domingo, 10 de marzo de 2013

Señor Natural ( Felipe II/ Juan de Austria) (3)

Felipe II – Juan de Austria

5 de marzo de 2013 Me gustaría ir poniendo fin a mis comentarios sobre esta novela, pero tengo aún unas cuantas cosas  dignas de reseñar. Entre ellas la figura de Don Juan de Austria, antítesis de su medio hermano, el Rey Felipe II de España. Este último  príncipe por nacimiento y rancio abolengo, nacido para reinar, un genuino “señor natural”,  engendrado en una mujer de nobilísima cuna, Isabel de Portugal, emperatriz consorte y Regente de España en las numerosas ausencias de Carlos V. Educado y criado, pues, para tal fin. De carácter introvertido, indeciso, desconfiado, solitario, controlador exhaustivo, tradicionalista (sumo guardador de las tradiciones borgoñonas”), “nunca- según nos dice Passuth-  ha mandado al ejército, su caballo no ha caracoleado nunca a lo largo de las filas de los soldados, ni ha cruzado el acero con el Gran Visir de los moros (pág.234). Temido- añado yo-  pero no querido por su pueblo . ‘’La muchedumbre le tenía miedo, le reverenciaba y veía en él un mal necesario. Sin Felipe no había reino; cuando muriese, surgiría un caos en España, un peligroso interregno. Él era el que mantenía el mundo en un puño (...) Pero no le querían. Felipe no hacía lo más mínimo para servir al pueblo más allá de lo indispensable para la salud del alma y el bienestar corporal. Le veían raras veces. Y entonces pasaba junto a ellos como una sombra solitaria y pétrea. No miraba ni a derecha ni a izquierda, detrás de él no se tiraba dinero, su mano no se levantaba, y para agradecer las exclamaciones, se limitaba a inclinar de vez en cuando la cabeza. Tenía que sujetar el mundo entre las manos y no disponía de tiempo para hacerse querer.”(pág.290)

Un rey Felipe al que toda Europa conocía, que vivía en su torre de marfil entre sacerdotes y papeles... que no sabía sonreír y que era tan frío, que las palmeras se helaban en sus proximidades, al que sólo podían calentar las llamas de las hogueras y que no conocía otra alegría que las lamentaciones de los autos de fe. Así era como lo describía la fama…(págs.251 y 252). Porque “la Corte española era un mundo austero de hombres que nada tenía en común con la atmósfera juguetona y enamoradiza de otras Cortes (pág.282).

En franco contraste al concienzudo Felipe, Passuth nos describe  a Juan de Austria “impulsivo y ardiente, y ansia de aventuras (pág. 231); personaje  al cual dedicó muchos pasajes y capítulos de su novela y especialmente la Tercera Parte, bajo el sugerente título  “Juan, el enviado de Dios”, capítulos XV al XXVI. Personaje  realmente novelesco, cuya corta existencia, pues sólo vivió treinta y tres años, estuvo llena de singularidades. Citaré algunas:

Su nombre de pila fue Jerónimo y se transformó en Juan por imperativo de Felipe II cuando  cumpliendo  la voluntad paterna lo reconoció  como hermano de sangre, era hijo natural ( un bastardo) del ya viejo Emperador Carlos V y “la cantarina y risueña Bárbara de Regensburgo, la cual, según narra Passuth,  nunca se interesó ni ocupó del hijo; para ella, al parecer,  fue sólo un eficaz seguro de vida. El niño al nacer fue entregado para su crianza a un tañedor de viola casado con una española. Posteriormente, y en vistas de que el niño no era bien cuidado, el caballero Luis Quijada,  mayordomo de Carlos V, se lo llevó a su castillo en Villagarcía de Campos (Valladolid) y fue  su esposa, doña Magdalena de Ulloa, quien se hizo cargo de su educación y crianza.  Allí, ignorantes todos de sus orígenes, salvo Quijada,  vivió como un muchacho más del pueblo. Un pueblo que le miraba convencido de que era  hijo bastardo del mayordomo imperial. Aunque su padre Carlos V lo había destinado para la vida religiosa,  fue en el ámbito militar donde  mostró sus excepcionales  aptitudes y muy joven alcanzó grandes triunfos  (LasAlpujarras (Granada), Lepanto, Túnez…).  fue  también un gran conquistador de femeninos corazones.


El rey Felipe nunca llegó a concederle   la fijación de un rango, Juan de Austria no fue  “ni Príncipe ni un Infante de España, ni perteneciente a la Casa reinante. (Pag.60). El Rey jamás le ratificó públicamente dignidad alguna… Su designación como capitán general de la Liga Santa por Pío V, hecho narrado  en el cap. XIX, pág. 270,- ya citado por mícircunstancia  de especial  relevancia, no recibió tratamiento o consideración pública alguna por el monarca español.

Después de la victoria de Lepanto, batalla en que la acción  del Capitán General fue decisiva para la victoria  persiguiendo y abordando las naves turcas en lucha cuerpo a cuerpo,   el Papa ofreció a Don Juan la corona de Argel, ofrecimiento desechado por lealtad al Rey Felipe, quien siguió empecinado en no conferir rango real  alguno al héroe de  Lepanto.

Se le ha tildado de tener una  desmesurada ambición por ser rey y tener su propia corona. Aspiración que  causó la desconfianza de Felipe II hacia él, argumentación tan eficazmente utilizada por el maligno Antonio, que, sin embargo, no es apoyada por la narración de Passuth. Para quien, según creo tras la lectura de esta novela, el héroe de Lepanto fue, en suma, un célebre caballero español, digno de elogio no sólo por su espíritu intrépido, su gallardía, valentía  y glorias alcanzadas, sino también por su excepcional sumisión y lealtad, incondicional y generosa al Rey, su hermano Felipe.

