Hace unos días empecé a comentar
el libro “Reinas sin coronas” de Anny Latour, pero antes de decir todo lo que
quería me desvié hacia otras cuestiones.
Procuraré hoy, dar cumplido término a
ello, porque observo que en demasiadas
ocasiones, escribo que continuaré y luego no lo hago. ¡Malo!
Me centraré en sólo tres de
las protagonistas de la obra de Latour, aquellas cuyo papel e influencias sobre
sus coetáneos y conciudadanos considero más cercanos, tanto en el espacio, porque fueron
europeas, como en el tiempo, pues vivieron en los siglos XIX y XX. Y también- sin duda- por el exacerbado
nacionalismo del momento que les tocó vivir. Tres célebres mujeres, de
nacionalidades alemana, italiana y francesa, desconocidas por mí hasta la
lectura de este singular libro.
Comienzo por Rachel Varnhagen , a quien, en
1830 , Gentz le escribió “Es usted el romanticismo mismo”, es
decir, la encarnación del romanticismo alemán, definido como, “eclosión de pasiones individuales, sin
otra ley que la realización del yo y del propio destino; en que predominan la
emoción sobre la razón y la fantasía y
el valor sobre el saber”.
Personaje que despertó mi interés porque para mí más bien encarna al
prototipo del individuo, quizás hasta superior, pero “diferente”
dentro de un colectivo exclusivista, al cual
aquél se afanará por pertenecer, ser uno más con plenos derechos, aunque
para ello deba renunciar, más bien renegar,
de sus raíces, de sus tradiciones y
cultura propios, e incluso de sus convicciones religiosas. Seguidamente, transcribo
párrafo con el que la autora concluye los capítulos destinados a Rachel Varnhage Von Ense expresivo de los sentimientos de esta mujer en
los últimos días de su existencia:
“Cinco días antes de
morir, el 2 de marzo de 1833, a los 62 años, Varnhagen escribió de
sí misma ... "soy refugiada de Egipto y de Palestina", y "lo
que toda mi vida me ha producido mayor vergüenza, mayor dolor, mayor desgracia,
haber nacido judía, ahora, por nada del mundo querría ser desposeída de ello".
Rachel era alemana de origen judío, pertenecía a una rica familia de comerciantes, los Levin, y su lengua
materna fue el yiddish . Su
infancia y juventud, consiguientemente, transcurrió en el gueto judío, “apartada- dice Latour- de la corriente política y
cultural”; porque la sociedad alemana no daba acceso a la sociedad a
los judíos. “Para acceder a ella no había más que un medio de orden
individual: el “bautismo”. Al amparo del acto del bautismo los judíos podían
participar en la vida política y cultura de Alemania” (p. 129). El
acto de conversión al cristianismo fue calificado por el célebre poeta Heine, coetáneo y
del mismo origen que Rachel como “billete de entrada a la civilización europea”. Billete que muchos alemanes judíos adquirieron
de modo interesado. En este punto, Latour pregunta: ¿Quién podría reprochar a tantos
judíos alemanes que abandonaran la fe de sus antepasados para poder sustraerse
al aislamiento del ghetto? Y más adelante para ilustrarnos con un
buen ejemplo nos habla de la posición personal adoptada por tres de ellos, David Veit ,el ya citado
Henri Heine y Rahel, : “ (…)Veit(…)en un entorno hostil,
intentó, (…) integrarse (…), pero conservando su integridad
espiritual.(…)Heine, víctima de la misma miseria judía, (…) sabrá
transformarla, no en lágrimas , como Rachel, sino en creación poética”.
Rachel Varnaghen Von Ense despertó
elogios, admiración y pasiones en notables personajes germanos como Gentz, Beethoven, Goethe( un
ídolo para Rahel) y hasta del propio Achim von Arnim y de Clemens Brentano.
