El hombre del traje
gris, de Sloan Wilson.
Editorial Bruguera, edición especial, abril 1978. Título original: “The man in the grey flannel suit”.
Simon &Schuster, 1958. Traducción:
Baldomero Porta, cubierta Miguel Ángel Giménez.
Lo
leí por primera vez hace ya unos cuantos años. (*) Pero entonces la figura de Tom Rath, y su particular drama
no atrajeron mi atención, aunque en ambas ocasiones, reconozco, he disfrutado
con esta amena lectura. La historia de un norteamericano común de los años
cincuenta del pasado siglo, de treinta y tres años, doce años de casado y con
tres pequeños. Vive en Westport
(Connecticut) y diariamente, en tren, acude a su trabajo en Nueva York, en una gran empresa de radio-televisión. Su
incorporación a esta empresa es muy reciente. Antes trabajaba para una
fundación y se cambió por ganar más
dinero para atender las crecientes necesidades familiares al mismo tiempo que
disfrutar del tiempo libre con ellos.
Estas son las bases del relato en el que nos son planteadas cuestiones, opino, universales de eterna vigencia, a saber:
En primer lugar, el dilema personal de la conciliación de trabajo y familia, es decir, trabajar para vivir o vivir para trabajar.
Conflicto que se agudiza si , como en el caso del protagonista, el ascenso al
que se aspira conlleva desplazamientos del lugar habitual de residencia,
horarios inagotables de trabajo incluidos
los fines de semana y festivos, así como la plena disposición, es decir, “full time”. Ese término en inglés que bien podríamos traducir como
“siempre a disposición de la empresa y olvídate de tu familia, de tus
diversiones o entretenimientos personales, de tus obligaciones de otra índole
que no sean las laborales, etc. etc., y en síntesis, fuera vida privada”. (1)
También dentro del ámbito
laboral, en la novela se nos describe el modus
vivendi de un alto ejecutivo, el presidente de la compañía, el Sr. Hopkins, un individuo con un
sueldazo extraordinario, lujosas oficinas en la planta más noble del edificio,
vistosas secretarias, coche con chófer, y, en su entorno y de obligado paso previo a él, uno o dos también altos
ejecutivos de la organización. Las manos derecha e izquierda, y de algún modo,
herederos, al menos eso creen ellos, del puesto del tal Hopkins. En la
práctica, éstos suelen ser peores con sus subordinados que el jefazo. Pues, al
parecer, “estrujar “al que tienes debajo es un mérito.
Considero que el cuadro pintado
por Wilson en su novela es muy real, tanto en cuanto al escenario como a la descripción
de los tipos humanos allí trazados. Especialmente en relación al presidente de
la compañía, el Sr. Hopkins. TODO PODEROSO dentro de la United
Broadcasting pero un ser insignificante,
en el más amplio sentido, fuera. Un individuo cuyos éxitos profesionales van en
correlación negativa a los de su vida privada, tanto en la pasada como en la
presente. Ni objeto ni objetivos fuera del mundillo de la empresa. Aquí, un
dios donde se le venera. Fuera y mayormente en su hogar, ¡un pobre diablo! Ni buen padre, ni buen
esposo, y sólo, en algunos casos, un magnífico proveedor de recursos
económicos.
Siguiendo dentro del mundillo
empresarial expuesto en esta novela- , a mi entender, reitero, muy
acertadamente, - quiero resaltar cómo Sloan
Wilson a través del presidente de la compañía, Sr. Hopkins, señala “la
responsabilidad fundamental de los que trabajan en los medios de comunicación
de ofrecer a la atención del público cuestiones de gran importancia”.(pág.345)(2)
Otro de los aciertos de esta
novela, según creo, es el dilema de conciencia que arrastra su
protagonista, Tom Rath, quien recién casado, tras el estallido de la SGM, se
incorporó al ejército y fue desplazado a Europa, en el cuerpo de paracaidistas.
De aquella etapa han quedado recuerdos de amargas experiencias protagonizadas y
un hijo. Esta situación encarna, según creo, esas particulares historias que
cualquier persona, corriente y vulgar, en apariencias gris, puede arrastrar
consigo. Cada persona un mundo. Un mundo ignoto.