Seguidamente, transcribiré algunos de los textos leídos que pienso apoyan lo que he dicho:
…, en Túnez, no hubo ninguna resistencia; los hombres habían huido, ciudad y Reino se ofrecían al vencedor de Lepanto (…) La ciudad estaba muerta, sólo había viejos y mujeres (…) se presentaba un rico botín (…)el palacio de los reyes moros, sólo se encontraba habitado por un par de ancianos(…)querían entregar las llaves. Don Juan tomó en sus manos aquel símbolo espléndidamente forjado (…) – Las llaves os pertenecen a vos, señor Marqués- le dijo a Santa Cruz. Se las regalaba, como su padre le había regalado el escudo de armas, un poco conmovido, pero lleno de dignidad. Se dirigieron hacia Túnez (...) La ciudad estaba vacía (...)El saqueo empezó a primera hora de la mañana(...)los soldados podían hacer lo que quisiera menos derramar sangre, porque la ciudad se había entregado sin resistencia. La misericordia del Infante aseguraba la vida (…) Sobre la ciudad de Túnez Felipe le había escrito a don Juan:” Si llegase a caer en vuestro poder, arrasadla inmediatamente, para que deje de ser un nido de bandidos”. Porque la mayor parte de las cosas que ahora saqueaban allí habían sido antes de Occidente.” (pág. 322)

Túnez era la recompensa que Felipe le ofrecía al hermano como compensación por la disolución de la Liga. Seguía sin ser “Infante de España! Y ya tampoco era generalísimo de las fuerzas combatientes del mar(…)el príncipe moro que se alzaba como pretendiente a la Corona, sería en Túnez gobernador representante de Felipe. El Padre Santo le había dicho a Juan de Soto:” Un hombre fue enviado, y su nombre fue Juan. Yo haré de ese hombre rey. Le ungiré como rey de Túnez en nombre del Señor, cuando conquiste esa ciudad y esa provincia de bárbaros”. Todo el mundo  en Roma aclamaba a don Juan. Pero luego recibió cartas de Madrid. Cartas de Felipe. “Yo, el Rey…” Detrás instigaban enemigos (…) (pág. 323)

Hablado ya  sobre  las diferencias o contrastes entre estos históricos hermanos, toca hablar de  lo que fue lazo de unión o común a ambos. Y, en este punto, fue, sin lugar a dudas, su fe en Dios. Hecho puesto de manifiesto por Passuth en los detalles que nos describen los últimos días de su vida terrenal. La del rey larga, la del militar corta. Ambas, empero, llenas de luces y de sombras; de hechos gloriosos y de humanas vilezas. Pero a los dos  les fue concedida la gracia de tratar de conciliar su alma con Dios. Conciliación, la del rey, en el monumental Monasterio de San Lorenzo del Escorial, sujeto a su lecho de enfermo,  en amplia penitencia y devoción continua al Supremo Hacedor. La del hermano menor, Jerónimo-Juan, en Namur, Flandes, en zona pantanosa, en improvisado lecho de campaña.

Seguidamente, transcribo el pasaje de la muerte de Don Juan, pasaje que me conmovió especialmente y donde creo están resumidas la visión del escritor húngaro de las figuras de estos dos españoles universales, cuyas vidas y hechos ha inmortalizado en su novela:

(…)El campamento estaba en las inmediaciones de Namur, en una zona pantanosa…la tierra olía a humedad y a moho. El cuerpo del enfermo iba consumiéndose y debilitándose…Tenía treinta y tres años de edad y comprendía que le llegaba el fin(…) El confesor preguntó si deseaba hacer testamento. Una sonrisa flotó en los labios de don juan. – Ya no poseo nada, padre mío. Y si algo poseyera, pertenece a mi señor y a mi Rey (…) os ruego que le digáis al Rey que mi único deseo es poder descansar en El Escorial junto a los restos de mi padre…en la misma capilla (…) si no puede ser así, si no se me puede admitir en la cripta de los reyes, que me lleven entonces al monasterio de la Bendita Señora, en la montaña de Montserrat (…) Ya no veo. Debajo de la almohada está mi devocionario…yo mismo he copiado todas las oraciones y cada día las leía en el libro (…) Tal como se las había dictado doña Magdalena y él las había escrito con grandes letras torpes, a la manera de los chiquillos(…)Como una inflexible y gran confesión pública sonaba la voz…leyendo del principio hasta el final aquel libro de oraciones que don Juan de Austria había llenado durante un cuarto de siglo…En el campamento de Namur tronaban los cañones(…)En el tronar de los cañones había nacido su gloria y de esa forma Jerónimo se había convertido en don Juan…al son de aquella música habían transcurrido los minutos más maravillosos de su vida. La Corona de Túnez, un beso de la triste María Estuardo…Coronas de emperadores, los barbudos príncipes de las tribus albanesas….Yacía sobre la estrecha cama de hierro (…) murmuró: - Tía…, querida tía. Fue lo último que escuchó el confesor…iba para doña Magdalena (…) En la mesa sin cepillar estaba la carta de Felipe, la última (…) tal vez Felipe hubiese podido enmendar todos sus yerros. Si la carta al enfermo hubiese comenzado.” A Juan, Su Alteza, Infante de España…” Pero la dirección estaba escrita por algún funcionario de la Cancillería, inflexible como siempre. Don Juan de Austria iba a su tumba sin rango y sin título, lo mismo que había venido a este mundo. (…) La carta de Felipe fue el único adorno, sujeta por el peso del Toisón de Oro.