Para meterme en el tema del
nacionalismo exacerbado, cerril, creo que la manera más
sencilla sea reproduciendo los párrafos que más me impactaron:
"El romanticismo se hace
reaccionario", este es
el título del capítulo en el que la autora trata la evolución del romanticismo
alemán y nos dice: “En el medio del
colaboracionismo oficial, se ve brotar un sentimiento hasta entonces desconocido:
el patriotismo. En la sala abarrotada de la Academia berlinesa, Fichte lee sus
Discursos a la nación alemana. Este filósofo, célebre por sus sentimientos
europeos, cambia de la noche a la mañana: se hace patriota. Sus palabras
inflamadas despiertan las conciencias(…)condena de toda arrogancia nacional(…)su
llamada a la dignidad y a la independencia. El socialismo de estado que
preconiza responde a las aspiraciones… de ver realizada la justicia social. El
idealismo religioso…rechazando todo dogmatismo y proclamando como única base
ética la fe en Dios.
¿ Pero, se pregunta Latour, de qué sirven las tesis de Fichte, tan poderosamente fundadas en la razón, si un romanticismo llevado al absurdo se transforma en antítesis misma de la razón? Los románticos se pierden en la arrogancia; proclaman a su propia nación como única portadora de la verdad absoluta,…Se precipitan en el abismo de su propia perdición, como dice Nietzsche, en la enfermedad y en la ignorancia más opuestas a la civilización: el nacionalismo.(pág. 143)”
¿ Pero, se pregunta Latour, de qué sirven las tesis de Fichte, tan poderosamente fundadas en la razón, si un romanticismo llevado al absurdo se transforma en antítesis misma de la razón? Los románticos se pierden en la arrogancia; proclaman a su propia nación como única portadora de la verdad absoluta,…Se precipitan en el abismo de su propia perdición, como dice Nietzsche, en la enfermedad y en la ignorancia más opuestas a la civilización: el nacionalismo.(pág. 143)”
“La influencia de esta degradación pesa sobre la sociedad
como sobre la literatura. Los escritores y poetas se transforman en charlatanes
de feria, los patriotas en falsificadores del patriotismo (…) Para atizar el fuego hay que estimular los
particularismos nacionales, sugerir al pueblo alemán la ideología de la sangre y de la tierra. Y, ante todo, predicar el odio.”(p.144)
Este nacionalismo incipiente no se concibe sin su complemento
indispensable: el racismo”
A partir de 1819(…) Los decenios que siguen constituyen un
triste capítulo de la historia de Alemania. Al fuego del entusiasmo sucede la
reacción, que se manifiesta por el burocratismo, el despotismo, la represión de
todo impulso liberal. Hace estragos, sobre todo, en Berlín, cuna años atrás de
ideas progresistas(…)reina un clima de espionaje y de delación. Las
persecuciones policíacas están a la orden del día. La mano pesada de la censura
se apodera de las obras maestras de la literatura: se prohíbe representar
Egmont, de Goethe; Guillermo Tell, de Schiller; El Príncipe de Hombourg, de
Kleist(p.145)
Ciertos biógrafos de Rachel…le han aplicado el nombre de
profeta…se halla dotada de un raro instinto para los acontecimientos futuros…prevé
los desastres que traerá consigo el movimiento nacionalista(…)En 1817 responde
en carta a su esposo: Preveo en mi espíritu una catástrofe real si estos
alienados pueden continuar su obra…En agosto de 1819 estalla, como una
tormenta, una ola de persecución semita”(p.147)
“La profecía apocalíptica de Heine se proyecta sobre un
futuro más lejano: Alemania verá, un día, desarrollarse un espectáculo, en
comparación del cual la Revolución francesa no aparecerá más que como un
inocente idilio”(p.147)
"Rachel, quintaesencia del
romanticismo alemán, apenas se atreverá a llamarse a sí misma alemana”. El odio
es un veneno que se desliza en el corazón de quien se siente odiado, le roe y
le roba la fe en sí mismo y en sus semejantes. Las consecuencias más nefastas
del antisemitismo son que los judíos, contaminados, serán a su vez víctimas de
la más terrible calamidad moral: el desprecio de si mismos.”(p.149)