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viernes, 14 de marzo de 2008

Los Pazos… (Leche materna), septiembre, 2006

Cuando me disponía a poner fin a mis comentarios sobre Los Pazos de Ulloa, me ha venido a la memoria una cuestión allí tratada en relación al recurso del empleo de   nodrizas para alimentar un bebé. Figura  al presente, inexistente, gracias a las leches maternizadas, es decir, los biberones.Doña Emilia  en su novela nos da la visión de una mujer,  la pobre Nucha, recién parida, a cuyo mal físico, causado por un difícil parto, hay que añadir  el causado porque  se le impide amamantar a su criaturita. ¡Deseo tan natural de una madre! Esta imposición será otra de las grandes aflicciones infringidas a este personaje- pobre mujer-  que parece le haya tocado el premio gordo de la lotería del infortunio con un grueso bote acumulado de múltiples penas y pesares. Así, en la página 180, por boca de la infortunada madre, leemos las palabras siguientes: - "No me han dejado criarla, ...Manías del Sr. Juncal, que aplica la higiene a todo...Me parece a mí que no iba a morirme por intentarlo dos meses..."


Entonces, finales del siglo XIX, todavía las multinacionales de la industria alimenticia no habían empezado a comercializar sus archiconocidas leches maternizadas. Era difícil imaginar que, setenta u ochenta años más tarde, la figura de la "vaca humana"(nodriza) encontrase un sustituto industrial. Pero nadie, ni siquiera la controvertida y aguda Condesa de Pardo Bazán, podía imaginar , ni concebir  que un amplio porcentaje de mamás renunciasen a ese maravilloso don de alimentar a su hijo; es decir,  darle el pecho. Al menos en España y en los grandes centros urbanos, hemos de remontarnos a unos cuantos años atrás para recrear   las imágenes, entonces corrientes, de ver una madre dando de mamar  a su hijo. Observables con naturalidad en el tren, en el autobús, en el parque,...¿Qué ha pasado? En este ámbito, como en tantos otros, se ha impuesto el negocio de unos pocos en detrimento del bien común, contraviniendo, al mismo tiempo, las leyes de la Naturaleza y, por ende, de Dios. Pardo Bazán nos ofrece incluso unas páginas en donde nos habla de las mujeres de Castrodorna, una aldea donde las peculiaridades físicas de sus mujeres les hacía famosas por su aptitud como reproductoras y excelentes amas de cría. (p.184)"El ama no desmentía su raza por la anchura desmesurada de las caderas y redondez de los rudos miembros"

En estas mismas páginas leemos la dificultad evidente del médico, Máximo Juncal, de conciliar sus teorías de higiene con sus convicciones firmes en las virtudes, maravillosas virtudes, de la Naturaleza.