sábado, 10 de septiembre de 2011

Benito Cereno ( Canto a la Providencia)

En mi anterior comentario hablé de, según mi parecer, los prototipos encarnados por Melville, en tres de los personajes de su novela.

Delano,el capitán estadounidense, representa al ser bueno y generoso, un altruista que no escatima ayudas ni esfuerzos desinteresados en socorrer al prójimo desvalido. A través de las impresiones y reflexiones personales de esta figura, el lector va imponiéndose de la rara situación y de las circunstancias adversas que asolaban a los integrantes del buque español. Otrora esplendorosa nave así descrita:

“Tratábase de un mercante español de primer rango que, entre otras valiosas mercancías, llevaba un cargamento de esclavos negros desde un puerto colonial a otro. Era un buque muy grande y de bella estampa en aquel tiempo, como los que a veces se encontraban a lo largo de aquellas costas: naves anticuadas con tesoros de Acapulco, o fragatas ya jubiladas de la armada real española, que, al igual que arruinados palacios italianos, conservaban aún vestigios de su glorioso pasado, a pesar de la decadencia de sus amos”. (págs.16 y 17)
…la principal reliquia de su glorioso pasado era el ancho óvalo de la popa en figura de escudo, con las armas de León y Castilla intrincadamente grabadas en él, y adornado en torno con medallones de tema mitológico o simbólico. En la parte superior y en el centro de aquél se veía la silueta de un negro sátiro con máscara, pisando la doblada cerviz de una contorsionada figura también enmascarada”. (pág. 18)

Benito Cereno, encarna a la ultrajada víctima,. cuya descripción física junto a los detalles íntegros de su odisea, nos representan los perniciosos efectos  de la  acción del verdugo y sus fatales consecuencias de orden físico , mental y hasta moral sobre su víctima  .

El final de la cruel aventura de los componentes del Santo Domingo, nombre de la nave capitaneada por Cereno, y dado que la historia contada y su aún más increíble desenlace no es ficción literaria, sino  realidad, con personajes también reales, con nombres y escenarios concretos, todos ellos testimoniados por las actas y la documentación del proceso criminal seguido ante los tribunales de Lima, me llevan a la convicción de que  Herman Melville,  con esta obra, quiso ofrecer un canto a la Providencia, a la Misericordia y a la Justicia de Dios, de cuya intervención el relato deja fiel constancia.

Reproduzco algunos de los párrafos que, según mi entender, así lo acreditan:

" -replicó el español, cortés incluso en cuestiones de religión-, fue Dios quien salvó milagrosamente su vida, pero la mía la salvó usted. Cuando pienso en algunas de las cosas que hizo, sus sonrisas, sus murmullos, sus gestos temerarios... a usted lo guió, a buen seguro, el Príncipe de los Cielos por entre todas las emboscadas.
-Sí, ya sé que todo es obra de la Providencia, pero aquella mañana, mi ánimo era más plácido de lo acostumbrado, y el espectáculo de tanto sufrimiento,…, unió a mi buen talante la compasión y la caridad entrelazándolas felizmente ... De lo contrario,… algunas de mis intervenciones habrían acabado de forma bastante desagradable. Además, esos sentimientos de los que le he hablado me permitieron superar mi momentánea desconfianza, en circunstancias en que una mayor agudeza me hubiera podido costar la vida sin poder salvar la de los demás. Sólo al final me ganaron las sospechas y ya sabe cuán lejos resultaron estar de la realidad.
-Bien lejos, ciertamente -dijo tristemente don Benito- estuvo conmigo todo el día, se sentó junto a mí, hablándome, mirándome, comiendo y bebiendo conmigo, y, a pesar de ello, su último gesto fue tomar por un monstruo, no sólo a un inocente, sino al más digno de compasión de todos los hombres. Hasta tal punto pueden imponerse las malignas maquinaciones y engaños. Hasta tal punto puede llegar a confundirse incluso el más bueno de los hombres al juzgar la conducta ajena si desconoce los más profundos entresijos de su situación."