Y para terminar este larguísimo comentario, citaré –tomadas de Wikipedia- las numerosas obras literarias que la figura de don Juan de Austria ha inspirado, muchas de autores extranjeros:
Un personaje histórico con una vida de episodios tan novelescos, muerto además en plena juventud, inevitablemente acaba convirtiéndose en figura literaria. De las obras que lo toman como personaje cabe citar:


domingo, 3 de marzo de 2013

Lázló Passuth


Estos últimos días estuve escribiendo sobre la figura de Don Juan de Austria. Sin darme cuenta  destruí  el documento. Mientras escribía el ya citado comentario acerca de Don Juan tuve que releer una vez más algunos de los muchos pasajes a él dedicados,  principalmente aquel en el que se describe su designación como capitán general de la Liga Santa. Nombramiento iluminado por el Espíritu Santo al entonces Papa, Pío V. Pasaje  para mí especialmente bonito y que más adelante transcribiré para que quien lea este comentario pueda, al igual que yo, disfrutar con su lectura. El caso es que releyendo éste y otros textos de la novela, así como la biografía de Passuth, de la que también  destacaré algunos de los detalles que entiendo abonan mi idea, caí en la cuenta de la gran religiosidad y profunda fe cristiana que esta gran novela nos desvela. Aspecto que hoy considero prioritario destacar. Cuya lectura me ha hecho recordar otros libros, leídos ya hace algún tiempo: “Las tierras flacas” del mexicano Agustín Yáñez,  “El Cardenal”, de Henry Morton Robinson, así como "De Profundis", de Oscar Wilde,  y las" Rimas y Leyendas" de Adolfo Bécquer;  porque todos son fuente de conocimiento para el lector  de historias,  ritos, oraciones, y demás cosas propias de la  universal Iglesia Católica. Pero, principalmente, porque hablan de la fe en Dios y en nuestro Salvador Jesucristo. A través de la lectura de la novela de Passuth conoceremos del denostado Tribunal de la Inquisición, de su modus operandi y  ámbito  supremo de jurisdicción, de los autos de fe, así como acerca de  algunas de las  más eminentes figuras religiosas de la época como por ejemplo Fray Luis de León,traductor  al castellano del Cantar de los Cantares,   el jesuita Francisco de Borja, la Madre Teresa de Ávila, o el Papa Pío V.

Seguidamente  remarcaré, como antes dije,  algunos detalles biográficos de Lázló Passuth: El escritor era húngaro, y escribió en un país sometido entonces bajo una férrea dictadura atea que perseguía, rechazaba y castigaba todo lo relacionado con Dios. Su profesión principal fue empleado de banca, actividad que simultaneó con la de escritor. Por esta circunstancia, me admiro  y pregunto, ¿¡cómo tan prolija  y laboriosa  labor que demuestra una profunda y extensa tarea de investigación previa?!,  pues, conviene recordar que este autor escribió otras muchas obras, algunas de ellas concienzudas novelas históricas, dos de las cuales he leído: “El Dios de la lluvia llora sobre México “, sobre la gesta de la conquista de México por Hernán Cortés, y “Aventura y muerte en las lagunas”,  en relación a la República de San Marcos veneciana  en los inicios del siglo XVI.



A continuación, transcribo (corto y pego) algunas de las frases más significativas leídas en relación a Passuth en la página argentina “La Editorial Virtual”:

… nació en Budapest, Hungría, el 15 de Julio de 1900. Pertenece a esa sufrida generación de europeos que tuvo el durísimo destino de tener que pasar por nada menos que dos guerras mundiales. En su caso personal, a eso todavía cabe agregar todos los avatares de la ocupación soviética, la revolución húngara de 1956 y las últimas décadas del régimen comunista. Originalmente siguió la carrera de abogado, doctorándose en dicha especialidad en la Universidad de Szeged. Trabajó en el ámbito bancario desde 1921 y hasta 1945, año en que ingresó en la Oficina Nacional de Traductores para hacer traducciones al húngaro de al menos ocho idiomas: latín, inglés, francés, alemán, italiano, griego, español y portugués. Su carrera de escritor comienza a mediados de 1920 con traducciones para publicaciones culturales. Visitó España en 1933 y, desde entonces, sintió siempre una especial simpatía y atracción por todo el ámbito de la cultura hispana… "El dios de la lluvia llora sobre México… se publicó en 1939 y resultó ser un inesperado éxito tanto en Hungría como en el resto del mundo. Con el correr de los años, la obra terminó formando parte de una trilogía hispana con el agregado de Señor Natural (1960), que se refiere a Felipe II y cuyo título en húngaro es «Terciopelo negro», y con El mayordomo de Diego Velázquez (1965). Otras obras notables referidas al ámbito hispano fueron Explorando el Pasado (1966) e Hispania Eterna (1969).
Escritor increíblemente prolífico,… la mayor virtud de sus narraciones reside justamente en una sorprendente precisión histórica obtenida de un contacto directo con las fuentes. Passuth se movió con igual comodidad tanto en la historiografía como en la arqueología o en el arte. Con un excepcional conocimiento de la materia unido a una brillante narrativa puso al alcance de cientos de miles de lectores las biografías, los comportamientos y las costumbres de los más diversos personajes de la Historia.
 … aun cuando no pudo ser acallado, el régimen comunista en Hungría tampoco se dignó de reconocerlo oficialmente. En 1948 lo expulsaron del Sindicato de Escritores. Hasta la revolución húngara de 1956 sólo pudo publicar bajo seudónimo.
 El resumen de su filosofía de vida probablemente esté encerrado en las palabras que en una oportunidad le dijo, muy en confianza, al crítico Elemér Szeghalmi: "en cada piedra, en cada diminuto pedazo de tierra o producto del ser humano puedes ver y experimentar los verdaderos signos cristianos. Sin esto no hay vida verdadera sobre este mundo."
Falleció en la cercana localidad de Balatonfüred, el 19 de Junio de 1979.
 
