Sinceramente,
no sé qué decir o cómo empezar este comentario sobre la tan conocida obra de
Lewis Carroll, adaptada al cine, en dibujos animados y preciosas canciones de
fondo musical por el genial Walt
Disney, allá por los años cincuenta del pasado siglo. Versión que fue, en
mi niñez, uno de mis cuentos preferidos, y posteriormente, el que más creo haber
relatado a mis hijas y nietos.
Todo
esto lo digo para que se pueda entender que la narración original de Carroll no
me entusiasmó nada. Prefiero la adaptación del cineasta/productor
estadounidense, con la niña rubita de vestido azul y delantal blanco corriendo
tras el conejo que clama porque llega tarde. Peripecias y absurdos entretenidos
y bonitos, pero no así los descritos en la narración original de Lewis Carol,
en la que los personajes y sus acciones más que absurdos son grotescos y hasta
crueles.
Hace
algunos años la empecé e interrumpí su lectura. En esta ocasión, al menos, he
llegado hasta el final.
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Lewis Carroll, fue un diácono anglicano, lógico, matemático, fotógrafo y
escritor británico. Sus obras más conocidas son Alicia en el país de las
maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí.
