico no puede negar la
asistencia por temor a que la enfermedad o las circunstancias del paciente le
supongan un riesgo personal. 4.‐ El médico jamás perjudicará
intencionadamente al paciente. Le atenderá con prudencia y competencia,
evitando cualquier demora injustificada en su asistencia.
Artículo 6 1.‐ Todo médico,
cualquiera que sea su especialidad o la modalidad de su ejercicio, debe prestar
ayuda de urgencia al enfermo o al accidentado. 2.‐ El médico no abandonará a ningún paciente que necesite sus
cuidados, ni siquiera en situaciones de catástrofe o epidemia, salvo que fuese
obligado a hacerlo por la autoridad competente o exista un riesgo vital
inminente e inevitable para su persona. Se presentará voluntariamente a
colaborar en las tareas de auxilio sanitario
Este libro puede catalogarse como del
género policíaco.- Hay crimen, presunto culpable, intriga, y un investigador
aficionado que es el protagonista de la novela, un médico especialista en
Patología. La novela está escrita en primera persona. En ella a la par de la
historia se nos explican determinados términos médicos o enfermedades, algunas
en el propio texto o nota a pie de página y con siete apéndices al final del
libro para los temas más complejos. En ellos se habla del presumible origen del
blanco de las batas y paredes de los hospitales, de la desconfianza entre
médicos y policías, argumentaciones en pro y en contra del aborto, etc. etc.;
dignas de agradecer por todo aquel que, como a mí, el tema de hospitales,
médicos, medicina, terapias , etc. le sean algo distantes.
Hay que especificar que el mundillo médico y hospitalario descrito en el libro es el de Boston (EEUU), por los años sesenta del pasado siglo XX. La intriga se mantiene hasta el final. Pero lo que de este libro despertó mi interés fue la temática de fondo sobre el aborto provocado y la ética profesional médica. Como conclusión diré que si tuviera la obligación de clasificar a sus personajes principales no designaría a ninguno como sano o benéfico. ¡Qué colectivo! Supongo que el autor de esta novela quiso personificar el bien, bueno, correcto o justo en la figura de John Berry, el patólogo narrador de la historia e investigador aficionado, pero me resulta difícil darle buena calificación a un profesional de la medicina que con el fin de ocultar las prácticas delictivas de un colega amigo, adultera y falsea las muestras clínicas por él analizadas, así que...repito, ¡menuda panda!
Este libro va de médicos y hospitales y
de la potencialidad de aquéllos de emplear sus conocimientos en curar o matar.
Es decir, la capacidad de sanar y dar vida enfrentada con la de matar o ayudar
a morir.
En estos momentos, cuando inicio el comentario de la novela, desconozco quién es su autor y tampoco tengo referencia alguna sobre el libro. Lo escogí al azar de la estantería y puedo decir que desde el comienzo hasta el final de su lectura me acompañó cierta sensación de pesadumbre, consecuencia de la trama argumental desarrollada en torno a los médicos y al empleo por algunos de éstos de sus facultades y conocimientos para enfermedad y muerte en lugar de para vida y salud. Así como el debate acerca de las limitaciones o prejuicios de orden moral y del corporativismo extremo que existe entre la clase médica.
El escenario escogido está en Boston, Estados Unidos y el mundillo que se cuece es el de los grandes
hospitales de aquella ciudad. Por otro lado, famosa por su avanzada práctica médica e importantes centros
de medicina.
El libro es una edición para el Círculo de Lectores,
cedida por Ediciones Grijalbo, 1970. Título del original en inglés, "A
case of need", traducción de Margarita García de Miró y cubierta de
Marigot. No suelo hacer mención a este dato que, sin embargo, entiendo es
importante cuando, como en este caso, la imagen o dibujo diseñado es capaz de
tan completa y sintética ilustración del contenido del libro.
La conclusión que saco de la actuación
de los médicos protagonistas de esta novela, es la de unos profesionales de
conducta poco Ética que se han
extralimitado de modo pernicioso en sus funciones. Tanto en cuanto a las normas
propias e intrínsecas de su profesión médica - basadas sustancialmente en los
principios contenidos en el juramento de Hipócrates, médico de la Grecia antigua y pagana, que rigen de modo generalizado por
todo el mundo civilizado desde hace muchísimo tiempo; como en lo referente a las normas legales de la
nación en que viven, cuyo respeto y cumplimiento es obligado a todos los
ciudadanos del lugar. Me pregunto, pues,
¿por qué ellos no las han de acatar y cumplir como el resto de mortales
comunes y corrientes? ¿Acaso ellos están por encima de los principios morales y
de las Leyes? ¿Por qué sus criterios han de ser más válidos o prevalecer ante
los comúnmente aceptados y vigentes entre la mayoría? ¿Se creen acaso dioses?
Son mortales, viles mortales, quizás, incluso más viles que la media- que ya es
decir - y por lo tanto se les debe exigir hacer y respetar lo mismo que estamos
obligados todos los demás.
Es fácil intuir que no sólo me estoy refiriendo a la clase médica, sino a cualquier tipo de actividad o profesión que implique y afecte al bien común general y especialmente a los altos cargos y puestos públicos que cuando toman posesión de ellos lo hacen bajo juramento y luego... tararí que te vi, y hago lo que me viene en gana... y entre mayor sea el cargo, más difícilmente se ciñen al cumplimiento fiel de lo jurado. Sin embargo no les pasa nada.
domingo
9 de marzo de 2008
A continuación reproduzco parte del Juramento de
Hipócrates:
“Y me serviré, según mi capacidad y mi criterio, del régimen que tienda al beneficio de los enfermos, pero me abstendré de cuanto lleve consigo perjuicio o afán de dañar. Y no daré ninguna droga letal a nadie, aunque me la pidan, ni sugeriré un tal uso, y del mismo modo, tampoco a ninguna mujer daré pesario abortivo, sino que, a lo largo de mi vida, ejerceré mi arte pura y santamente.
Y cada vez que entre
en una casa, no lo haré sino para bien de los enfermos, absteniéndome de mala
acción o corrupción voluntaria,...
Así pues, si observo este juramento sin quebrantarlo, séame dado gozar de mi vida y de mi arte y ser honrado para siempre entre los hombres; mas, si lo quebranto y cometo perjurio, sucédame lo contrario".
Así pues, si observo este juramento sin quebrantarlo, séame dado gozar de mi vida y de mi arte y ser honrado para siempre entre los hombres; mas, si lo quebranto y cometo perjurio, sucédame lo contrario".
Decía en mi último comentario que ninguno de los médicos de la novela me había convencido. Hoy trataré de explicarme. En esta obra se plantea lateralmente la importante cuestión de la licitud moral de ciertas prácticas médicas. Considero que en la obra se defiende o al menos se justifica, aunque solapadamente, que algunos médicos contravengan sus promesas o Juramento Hipocrático, universalmente aceptado por esa clase profesional, y, consecuentemente, hagan cosas moralmente ilícitas según su propio código moral o de conducta.
A esta cuestión, por otra parte,
primordial, del quebrantamiento de unas normas de conducta a las que está
obligado por un juramento, se añade el hecho de que su acción es ilegal; es
decir, fuera de la Ley, y, por ende, delito objeto de castigo(sanción).
He averiguado que Jeffrey Hudson es uno de los dos
seudónimos empleados por Michael
Chrichton, autor del libro Parque Jurásico, en
sus comienzos como escritor.