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Transcribo parte del texto del nombramiento  inspirado por Dios al entonces Papa, Pío V, narrado  en el cap. XIX, pág. 270:

“El Santo Padre …se inclinó sobre el libro y empezó a leer casi mecánicamente como había hecho en el trascurso de muchos miles de misas celebradas desde que era sacerdote. Leyó. Una frase se destacó dura pero brillante como una roca acariciada por el sol: “Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Joannes”. Hubo un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. El Papa se detuvo. El acompañamiento, los altos eclesiásticos que seguían detalladamente todos los momentos de la misa, miraron a Pío aterrados. El Papa se había detenido, no seguía leyendo…La voz le falló…Una vez más dijo…”Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Joannes”. Esperó, nadie se movía, nadie quería apartar su vista de aquel rostro que era inverosímil e increíble como en todos los milagros que se cuentan en los Hechos de los Apóstoles. El Papa preguntaba, y sólo la voz interior le respondía. Todo aquello duró un par de segundos. Luego se abrió, poderosa y triunfante, la llama interior, la inspiración divina… Y una vez más la voz subió triunfal…”Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Joannes”. Los cardenales agacharon la cabeza. Sabían que habían presenciado un milagro y que tendrían que prestar testimonio a favor de Pío en un proceso que se iniciaría inmediatamente después de la muerte de aquel anciano áspero e impaciente. La voz de Dios había hablado.”

Posteriormente, en la pág. 308, se narra la visión que tuvo el Papa en el mismo momento de la victoria de Lepanto: “Algo había sucedido. El Papa se erguía…Así estuvo durante unos minutos, mientras los ojos de Bibiena permanecían fijos en él. Vio el milagro. Su voz llegó de muy lejos, al principio débil, luego vigorosa: ...Debemos dar gracias al Señor porque nos ha concedido un gran triunfo sobre los turcos… Diecinueve días más tarde llegó a Roma el correo especial del Dogo Mocenigo y trajo al Padre Santo la noticia de la victoria de Lepanto. Se comprobó que el Papa había tenido conocimiento del triunfo en el momento en que Marco Antonio Colonna arremetía contra La Sultana y la batalla quedaba decidida."
...“esta victoria en Lepanto fue el día 7 de octubre de 1571, mientras el Papa se encuentra en oración a María, la Madre de Dios, en su devoción al rosario; por ello instituye para este día la fiesta con el título de Nuestra Señora de la Victoria que en 1573 se denominará "del Rosario".”


Tengo la sospecha, en fin, que las fuertes convicciones religiosas del autor  húngaro le impulsaron a la utilización de   sus obras como medio para  enseñar y propagar a sus congéneres, principalmente a sus compatriotas,  la Universal Fe Católica, a ellos vedada por el  régimen soviético, enemigo feroz de la dignidad y libertad de ideas y creencias individuales.Parecer que de algún modo se acrecenta por la comparación de las actitudes y fines entre los gobernantes de España, Francia, Inglaterra y Escocia,  descritos en la novela. Comparación de la que según la visión ofrecida por  Passuth, España con Felipe II a la cabeza, sale airosa,.(“los españoles se representaban el mundo de una manera muy distinta que los hombres al otro lado de los Pirineos. Mientras habían vivido en el pequeño mundo de sus sierras, pobres, pendencieros, un pueblo de pastores, nadie se preocupó por aquel orbe hispánico…Pero el sueño se hizo de pronto una aterradora realidad. Desde Flandes hasta Nápoles, desde Veracruz hasta la isla de Luzón, imperaba por doquier la desenfrenada voluntad española, el tipo hispánico de voluntarismo…  reglas de etiqueta que un español genuino tenía que cumplir en todos los momentos de su vida. (…)El Hado era un enemigo de los españoles, la sumisión a él habría hundido al Mare Nostrum en todos los horrores de la indolencia. La época de oro de España, la que arranca del nacimiento de Santa Teresa y termina en la muerte de Calderón, vistió a la era heroica de Felipe en los ropajes de lo milagroso. Aquel siglo fue un interminable desfile triunfal de caudillos, poetas, santos y pintores, y parecía como si toda Europa tuviera que absorberse sin remisión en España… págs.193 y 194)


El rey del mundo hispánico es descrito como un ser de costumbres austeras(“Todo el mundo sabe que en el gabinete del Rey está sentado un hombre de manos entumecidas por el mucho escribir, espaldas encorvadas y alimentación escasa”), hondamente religioso y creyente en Dios Todopoderoso y Supremo Juez (“Todas las almas son iguales ante el Señor, con el nombre del cual en los labios hacen su último viaje”pág.190),   trabajador infatigable, (“escribe diariamente de siete a ocho horas) , entregado administrador y conocedor  de todo el reino (“provincias viejas y nuevas(…) está enterado de todo lo del Nuevo Mundo, a pesar de que todavía no lo ha visto. Sabe cuál es el camino de las flotas del tesoro, la producción de las minas, el rendimiento de las palmeras de aceite; sabe cuántos trabajadores se necesitan en las plantaciones de caña de azúcar, de tabaco, de cacao y de patatas. Cuando le piden más pólvora de lo acostumbrado, sabe que está desarrollándose una disimulada guerra colonial. Recibe noticias concretas sobre todos los monjes y sacerdotes aborígenes, conoce el orden de los lazos matrimoniales que ligan a la Corona a súbditos nuevos; él mismo confirma a los empleados que tienen sangre india en las venas”),  es ahorrativo (“En el despacho lleva el mismo jubón de terciopelo que utiliza en las audiencias”; discípulo de Loyola(“creía en la omnipotencia de la voluntad, en la fuerza de la libre decisión humana. Nunca, en ningún caso, inclinó la cerviz ciegamente ante el destino. La implacable sucesión de golpes que se abatieron sobre España en los últimos años de su vida no consiguió nunca ponerle de rodillas aterrado. Aquel hombre era un caballero del voluntarismo...odiaba a los protestantes porque habría sido imposible sostener  el mundo de Felipe bajo la asfixia de la predestinación...Porque, si todo está fijado...si todo estuviese ya decidido de antemano y la criatura se esforzase inútilmente en mejorar o en empeorar su destino. ¿Para qué serviría todo aquello si la voluntad del hombre no significase nada a los ojos del Señor? Por eso, quien más rabioso le ponía era el Maestro de Ginebra (Calvino), que con un látigo de acero defendía los fundamentos de su fe sin dogmas. Por eso odiaba Felipe al Hado, que pendía sobre las almas de los seguidores del profeta, empujándolos a una muerte heroica y a una vida frívola, en la que el papel de los hombres estaba ya prefijado por el destino.(pág. 193)No se inclinaba ante el Hado, y aquello significaba ante su propia conciencia que se hacía responsable él de todo”

