sábado, 31 de mayo de 2014

Marianela, de Benito Pérez Galdós


Marianela”, de Benito Pérez Galdós, “Ediciones Rueda, J.M., S.A.”, 2001, Colección “Obras escogidas de Pérez Galdós”. Ahora hacía mucho tiempo que no leía nada de este autor nacido en Canarias, amante de su patria, España, y en cuya  capital, Madrid, escenificó muchas de sus novelas.  Este libro, “Marianela” lo compré por "Sant Jordi", en el 2009, pero no sentí deseos de leerlo hasta después de haber leído la novela “El Camino”, de Delibes, ese otro afamado escritor español y,  al igual que Galdós,  narrador de historias simples y casi siempre ambientadas en la geografía común española. Galdós , curiosamente, falleció el mismo año, 1920, en que nació Delibes.

Como he dicho antes,  tras la lectura de la novela “El Camino”, y también algo sobre su autor, vino a mi memoria este otro gran y prolífico escritor del XIX que fue Pérez Galdós. Recuerdo que cuando me iniciaba en esta afición de la lectura, fueron  sus libros y los del británico Graham Greene, los preferentemente seleccionados, entre ellos “Tormento”, “Tristana”, “Halma”, y  El caballero Encantado”.  Estas tres últimas novelas recogidas en un volumen de “Obras Selectas”, editado por Carroggio, edición 2ª, año 1973,  con prólogo de Federico Carlos Sainz de Robles. Posteriormente tuve ocasión de leer algunos de sus Episodios Nacionales, como “Trafalgar”, “La de los tristes destinos”, “EspañaTrágica” y “Cánovas”, pero no me agradaron tanto como sus novelas. Cerraré esta introducción con unos párrafos copiados del ya citado prólogo de Sainz de Robles, porque entiendo definen bien no sólo al autor, sino también la trascendente inmortalidad de su obra:

“Era Galdós físicamente alto, enjuto, nervioso, desaliñado, muy premioso para hablar; tenía sagaz la mirada, incansable observadora, y compasivo el corazón. Mantenía sus ideales y sus ideas con la mejor buena fe. Gran señor del espíritu, desistía de las alegres añagazas de la vida con esa sonrisa melancólica que ya tuvieron impresionantes antes que él, Cervantes y Felipe II.” (pag.12)

“Cervantes y Galdós son los dos novelistas geniales de España. Aquél, la cumbre de la literatura, más intenso. Galdós más extenso. Cervantes, hondo como un mar. Galdós ancho como un paisaje ilimitado y vario, contemplado desde una altura. Es, además, Galdós el novelista más novelista de su tiempo en el mundo, si se le compara con los geniales Balzac, Dickens, Tolstoi, Dostoievski…La obra de Galdós es imperecedera,…Sus novelas contienen…una verdadera población de tipos diversos, tan reales, que nos parece haber tratado familiarmente y  cuyas penas y dolores, goces y fortuna nos han conmovido.”(pág. 12)

                                                     

oooOOOooo

Pero dejémonos de recuerdos y pasemos al comentario de la novela.

Esta novela se publicó en 1878. De entonces para acá ha llovido mucho y mucho también, desde luego, han sido los cambios experimentados en las gentes en cuanto a costumbres, condiciones laborales, ocio, formas de vida, gustos, etc. Hay cosas, sin embargo, que no han cambiado ni cambiarán como son los tipos humanos y sus acciones, algunos de los cuales están fielmente reflejados  en esta novela.

La historia contada por Galdós es muy simple, la de una mocita huérfana y pobre que vive en la explotación minera, donde ha crecido  cual flor silvestre (más bien perro flaco y pulgoso), “al amparo santo y al azul del cielo,” que canta la linda canción mejicana de “Dos arbolitos”, cuya desnutrición crónica le da apariencia de niña. Sus orígenes e historia familiar son tan tristes como su aspecto. No es bonita, aunque ella siempre dice que antes lo fue. Un ser, no obstante todo lo antes dicho, agradecido, benevolente, generoso, entregado,…Mal vive y deambula feliz, muy feliz por aquellos lares, porque es el lazarillo, los ojos del joven Pablo, un ciego de nacimiento, de una acomodada familia del lugar. La trama se desarrolla en una explotación de mineral de hierro, perdida entre las montañas del norte peninsular

