jueves, 2 de enero de 2014

Doña Berta (Maternidad frustrada)( y 2)


Continuación.
"Doña Berta" se publicó en el último tercio del XIX , en aquel entonces en España el papel de la mujer,  rica o pobre, era de total sujeción y subordinación al de los hombres de la familia. Doña Berta, la protagonista, es un buen ejemplo de ello. La única fémina de cinco hermanos de una rica y linajuda familia de la comarca, poseedora de grandes propiedades, conservadas y acumuladas gracias a la  costumbre de los que más tienen,( y ésto en cualquier lugar del mundo) de casarse entre ellos, y de este modo, si no aumentan el patrimonio,  sí impiden que se disgregue. A este respecto, textualmente, dice Clarín en su obra: ”Los Rondaliegos no querían nada con nadie; se casaban unos con otros, siempre con parientes, y no mezclaban la sangre ni la herencia; no se dejaban manchar el linaje ni los prados”.

El momento histórico en que se desarrolla la primera parte de la trama es la segunda de las guerras civiles del  XIX y   los españoles estaban divididos entre carlistas(blancos) y liberales(negros). Al muy apartado mundo de los Rodariego(carlitas) llegó un militar herido del bando contrario, prendiendo, desafortunadamente, el amor  en los corazones del soldado y la joven .  En este contexto se nos relata cómo los hermanos de Berta, descritos como” buenos, afables, hacían obras de caridad…robaron el hijo a la madre soltera y lo dieron “a unos mercenarios, sin garantías de seguridad, precipitadamente, sin más precauciones que las que apartaban para siempre las sospechas que pudieran ir en busca del origen de aquella criatura”.  Sucintamente este es el drama expuesto en la novela que tiene su desenlace final cuarenta o cincuenta años más tarde, cuando de sus actores principales sólo quedaba una anciana sorda cuya conciencia de madre le impulsa a una irracional reparación al hijo por ella concebido, pero que no pudo conocer.

Muchos de los textos son deliberaciones propias del autor, Clarín, plasmadas en forma de acusaciones que  Berta hace tanto a sus hermanos como  a sí misma. Transcribo algunas de ellas:

“Pero si Berta se había perdonado su falta, no perdonaba en el fondo del alma a sus hermanos el robo de su hijo…la conciencia de la madre recobró sus fuerzas, y no sólo no perdonaba a sus hermanos, sino que tampoco se perdonaba a sí misma. ”Sí”, se decía; “yo debí protestar, yo debí reclamar el fruto de mi amor;…” (p.28)“Los Rondaliegos se habían portado en este punto con la crueldad especial de los fanatismos que sacrifican a las abstracciones absolutas las realidades relativas que llegan a las entrañas. Aquellos hombres buenos, bondadosos, dulces, suaves, caballeros sin tacha, fueron cuatro Herodes contra una sola criatura, que a ellos se les antojó baldón de su linaje”(p. 28)“Cuando la conciencia acusó a los Rondaliegos que quedaban vivos y les pidió que buscasen al niño perdido, ya no había remedio”.(p.29)Cuando moría el último hermano, Berta, … se arrojó sobre el pecho flaco del que expiraba y, sin compasión más que para su propia angustia, preguntó desolada, invocando a Dios y el recuerdo de sus padres… por su hijo…(p.29).“… y la pobre setentona lloraba a su niño…lloraba y amaba a su hijo con un tibio cariño de abuela; tibio pero obstinado…quejosa del mundo, del destino, de sus hermanos, de sí misma”.

Con la reproducción de los párrafos anteriores he pretendido mostrar  cómo tan detestable acción, la de frustrar  a una madre de tener a su hijo, tiene secuelas imborrables en la conciencia de quienes de un modo u otro son responsable de ello. La conciencia, el alma, el espíritu, nuestro yo, ente no tangible, pero que nos convierte, a los seres humanos, en los reyes de la Creación Divina.  
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