miércoles, 20 de agosto de 2014

Diario de un emigrante, Miguel Delibes


Diario de un emigrante, el ejemplar por mí leído corresponde a una edición del Círculo de Lectores, con prólogo del propio autor, Miguel Delibes. Libro dedicado a su esposa, Ángeles de Castro, a la que denomina “el equilibrio; mi equilibrio”.

Es la historia de un joven matrimonio, Lorenzo y Anita, que marcha a Chile, siguiendo la llamada de un tío paterno de la muchacha, asentado en aquellas tierras desde unos cuantos años atrás, y quien, al parecer, cuenta ya con un labrada buena posición económica. La narración tiene lugar a modo de anotaciones en un diario de los sucesos cotidianos, sentimientos y reflexiones personales que experimenta el protagonista, Lorenzo, desde los meses previos a su marcha a América. Allí, en el diario,  refleja sus dudas y angustias  por lo que deja, -  su casa, sus parientes y amigos cercanos y queridos, la caza incluida la perra y la cuadrilla de amigos, su trabajo de conserje en un  instituto…  Y, también, obviamente, las esperanzas y alegrías concebidas por los jóvenes esposos ante las halagüeñas perspectivas de un mundo mejor ofrecidas a ellos dos  por el llamamiento del “generoso” tío de la mujer.  Posteriormente, y ya en el Nuevo Mundo, son plasmadas las decepciones y vicisitudes que experimentan ambos esposos ante el nuevo mundo real allí encontrado y las muchas añoranzas  sufridas respecto a lo conocido y  dejado atrás y muy lejos, en España. Luego vendrá también la plasmación de las experiencias  y sentimientos de  la etapa de aclimatación y de la consecuente lucha diaria por la vida que obliga al conocimiento de lugares, costumbres y de personas nuevas y a su contraste con los del pasado .  

Esta lectura no tiene el gancho, a mi modesto entender, de las otras obras de Delibes por mí leídas, me refiero a “La hoja roja”, “Cinco horas con Mario” y “El Camino”, especialmente ésta última. Su interés principal está en que recoge  la situación y problemática de aquellos españoles, en un pasado reciente, cuando la dictadura de Franco, décadas del 40 al 70,  obligados a coger su ligero equipaje y marcharse a otros países en busca de un mundo mejor. Búsqueda  que muchos de ellos focalizaron en la América Hispana, países cuyas gentes hablaban la misma lengua, tenían similar cultura y costumbres a las propias y la misma fe cristiana y católica. De los que se fueron, muchos no volvieron porque no encontraron fortuna y se acomodaron a las nuevas circunstancias, siguiendo el camino a ellos abierto por su destino. Otros, sólo unos cuantos, sí lo hicieron, los indianos, porque hallaron, tras múltiples y pacientes esfuerzos, el mítico “El Dorado”. Eran emigrantes, término harto usual en la España de mediados del siglo XX, salidos muchos de ellos de zonas concretas de España como Galicia, gentes, en su mayoría, muy sencillas, sin formación y escasos recursos económicos, iban a hacer “las Américas”, así, en su más amplio concepto. Entre los países destinatarios de esta emigración española descuellan  Argentina, Venezuela, Cuba y México(los exiliados republicanos, incluida buena parte de la cúpula del gobierno de la República).