En esta afirmación última, subrayada, quizás esté la clave de su penitente actitud, en su lecho de muerte, consumido por llagas pestilentes; porque tal vez  eran ofrecidas  en resignada penitencia por sus pecados. El que fuera poderoso señor de medio mundo,  concluyó así su vida terrenal. Reproduzco algunos de los párrafos del capítulo XL, (págs.31 a 33).


“…el Rey volvía al Escorial. Felipe sabía que era imposible resistir más de unos minutos junto a su lecho de enfermo. Nadie mejor que él para sentir la miseria de aquella impureza, él que siempre había querido limpieza y cuidado, lo mismo en los hombres que en los países.”
“Entró el confesor del Rey, el padre Yepes, que también había sido confesor de Teresa de Ávila en los últimos años de vida de la Fundadora. Traía en las manos el libro del “Castillo Interior (Las Moradas)”(…)El padre preguntó si podía leer(...)empiezo a leer: “El palacio del alma, un palacio maravillosamente grande, en cuyo centro está el castillo del Rey, rodeado por las moradas de los poderosos…Mirad ese maravilloso palacio, esa brillante perla de Oriente, el árbol de la vida, plantado por Dios en lo hondo de las aguas vivas…”
“…estábamos hablando precisamente ahora de Teresa(…)Era Difícil ayudarla. Tenía muchos enemigos. Si el padre Francisco de Borja, tan temeroso de Dios, no hubiese confiado en ella de una manera tan absoluta, muchos habrían podido creer quizá que Teresa tenía demonios en el cuerpo(…)¿Cuándo murió?- En el día de San Francisco de Asís(…)Cuando recibió el Santo Sacramento, se limitó a decir: ”Verdaderamente, ya es hora de que vea por fin a mi amadísimo Salvador”. 

sábado, 16 de febrero de 2013

Terciopelo Negro /Señor Natural, de Lázló Passuth





El “Señor Natural”  es una novela histórica escrita por LázlóPassuth en 1947.  El ejemplar por mí leído corresponde a una edición de Luis de Caralt, 1962, Colección Gigante, título de la obra original: “Fekete bársonyban”, (Terciopelo Negro), versión española de Mariano Orta Manzano, con  cubierta de papel ilustrada con la imagen del famoso cuadro del Greco, “El caballero de la mano en el pecho”. Esta pintura en su tiempo, según leí en Wikipedia,  se convirtió en la representación clásica y honorable del español del Siglo de Oro. Transcribo unos  versos dedicados a esta pintura por el universal poeta español, Manuel Machado, hermano de  Antonio Machado, que vi publicados en la citada web:

                                    “Este desconocido es un cristiano
De serio porte y negra vestidura,
      Donde brilla no más la empuñadura,
    De su admirable estoque toledano.”

La leí en el verano del 2008. Fui retrasando el comentario y cuando me propuse hacerlo, tuve la necesidad de volverla a leer. Luego de esta segunda  lectura  busqué  información fidedigna sobre los pasajes históricos que me parecieron “más inverosímiles”, así como sobre  algunos de sus actores, como por ejemplo de: Felipe IIDon Juan de AustriaAntonio PérezRuy Gómez, y San Pío V, por citar algunos. Estas lecturas adicionales me sirvieron para constatar la autenticidad de aquellos hechos narrados por Lázló Passuth, que a mi me parecían más bien fruto de la ficción del escritor . Aquel año también leí “La Reina Mártir” del Padre  Coloma, y “Enrique VIII” escrita por Félix Grayeff. Los tres libros se refieren al siglo XVI. Sus protagonistas son los reyes de tres de las monarquías  que a la sazón existían en Europa. Países entonces gobernados por un  rey o reina a modo de amo y señor de vidas y haciendas. Estas lecturas han enriquecido tanto mis conocimientos históricos como los referidos a la sórdida naturaleza humana en su lucha por el poder político y económico. ¡Cuánta semejanza hay entre los inicuos de cualquier época y país del mundo! ¡Qué poco han cambiado sus  fines y  tampoco los modos de conseguirlos!

Pero, vuelvo a la novela de Passuth, el cual, en su “Advertencia final”, nos detalla el escenario y actores  por él escogidos que son los correspondientes “a la época difícil y que, en muchos aspectos, sigue ejerciendo influjo hasta en nuestros días, de la Europa que existió bajo Felipe II.” También nos aclara que “la novela histórica no puede ser idéntica a la obra del historiador. Pero sin embargo debe cumplir siempre una condición: no puede falsear la esencia de las personalidades rectoras de una época, como tampoco los acontecimientos decisivos de la Historia”.