Pablo, junto con Teodoro Golfín(*) y Marianela constituyen el trío de personajes principales alrededor del cual  se teje la trama argumental. El doctor Teodoro es un médico oculista, un forastero que cual  Ananías providencial llega hasta aquel lejano rincón del mundo para dar luz a la contemplación del mundo real a los ojos ciegos de Pablo. Este personaje, Teodoro Golfín, es crucial.  Galdós muestra a través suyo  los perfiles humanos presentes en la obra, así como los fuertes contrastes existentes entre los pobladores del aquel cerrado mundillo de la mina; y al mismo tiempo verter algunas de sus críticas (las de Galdós) sobre la sociedad española de aquel momento. Un buen ejemplo  lo  hallamos en la pág. 71, en el diálogo entre Teodoro y  su cuñada, en el que el médico defiende la comprensión y la compasión para los  que se suicidan, así como la necesidad de indagar sobre las causas que los indujeron a tal extremo de desesperación; también reprocha con acritud la actitud   de inhibición (abandono) que muestran los que tienen por los más necesitados, en este caso concreto, por los huérfanos. Reproduzco un trozo:

“Estáis viendo delante de vosotros, al pie mismo de vuestras cómodas casas, a una multitud de seres abandonados, faltos de todo lo que es necesario a la niñez, desde los padres hasta los juguetes…; los estáis viendo, sí…, nunca se os ocurre infundirles un poco de dignidad, haciéndoles saber que son seres humanos, dándoles las ideas de que carecen; no se os ocurre ennoblecerlos, haciéndoles pasar del bestial trabajo mecánico al trabajo de la inteligencia; los veis viviendo en habitaciones inmundas, mal alimentados, perfeccionándose cada día en su salvaje rusticidad, y no se os ocurre extender un poco hasta ellos las comodidades de que estáis rodeados…

Otra de las críticas leídas en esta narración es la que hace Galdós, , a la que él denomina codicia del aldeano. Veámoslo:

“Se ha declamado mucho contra el positivismo de las ciudades…pero hay una plaga más terrible, y es el positivismo de las aldeas, que petrifica millones de seres, matando en ellos toda ambición noble y encerrándolos en el círculo de una existencia mecánica, brutal y tenebrosa.

Hay en nuestras sociedades enemigos muy espantosos; a saber: la especulación, el agio (usura), la metalización del hombre culto, el negocio; pero sobre éstos descuella( …) la codicia (...) Para el (…) codicioso no hay ley moral, ni religión, ni nociones claras del bien; … toma el gusto a los ochavos y sueña con trocarlos en plata, para convertir después la plata en oro, es la bestia más innoble que puede imaginarse; tiene todas las malicias y sutilezas del hombre y una sequedad de sentimientos que espanta. Su alma se va condensando hasta no ser más que un graduador de cantidades... es capaz de reducir a números todo el orden moral, la conciencia y el alma toda.

Intencionadamente he puesto en negrita determinadas partes de las frases escritas por Galdós, resaltando las referidas exclusivamente a la codicia y a los codiciosos. Que antes, en tiempos de Don Benito Pérez Galdós, pero también ahora, último tercio del XX e inicios del XXI,  la sociedad española toda padece sus malignos efectos.


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(*) Teodoro Golfín, en este tipo de denominación dada por Galdós a determinados personajes suyos, evidencia, según creo,  la misma  o parecida intención que la  observada en la obra "Las Tierras flacas"del célebre escritor mejicano Agustín Yáñez, de simbolizar mediante el nombre, el papel  asignado a la criatura de ficción por ellos creada .

3 de julio de 2014: Al releer este comentario y corregir algunas cosas,  reflexiono que es crónica la inhibición colectiva ante determinados hechos y situaciones de  injusticia social mayor  que acontecen en nuestro entorno , como, por ejemplo, exigir a las autoridades todas, nacionales y europeas, arbitren soluciones reales y efectivas al sangrado continuo de vidas humanas de inmigrantes que se afanan por entrar en Europa, Italia y España, principalmente, huyendo  del espanto de la guerra y sus corolarios de muerte, hambre, odios, venganzas, etc. etc.

