sábado, 4 de enero de 2014

Unos muchachos – (Contrastes) III ( Cuentos de Ana María Matute)

Continuación y fin.

Mucho he hablado de la escuela y de los maestros de antes y de los de ahora. Pero he olvidado  hablar del crucial papel de la familia - ayer, hoy y siempre - en la formación del niño, intelectual y humanamente con la transmisión de las creencias y valores propios. Porque a los primeros que les corresponde velar y procurar, material y espiritualmente, por sus hijos, es a los padres. Premisa universal.

En la mayoría de los cuentos de Matute, sin embargo,  los  allí descritos no los considero padres “buenos”. A unos se les  podría justificar, o más bien atribuir su actitud hacia los hijos,  a la precariedad y a la miseria de sus circunstancias. Pero la de otros, indudablemente, no. No hay justificación alguna para tanta indolencia e irresponsabilidad, sino desidia y egoísmo atroz. AMM nos ha pintado algunos cuadros muy tristes, creo haberlo apuntado ya. Niños famélicos, harapientos, hurtando sobras, enfermos, algunos casi fierecillas,…  "Estas pinturas" probablemente hoy se sigan dando, pero espero, deseo, que sean más bien aisladas y no tan generalizadas en zonas rurales y concretas de España, como al parecer pasaba antaño. Al presente, por el contrario, y según creo,  nos encontramos con niños igualmente mal nutridos; pero sobrealimentados, muchos rayando en la obesidad, poseedores de armarios repletos de ropa y de zapatos y además de conocidas marcas mundiales, móviles, play station, y sin fin de juguetes y de muñecos que hablan, hacen pipí y caca, y llevan marcado el sexo, e impiden desarrollar ese elemento primordial en los niños llamado fantasía, la imaginación, se les da todo "trillado".- (Vamos, impensable la “Pipa” del cuento Rama seca).

El progreso en nuestra moderna sociedad, en suma y según creo, se ha centrado en tan sólo acumular bienes materiales y en atiborrarnos de comida. Obviamente, algunos más que otros. Parece que nos hayamos olvidado que no sólo de pan vive el hombre, aludiendo a ese otro componente de nuestra naturaleza llamado alma( espíritu,  conciencia). A la que también, por supuesto, es preciso alimentar.Por otra parte, hemos permitido la intromisión del Estado en los ámbitos más estrictamente privados, sin escandalizarnos, ni tan siquiera ofrecer resistencia alguna. Y prueba de esta afirmación es la sumisión tan absoluta con la que hemos dejado que, en estos años transcurridos desde la muerte del dictador Franco, el campo de la educación haya ido por los derroteros actuales de total regresión, absurdos y kafkianos que únicamente favorecen a los de siempre; es decir, a esos pocos que tienen mucho y quieren más. A ellos no les afecta, pueden pagar exclusivas escuelas y si no les basta, hasta mandar a sus hijos al extranjero. Pero, para los ciudadanos de a pie, como dice la canción de Julio Iglesias, “La vida sigue igual”, y puede que hasta peor, mucho peor, y sin trazas de mejorar, al menos en el corto plazo.

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