“Ir a La Habana”, Leonardo Padura. Colección Andanzas. Tusquets Editores. Fotografías de Carlos T. Cairo. Coordinación editorial de Claudia Acevedo.
Regalo navideño de mi
hija mayor. Trescientas veinticuatro páginas, más numerosas fotografías,
algunas en blanco y negro y otras en colores, cerradas con la de Padura,
sentado en las escalinatas de la casa que fue de Juan Gualberto
Gómez, insigne patriota cubano.
El
autor, periodista y escritor cubano, fue galardonado con el Princesa de Asturias de las Letras, 2015. Uno más entre otros
múltiples premios literarios, cubanos y extranjeros. En su novela( o, quizás, autobiografía) nos dibuja la ciudad de La Habana desde
la periferia, desde Mantilla un reparto habanero, donde él nació, vive
y transcurren, como escenario de fondo, muchas de sus tramas novelescas . De hecho, “Ir a
La Habana” recrea muchos pasajes de sus obras, especialmente las de la serie
policíaca protagonizadas por el detective Mario Conde. (*) Una Habana mísera y
cochambrosa, resultado de los más de sesenta y cinco años del férreo régimen
comunista implantado en Cuba desde 1959.
Resumiendo,
La Habana aquí descrita no es la de mis recuerdos, la de una muchachita de
clase media baja, que vivió, hasta finales del 60, en lo que llamábamos la
Habana-Vieja, la colonial y muy parecida, incluso con la misma denominación de
sus calles (la larguísima Compostela, Villegas, Tejadillo, Empedrado, Obispo con los establecimientos de La Moderna Poesía y el Ten Cent, Ánimas, Cuba,
Monserrate, etc.) a la descrita por Cirilo Villaverde en su “Cecilia Valdés”.
¡Qué cosas, con aquella Habana del XIX y Cuba todavía colonia de España, descrita en la novela, si me identifiqué, pero con la de Padura no! No he podido, muy diferente a la que guardo en mi memoria, la ciudad y sus gentes. La de mi memoria viva, palpitante. La aquí descrita un cadáver en descomposición avanzada.
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(*)Novelas policiacas del detective Mario Conde: Hace unos años
leí “La cola de la serpiente”, ambientada en el Barrio Chino habanero. Novela
que me gustó, pero me desagradó y bastante, los pasajes- para mi gusto- muy
subiditos de tono; convenidos, supongo, con el editor con el fin de vender,
puesto que, nos guste o disguste, ello
vende.