Dicho esto, quiero  elogiar al escritor húngaro por ésta magna novela, compendio, sin duda, de muchísimas y concienzudas lecturas, y reflejo, asimismo, de un laborioso esfuerzo de comprensión y síntesis  para acercar al lector  al conocimiento de la realidad histórica europea de aquel significativo siglo XVI.  Su lectura, en resumen,  lleva al lector al conocimiento, de modo entretenido, al menos para mí lo fue, de los lazos familiares, las luchas, los intereses reales, ideología o creencias religiosas,… de los personajes poderosos de entonces,  así como de las instituciones y acontecimientos que, a la par de  conmover,  conformaron la Europa del siglo XVI, cuando buena parte de ésta y del mundo, estaba bajo la égida de Felipe II; aquel tan serio y austero monarca español, en cuyos dominios no se ponía el sol. Aquel amo del mundo junto a cuyo lecho de enfermo, en sus postreros días, “era imposible resistir más de unos minutos”. Conocimiento que  induce a una mejor  comprensión de las relaciones históricas entre  los países  europeos, hoy conocidos como España, Francia, Bélgica, Holanda , Portugal, Reino Unido e Italia. 

Es un libro grueso y rico de contenidos. Su principal protagonista es Felipe II,  Señor Natural, seguido por  Juan de AustriaAntonio Pérez, y Ana de Mendoza. Estos son los cuatro personajes, a mi modo de ver, ejes de la novela, cuyos hechos y situaciones personales son destacados sobre los demás. Luego, en otro plano, se nos presentan otras muchas figuras relevantes de la época, como el emperador Carlos V ,  sus hermanos, mayormente Doña María que reinó en Hungría y fue gobernadora de los Países Bajos, Alejandro Farnesio, Margarita de Parma, el rey Sebastián de Portugal, Ruy Gómez de Silva, el III Duque de Alba, el Papa San Pío V, los Valois y la regente Catalina de Médicis, María Estuardo, Isabel Tudor, el arquitecto Herrera, Santa Teresa de Ávila, San Francisco de Borja, Cervantes, el Duque de Orange y muchos más; todos ellos , reitero, influyentes personajes europeos de aquella  época de hegemonía española.


El título “Señor natural” de la versión en lengua castellana,  alude, según creo, a los seres reservados, “por la gracia de Dios” y en razón de su estirpe superior, a ser el amo y señor de vidas, pero, principalmente, de múltiple hacienda. En el caso español,  en el momento histórico descrito en la novela, esta “gracia” recaía en los del linaje de los Austrias (los Habsburgo). En Francia, en los Valois. En Escocia, en los Estuardo. En Inglaterra, en los Tudor… A mí, sin embargo, me parece más apropiado Terciopelo Negro” dado por el autor a la versión original . En parte, porque los nobles e hidalgos españoles, en aquella etapa de esplendor, se caracterizaron por el empleo de prendas oscuras de terciopelo. En alguna ocasión recuerdo haber leído sobre la sobriedad y el uso generalizado del color negro en  sus vestimentas, que distinguía a los  dignatarios  de los reinos de Castilla y Aragón. En franco contraste con las vestimentas lujosas y muy coloridas de los cortesanos de los reinos musulmanes de la península y, también, de los de las cortes inglesa, escocesa y francesa. Pero, la razón esencial es porque tras la lectura de la prolija obra de este amante de lo español, más de quinientas páginas, coliges que su autor, el húngaro Passuth, a quien dedica su obra es a España y a sus gentes, en aquel singular momento de su historia en que, por la coincidencia de muchos y excepcionales personajes, brilló de modo inusual y sorprendente en campos tan diversos como  literatura, arquitectura, religión, pintura,  militar,  descubrimientos geográficos, navegación, etc.,

San Francisco de Borja
Arquitecto Herrera
Estas son las razones de mis preferencias por “Terciopelo Negro,”  sobre “Señor Natural”. Aunque también la cuestión del señorío (soberano legítimo ) es ampliamente abordada; como lo evidencian los múltiples pasajes del libro dedicados a narrar las estrategias, los acuerdos  políticos, las bodas, las luchas abiertas o soterradas entre las respectivas élites   de  los reinos de Francia, Inglaterra, Escocia y España de la época.  Hechos encaminados en dirección unívoca a lograr, o al menos controlar, el poder. Poder  entonces ejercido de
 modo omnímodo  por el monarca.

María Estuardo
En su obra, Passuth cuenta con amenidad y detalle los principales  conflictos entre los poderosos de entonces por los tronos, tales como los habidos entre Isabel Tudor y María Estuardo. Los protagonizados en Francia por los últimos Valois, tutelados éstos por los poderosos GuisaEn los Países BajosGuillermo de Orange, el antiguo fiel servidor de Carlos V, (Carlos I, de España) capitaneando la sublevación contra Su Católica Majestad, Felipe II.  En Portugal, tras la muerte y desaparición del Rey Sebastián, las luchas entre el viejo Cardenal (tío del desaparecido rey) y el Prior de Crato(Antonio, el bastardo ), y, posteriormente la de éste con Felipe II.  Y, ya en España,  leeremos acerca de la rivalidad  entre las poderosas Casas de Alba y de Éboli,   por influir sobre las decisiones del Rey.    En conclusión, cualquiera de los dos títulos es acertado.


 
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viernes, 25 de enero de 2013

El ojo avizor, de Mary Higgins Clark



Hace ya unos cuantos años leí, por primera vez, esta interesante novela  de intriga, escrita por la norteamericana 
Mary Higgins Clark.Edición del Círculo de Lectores, 1984. Título del original inglés, “Stillwatch”, traducción de María Francisca Graell.  Entonces, los hechos y ambientes descritos en la novela los juzgué alejados del contexto español y muy circunscrito a los Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo,  en esta segunda lectura he encontrado grandes similitudes entre la ficción contada por Higgins y la realidad española actual.  Me explicaré.