Hay otras dos cuestiones allí
abordadas que son la justicia y la escuela pública. Según leí en una de las
biografías del escritor estadounidense, fue un tenaz defensor de la escuela
pública. (3)
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(1) Full time(horarios laborales): En la novela, escrita por Wilson, en
los cincuenta del pasado siglo y en relación a los Estados Unidos de
Norteamérica, la excesiva dedicación exigida a Tom Rath obedece a ser un puesto superior, tanto en cuanto a
remuneración como dentro del organigrama
empresarial, en colaboración directa con las máximas jerarquías , concretamente
con el presidente de la compañía; pero esta odiosa exigencia ,
desafortunadamente, en España, a partir de los 90, ha sido una práctica
impuesta al personal especialmente entre las grandes empresas. Yo hablaré del
sector financiero, los grandes bancos nacionales, donde las categorías
profesionales, los sueldos y la distinción de trabajos y faenas según categoría
alcanzada fueron eliminadas, junto con el cobro de las horas extras, imponiendo los llamados
sueldos cerrados con un fijo corto y un variable muy largo a gusto del
empleador. Y también el “full time”, siempre allí, en el lugar del trabajo,
aunque como en el caso de muchos de los jefecillos sólo fuera para leer el
periódico e informar si los otros estaban. El tradicional horario de 8 a 3
bancario, en su día gran logro laboral,
quedó como muchas otras cosas en “lo que
el viento se llevó”. Y los sindicatos cantando el “Pío , pío”
(2) Los medios de comunicación y las cuestiones que ofrecen al público:
La novela de Wilson se publicó a mediados del pasado siglo XX y además,
reitero, en relación a los EEUU. Así que
en este punto yo me situaré en España, concretamente en Cataluña, y en este siglo
XXI, y lo que aquí observo es el sistemático lavatorio de cerebros por parte de
los grandes medios de comunicación, especialmente a través de las televisiones,
programas basura, mucho “reality
show”, donde brillan personajillos carentes de especialidad
profesional y menos aún de valores
éticos, encaminados a ponderar lo imponderable y a resaltar como virtud lo que
en algunos es defecto y en otros vicio, banalización de las normas, costumbres
y tradiciones e imposición de nuevos modelos de comportamiento donde priman la
indefinición de género, la promiscuidad ,
el desafecto familiar, la falta de creencias religiosas, ridiculización de las
buenas costumbres, la chabacanería y grosería constante en el lenguaje, etc. etc.
. Programación en las que las series y
películas, en su mayoría, son unos bodrios con tramas en las que el sexo, el crimen y la violencia, se reparten la base
argumental. Historias sencillas en las que se ponderan la fraternidad, la
solidaridad, el amor sincero y desinteresado entre un hombre y una mujer, la
superación mediante el esfuerzo personal, …todo eso es pasado, y un pasado que
hay que borrar , olvidar o tergiversar.
Pero donde observo el mayor mal uso de la acción de los medios de
comunicación es en los niños y jóvenes, con una programación zafia, aquella más
tolerable, y en su mayoría, con unos modelos a seguir realmente tendenciosos y
pervertidores de los valores vigentes.
Y unido a todo lo antes expuesto,
no hay que olvidar el papel, superior e inestimable, jugado por los medios de
comunicación en la creación de opinión pública. Y más concretamente aquí en
Cataluña, donde la TV3, la en teoría, mucha teoría, televisión pública ha sido
sólo y exclusivamente un instrumento al servicio de los gobiernos de la
Generalitat y sembradora de consignas partidistas y segregadoras. Ayudados muy
eficazmente, sin duda, por los medios privados, tal como el grupo Godó, los de La
Vanguardia; el hasta hace relativamente poco, grupo Z(Asensio) de “El Periódico de Cataluña”, los Carulla de
“Ara”, y etc. etc., destinatarios TODOS de pingües subvenciones.
(3) Escuela
pública. El planteamiento de esta cuestión en la novela me ha hecho reflexionar sobre el tema. Más en
estos momentos en los que según he leído la ministra de Educación, Isabel
Celaá, está “negociando” con los grupos que les permitieron formar
gobierno a los socialistas de Sánchez, una nueva ley de educación, en la que,
creo, se sigue despreciando e ignorando la voluntad de los
padres y tutores de los niños en cuanto a la elección de centro , elimina el
castellano como lengua vehicular, tal como se ha venido haciendo en Cataluña
desde hace ya muchos años, introduce disciplinas como “Memoria de la
democracia”( ¿? ), quita las subvenciones o ayudas a la educación diferenciada,
y ataca a la concertada, entre otras medidas,
llamémoslas estridentes. Es decir, se reincide en la politización
ideológica de tan trascendental tema.
¡Que poco, nada, les importa a
estos gobernantes la educación y formación de nuestros niños y jóvenes! Pero, ¡qué pasividad tan absoluta la nuestra! Es
la quinta o quizás sexta de las leyes de
educación implantadas en este país, España, desde 1978. Y todas ellas, salvo
una, la vigente, fueron fruto de los del PSOE. Materia, por otra parte, que fue
transferida a las Comunidades, y que ha servido para que, como aquí, en
Cataluña, la escuela sirviera de instrumento eficaz al nacionalismo cerril.
Me pregunto, pues, qué pasaría si los hijos, nietos y allegados cercanos
de todos estos individuos, de modo obligatorio, por ley, tuvieran que mandar a
sus deudos a la escuela pública por
ellos pergeñada. ¡Que probasen buena
porción de su maléfica medicina!
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Me remito a mi comentario tras la primera lectura de esta interesante novela de Sloan Wilson:
https://silvialeyendo.blogspot.com/2008/03/el-hombre-del-traje-gris-0-los-chicos.html