miércoles, 13 de mayo de 2015

El alcalde de Furnes (Las mujeres del alcalde), (G. Simenon) (3 y fin)septiembre, 2005

A veces pienso que mis comentarios acerca de los libros o lecturas diversas suelo enfocarlos, en demasía, sobre la cuestión social, los conflictos entre las personas en razón de su ideología, condición o clase, y olvido comentar aquellos otros aspectos más simpáticos e incluso más tiernos y sensibles que también atrajeron mi atención.


Con este libro de Simenon, tengo el mejor ejemplo. Después de Joris Terlink, protagonista indiscutible de la novela, los otros personajes que
tienen cierto protagonismo son mujeres. Todas le han dado o aportado algo a su existencia y a su particular, singularísimo, modo de ser. En primer lugar, obviamente, su madre, una impar vieja señora. Trabajadora incansable, que desprecia a los ricos y a la hipocresía por ellos encarnada, incluido su propio y único hijo. Para seguir con Thérése, su sufrida esposa y muda voz de su conciencia, similar al Pepito Grillo de Pinocho – “en sus miradas Terlink lee las palabras no dichas “que le inspiran un odioso desapego. Y el dúo de Marthe y María, con el que cierra su vida. Sin menoscabar u olvidar los airosos personajes de Lina y Manola, unas jóvenes sin prejuicios y con una visión y un mundo diametralmente opuesto, diferente, muy distinto, al del vetusto alcalde de Furnes. El de éste un convencional y retorcido mundo de intereses y convencionalismos formales.


Los pasajes referidos a las visitas de Terlink a la casa de Lina- habitación concretamente- en los que se describe el desorden allí imperante, con las ropas tiradas por doquier, incluidas las prendas íntimas, así como el desparpajo de las actitudes y conversaciones desenfadas de las muchachas, me resultaron divertidos. Especialmente la narración de la micción de Manola, escuchada perfectamente por el vejete... ¡Vamos, un sin fin de detalles pormenorizados y sustanciosos que dotan de realidad a la escena!

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