La trama de la novela se desarrolla en los entornos de  dos singulares féminas. El de la protagonista, Patricia Traymore, una joven y brillante periodista de televisión. Y el  de Abigail Jennings, una madura y ambiciosa senadora, salida de la nada.  En esta obra la escritora norteamericana- pienso - ha sabido plasmar, y además de modo entretenido, los oscuros entramados de ambiciones personales que pueden  esconderse tras unas buenas  imágenes e información sagazmente filtrada por algunos periodistas sobre políticos, con el fin de crear una opinión pública concreta,  aunque  para ello sea omitida, manipulada o desfigurada la verdad intrínseca de los hechos. Lo que importa es el mensaje subliminal que se quiere hacer llegar al público. La práctica, en suma,  de un periodismo oportunista que no facilita la verdad pura y dura de los hechos, sino la que a ellos, especialmente a los grandes “comunicadores” y sus socios del momento, les pueda convenir para aupar o acaso hundir a “alguno o alguna” en la estima popular Información que ha sido sutilmente confeccionada” tal “traje a la medida”, y “facilitada” en el momento más adecuado a los intereses del magnate o del político para el que,  o bien trabajen, o reciban, o esperen recibir, pagos o prebendas. Este juego de intereses, a mi modo de ver, queda bien reflejado en la novela. La historia contada- como ya dije-  está cargada de intriga. Intriga que no se desvelará hasta el final. De la que no debo, pues, dar más detalles para no romper el interés. El escenario escogido por  Higgings es Washington, D.C., la capital de los EEUU. y,  según creo, ha pretendido dar en esta obra una imagen  de distinción para la clase política de aquel país, describiéndonos sus elegantes viviendas amuebladas con selecto  mobiliario, incluido  piano  de cola(¡!), el buen gusto y refinamiento  del vestuario tanto de ellos como de ellas, las reuniones y recepciones con la élite del lugar,  la formación  en universidades prestigiosas,  o,  la tenencia de un físico espléndido, en el que los años, encima, no hacen mella. En fin,  con múltiples de esos detalles que aunque amenizan la escena, también, creo,  la alejan de la realidad inmediata  de los comunes mortales como yo.

Otro de los aciertos de la novela,  que muestran la calidad de la autora en cuanto al conocimiento  y saber expresar la condición humana,  es la encarnación, en la senadora Jennings, de aquellas actitudes universales mostradas por los seres que  desprecian su entorno y orígenes familiares, por considerarlos que no están a la altura de su estatus presente y  cuyo recuerdo, por cierto, les abruma. Pasado que deciden soslayar eliminándolo de su historial ( biografía). O, asimismo, la  del ser segundón, pero muy ambicioso,  en la novela  encarnado por Toby Gorgone, que, “sin oficio ni beneficio concreto”,  medra al costado de un poderoso, porque  “le saca a éste las castañas del fuego” y  es “sus ojos y oídos”, informándole  de todo lo que ocurre a su alrededor y al que suele acompañar, cual sombra, en todos sus cambios de destino.
 También me llamó la atención  que, a mediados de los ochenta, fecha  de edición de la novela,  la trama incluyera un personaje parecido al tristemente famoso  enfermero de Olot. ¡Qué imaginación tan poderosa, pues, la de algunos novelistas! ¿No?

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Misterios de las civilizaciones muertas, por J.Mallas


Cuando hace unos días comencé este comentario, no pensé que me costaría tanto. Llevo, sin embargo, varios días en ello y en múltiples ocasiones he cogido de nuevo el libro para releer varios de sus capítulos. Con especial interés y atención he releído el Inicio y el Epílogo de esta segunda edición.

El libro de J.Mallas,“ Misterios de las civilizaciones muertas”, Ediciones Telstar, 2ªedición, febrero de 1972, está escrito a modo de ensayo en el que se exponen ideas propias y ajenas  resultado de los descubrimientos arqueológicos y de estudios de especialistas, “los sesudos hombres y mujeres” que se han dedicado a explorar los oscuros y tortuosos rumbos de la pobre criatura humana, en su deambular histórico, partiendo del denominado por el autor Meridiano Cero”. Transcribo su localización, detallada por Mallas en la página 17: 
Nuestra civilización, La Occidental, está vertebrada, precisamente, a lo largo del “meridiano cero”. Este mismo meridiano, al menos hasta el momento, reconoce el origen de todas las civilizaciones, que pueden situarse en cualquier punto de su latitud y a poca distancia- relativamente poca – de la longitud, Este u Oeste. Si abrimos un Atlas y observamos un Planisferio, veremos que “el meridiano cero” es el 34º Long. E. De Norte a Sur podremos localizar nombres de bíblicas resonancias: Nazareth, Jerusalén, Belén…”

Apuntada ya  la dificultad que estoy teniendo para elaborar este comentario, a pesar de ser ya una cuarta lectura, paso a señalar lo que al presente considero  la finalidad principal de este ensayo: advertirnos - cual profeta apocalíptico - sobre  nuestra enferma Civilización Occidental. De hecho para el autor nuestra civilización ya murió. Hipótesis desarrollada desde el inicio, en las primeras páginas dedicadas al “Meridiano Cero”, 9 al 20, y remachada en su Epílogo a la  segunda edición de 1972. Siete son los capítulos en que se divide la obra y cuyos títulos son los siguientes:

I  La ciudad más antigua del Mundo.
II En busca de la Atlántida
III En el umbral del nuevo continente.
IV Rostros feroces, ritos sangrientos
V El silencio de las ciudades abandonadas
VI Salto a través del Pacífico
VII El infinito apunta al “Meridiano Cero”

En mis comentarios anteriores sobre esta obra, cuyos enlaces detallo al pie,  pasé por alto  muchos  aspectos ahora  vistos  como por ejemplo el evidente humanismo y fe cristiana del escritor, plasmados desde los comienzos en sus citas y alusiones a la figura de Jesucristo, y también a otros pensadores y humanistas cristianos. Entre ellos muchos españoles célebres, tal como Eugeni D’Ors, Unamuno; Gregorio  Marañón, Santa Teresa de Jesús, etc.  Llegados a este punto, resalto algunas de las citas y reflexiones que más me gustaron:

