Los curas comunistas, por José Luis
Martín Vigil, editor Richard Grandio, Oviedo,
décima edición, mayo 1966.
Libro relativamente grueso de 430 páginas
cuya lectura he “devorado”.
El título así como el nombre de su
autor me sonaban mucho, pero ambos me eran desconocidos. Iniciada su
lectura, el interés despertado por los planteamientos y la
problemática allí esbozados me indujo enseguida a buscar información
sobre el autor y su obra, y hallé este artículo del Padre Lambert, en “El Mundo”, dedicado a Martín Vigil por su fallecimiento.
De cuya lectura deduzco que fue un prolijo escritor con importante producción
literaria y títulos algunos de mucho éxito, especialmente “La vida saleal encuentro”, obra en la que reflejó sus
experiencias como educador en un colegio de Vigo, y fue,
entonces, años sesenta-setenta del pasado siglo XX, un verdadero “best-seller”
(libro más vendido), que dejó positiva huella en sus lectores, en su mayoría,
adolescentes y jóvenes, a los cuales marcó muy favorablemente, según
pude leer en muchos de los comentarios al pie de la información.
En cuanto al libro objeto de mi comentario
debo resaltar que la historia contada en
torno a un sacerdote católico, Francisco Quintas, me “enganchó” y conmovió.
Hallé muy interesantes las muchas controversias allí expuestas a
través de los sustanciosos diálogos entre sus personajes sobre
tan trascendentes cuestiones como las siguientes:
1) La diferencia entre marxismo y
comunismo.
2) La caridad, (*) o sea, el amor al prójimo sin distingo y como virtud más
esencial del auténtico cristiano.
3) La necesidad de una evolución, al menos
en la formas, de la Universal Iglesia de Cristo con el fin de
acercarse a la clase obrera, colectivo que,
según señala el autor en su obra, ya
ha desertado de esta Iglesia.
4) La justicia social en las actuales
democracias.
5) El interés general o común
frente a los intereses privados o “lo particular”.
6) El valor absoluto de
los testimonios vivos, reales, cuyos actos, sin palabras, muestren,
testifiquen su fe, es decir, su creencia en Dios.
(7) Y la ardualucha del comunismo por acallar la conciencia.(**)
Lectura, resumiendo, muy sugerente
que impulsa al lector a la reflexión y puede que hasta al
auto examen de conciencia, - aclaro - de una concienciacristiana. (***) Pero, principalmente,
en esta novela se habla de Dios y de sus mediadores, los sacerdotes.
Señalada la temática general, toca hablar
del relato en sí y de sus protagonistas. El principal, como ya cité, es
Francisco Quintas, un cura joven que a imitación de los llamados curas
comunistas franceses, en la España franquista, puesto que el libro está
publicado a mediados de los sesenta, se viste el mono, vestidura propia de los
obreros y, de incógnito en cuanto a su ordenamiento sacerdotal, se
mete a trabajar como peón, en una fábrica del ramo siderometalúrgico. Y no sólo
trabaja como un asalariado más, sino que, también, dispensado por su obispo,
vive en una modestísima vivienda en el propio barrio obrero en que se ubica la
fábrica. Este es el escenario donde se desarrolla la trama argumental.
En la novela hay otros sacerdotes de
diferentes rangos eclesiales: un obispo y su vicario, un párroco de iglesia con
dos coadjutores, y un fraile abad. Todos ellos, junto con el cura
Francisco, son los medios utilizados por Martín Vigil para hacer llegar a los
lectores, las posturas y doctrinas imperantes, así como las tendencias y los
debates suscitados dentro de la Iglesia, después del Concilio
Vaticano II. Controversias presentadas,
principalmente, a través de los diálogos entre Quintas, el cura obrero, y el
padre Sergio, coadjutor parroquial. En estas discusiones, en apoyo de sus
consideraciones, son citadas figuras y autores célebres del mundo
católico-cristiano, como, por citar algunos ejemplos: Morris West(“El abogado
del diablo”), Michel de
Saint Pierre(“Los nuevos
curas comunistas”) y los
cardenales Suhard y Lercaro, citas de estos dos últimos que preceden
al texto de la novela.
También el mundo industrial está
ampliamente representado, tanto por la parte empresarial (patronal) como por
la de los trabajadores. Entre los primeros tenemos al
empresario capitalista, al jefe de personal y a Felipe, un acaudalado
hombre de negocios, de mentalidad abierta, y muy instruido en cuestiones
empresariales. Mientras que por la parte productiva han quedado representados
casi todos los principales estamentos, desde el aprendiz, el encargado, los
especialistas u oficiales, los sindicalistas y hasta la política con los
comunistas y sus tejes manejes en la oscuridad, tratando siempre de pescar en
aguas revueltas.
Particularmente, me parecieron muy oportunas
las razones, de eterna vigencia, expuestas en el informe elaborado por el padre
Quintas, en relación a los turnos y sus perjuicios en la vida del
trabajador, tales como impedir la conciliación de la vida laboral con la
familiar, o, su negativa incidencia en la salud, por la imposibilidad física de
adecuar el ritmo biológico del cuerpo humano a los alternativos cambios
horarios impuestos por la necesidad del proceso productivo empresarial;
circunstancias que, consecuentemente, y en justicia, deberían
tener proporcional incremento en el sueldo del productor afectado.
Efectos negativos que al presente, creo, en muchas empresas, no se ven
debidamente compensados.
Pero, lo que más me impactó fue la
homilía en forma de carta al Niño Jesús(págs. 277 al 284), por su verdad, cruda
y eterna allí recogida, en la que, según creo, están sintetizadas las
críticas que el autor de la novela quería hacernos llegar de la ya
secular actuación de los que nos llamamos cristianos, cargada de contrastes y
contradicciones entre lo que es y lo que hubiese debido ser desde un
criterio honradamente cristiano.
Interrumpo, pero me queda alguna cosa qué
decir.
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(*) 4 La caridad - dice San Pablo - es paciente, la caridad es amable; no es
envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo,
no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se
complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 La caridad nunca acaba...( 1 Co 12,31-13,13)
(**) http://www.revistainterforum.com/espanol/articulos/062401artprin2.html . Artículo suscrito por Soledad Morillo, titulado "Se puede
acallar voces, no conciencias" año 2001, en relación a la situación de la
libertad de expresión en Venezuela bajo Hugo Chávez.
(***) Conciencia cristiana: En
relación a esta cuestión transcribo (corto y pego) algunos de los párrafos del
sugerente artículo de Pedro Trevijano, titulado "Conciencia cristiana
y libertad", publicado en religionenlibertad.com:
"Dios expresa su Ley, es decir lo que espera de nosotros, en el Antiguo
Testamento por medio del Decálogo, y en el Nuevo, por las Bienaventuranzas, y
en ambos Testamentos, por la Ley del Amor. Dios es el Dios que se nos revela a
través de Cristo, fundamentando así la Moral y la conciencia cristiana. Para
discernir la voluntad de Dios, es decir lo que Dios pretende de nosotros,
debemos tener en cuenta a la vez la ley exterior y la ley de la
conciencia. La conciencia es la voz interior que exige hacer el bien y evitar
el mal. Es en nuestra conciencia, sola ante Dios, pero iluminada por la fe
y el amor, donde Dios nos habla y donde la razón intentará discernir cómo
actuar la ley externa en función de nuestras circunstancias concretas."
"La conciencia cristiana toma sus decisiones buscando la conformidad con
el Evangelio, porque sabe que está implicada en la Historia de la Salvación y
debe colaborar en su desarrollo. "
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