“Fue, precisamente en esa línea del “meridiano cero”, donde hace veinte siglos desgarráronse las más terribles palabras del Cristo, condenado a los traficantes y mixtificadores de la Ley: “Ay, igualmente vosotros, doctores de la ley: porque echáis a los hombres cargas que no pueden soportar, y vosotros ni con la punta del dedo las tocáis.”(LC., 11,46 y ss.)” Y añade  la siguiente reflexión: “Quien haya estudiado la figura de Jesús, en su doble naturaleza, divina y humana, y haya penetrado en la sublime y a la vez misteriosa mansedumbre del Cristo, en su ternura y amor infinitos, en su misericordia y caridad, advertirá claramente que la Fe, tantas veces por Él invocada, ni tiene satisfacción con la tibieza ni admite por aliado al fanatismo; el cual, a la postre, no deja de ser una forma retorcida de la hipocresía.”(pág.17) 
“La conducta del hombre y de los pueblos transcurre en un continuo pleito entre la sublimidad y la vileza; en una lucha porfiada, terrible y hermosa a la vez”. (pág. 19)
“Si fuésemos capaces de interpretar rectamente el mudo y en ocasiones siniestro mensaje de las civilizaciones muertas, es posible que descubriésemos que no fue cataclismo geológico alguno ni invasión arrolladora la causa primaria de su total desaparición. Fue algo más sencillo y trágico: el endiosamiento de la vileza, bajo cualquiera de sus múltiples y engañosas formas.”(pág. 19)

E incido en   la argumentación  de Mallas en atribuir como causa subyacente a la desaparición de alguna de estas antiguas civilizaciones, al enorme distanciamiento producido entre los intereses de las élites y los del pueblo llano

El autor  es muy crítico con esas jerarquías que sólo patrocinaron su exclusivo bienestar y la prevalencia del mismo sobre los del resto del colectivo. En el análisis de las culturas centroamericanas azteca y maya es donde  , según creo, este argumento queda más claro, cuando se refiere a la ferocidad y la crueldad reflejados en los dibujos e imágenes de los frisos pincelados por los artistas de aquellas culturas, así como por el hecho revelador de cómo a pesar del elevadísimo nivel de conocimientos  alcanzados y evidenciados en sus construcciones, calendario, etc., -  que Mallas llama “progreso especulativo”- éste no fue empleado para aliviar y mejorar los trabajos de la masa campesina, sino para oprimirla. En varias ocasiones  reprocha  que elementos tan básicos en las tareas agrícolas como la rueda y el arado común .no fueran aplicados a estos usos . Porque- nos detalla-  conocieron la rueda, pero ésta    sólo se aplicó  en juguetes.

Transcribo a continuación algunas de las frases o pensamientos expuestos en el libro en relación a esta idea:
“Aunque en el Yucatán los sacrificios humanos fueron menos masivos que en México…no por su sangrienta ferocidad deja de pertenecer a un estado de infracivilización. Pero ejercido por una casta intelectualmente desarrollada, es puro sadismo.”(pág.164)  
“Cuanto más se estudian los enigmas suscitados por la estructuración social de los pueblos precolombinos de Centroamérica(1)…se advierte a qué horrorosas deformaciones puede llegar la conciencia humana, cuando pretende erigirse en poder absoluto.”(1) Este fenómeno es observable a lo largo de toda la historia. Sin embargo, en las culturas aquí tratadas, precisamente por su progreso especulativo al servicio exclusivo de una clase dominante, ofrece contrastes de mayor violencia y dramatismo.”(pág.164)  
“En el pueblo maya se advierte, más que en cualquier pueblo de la antigüedad, el abismo existente entre las dos únicas capas sociales: el de las familias dominantes, núcleo reducido y, naturalmente, conjugado con los sacerdote y una abrumadora masa de gente oprimida”(pág.164)  
“…las únicas mentes cultivadas-sacerdotes-, en vez de aspirar al progreso, pretendían sólo imponer su voluntad por el terror…Una actitud semejante induce, incluso, a otra conclusión hipotética y todavía más desoladora: aquella casta sacerdotal no deseaba el menor progreso. Unas inteligencias capaces de crear obras científicas y artísticas como las descubiertas, de haber querido habrían creado también dos de los instrumentos más prácticos, sencillo e impulsores del progreso: el arado y la rueda.”(pág. 166)  
En la jungla del Yucatán se extinguió un pueblo- es decir, unas comunidades formadas por individuos, por seres humanos-, al que se le escamotearon dos de los instrumentos más útiles para vivir y progresar: la rueda y el arado”(pág. 170)  
“…los indios del Yucatán, utilizaban un año de 365 días y otro cómputo, el año de la Luna, de 360. Los días restantes ’no eran contados porque llevaban ‘mal agüero”…conocían el sistema vigesimal y utilizaban el cero.(pág.170)  
…sus conocimientos astronómicos, tan asombrosos como inexplicables. A la precisión de los cálculos del año solar, se añade el enigma del año venusino de 584 días.”(pág.171)







Con el fin de evitar que quien  sólo lea estas citas llegue a la errónea conclusión de que el autor, Mallas, en su visión del pasado perdiera la perspectiva del presente y del futuro; transcribo varios párrafos con los que cierra el capítulo dedicado a la civilización maya:

También hoy tenemos poderosísimas “Ruedas y arados”; desde los fertilizantes hasta las cosechadoras; desde la electrónica al átomo; desde la asepsia completa hasta la conquista del espacio. Y, sin embargo, dos tercios de la humanidad padecen hambre. Y por falta de la ayuda necesaria, la capacitación indispensable y la tecnología precisa, en el mismo continente suramericano, depositario de ingentes riquezas naturales, se movilizan más recursos para alimentar golpes de estado que para nutrir a los hambrientos.”(pág. 172).
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(lectura en el año 2004)