 

El Camino, (2) ( Un poco acerca de su autor)


El primer comentario lo dediqué a plasmar mis impresiones sobre el libro. Hoy querría entrar en ciertas reflexiones personales, a las que su lectura me llevó. Expondré primero las referidas  al autor, Miguel Delibes, que, como lo atestigua la mera lectura de la larga relación de sus creaciones, fue, a lo largo de su también larga vida, un fecundo escritor de muy variada temática. Delibes era vallisoletano y según cuenta su biografía estudió las carreras de Derecho y Comercio( supongo que lo que entonces se denominaba Profesorado y Peritaje Mercantil) y ejerció como Catedrático de Derecho Mercantil y periodista, profesión esta última ejercida  especialmente desde  El Norte de Castilla”. Murió en el 2010 a los ochenta y nueve años, habiendo recibido en vida numerosos galardones por sus obras. Por lo que a mí respecta, sin embargo, sólo había leído dos de sus novelas que son, por orden de su lectura: “Cinco horas con Mario”, y “La hoja roja”. La primera, hace ya unos cuantos años, después de haberla visto anunciada muchos meses, no sé si años, en la cartelera del desaparecido Teatro Capsa(*). La interpretación corría a cargo de la actriz, también vallisoletana, Lola Herrera. No soy amante del teatro y no fui al Capsa, pero sí quedó grabada en mi memoria esta visión,  muestra indiscutible del prolongado éxito de la obra allí representada y que me indujo a leer la novela cuando cayó en mis manos. No sólo no me defraudó, sino que hizo que aumentara mi admiración por la actriz, Lola Herrera, capaz de memorizar e interpretar tan extenso monólogo. Pero del autor, en aquel entonces, curiosamente, ni hice caso. Mucho más tarde tuve conciencia de quién era el que escribió aquel espléndido soliloquio.
En cuanto a “La hoja roja”, que aborda tanto la cuestión de la jubilación como de la soledad, fue el libro que me reveló a su autor. Obra que me gustó mucho porque de modo grato, sencillo y sensible cuenta la situación de incomunicación y aislamiento que liga a los dos personajes principales, el jubilado y la joven sirvienta.
Mientras echaba un vistazo a la relación de sus obras, me llamó la atención una, la dedicada a recoger la correspondencia cruzada entre Delibes con Josep Vergés, de la editorial Destino. Firma editora a la que Delibes permaneció fiel. En relación al citado libro, que me gustaría leer, encontré un artículo publicado en El País, titulado “Mi abuelo Miguel”, escrito por una nieta suya. Reportaje realmente interesante que te habla del Delibes humano, un padre de familia numerosa, amante esposo, trabajador incansable, y persona íntegra. Recomiendo su lectura entera. No obstante, copio y pego aquellos párrafos que entiendo más explicativos de quién fue Miguel Delibes:

“José Manuel Lara, editor de Planeta, lo intentó muchas veces. Le ofreció facilidades, adelantos. Pero no hubo forma de que Miguel Delibes (Valladolid, 1920), mi abuelo, se pasase a su grupo. Por eso, cuando Planeta compró todo Destino, donde él publicaba desde 1948, Lara le dijo con cierta guasa: "Miguel, como no hay forma de conseguirte, he tenido que comprar toda la editorial". Había una poderosa razón para que mi abuelo no abandonase Destino: Josep Vergés, ya fallecido, el hombre que confió en él cuando era un desconocido y al que considera "el único amigo asiduo, sincero y profundo" que hizo en los últimos 50 años. Lo afirma en la carta que pone fin a Miguel Delibes-Josep Vergés. Correspondencia (1948-1986), …
"José hacía copia de las cartas que me mandaba y guardaba las mías", … en este epistolario, … había algo más que "un enfrentamiento entre un rácano editor catalán y un rácano autor castellano cargado de hijos". Delibes, con siete niños, perdió por uno con Vergés (Palafrugell, Baix Empordà, 1910-Barcelona, 2001) en lo que con humor denominaban la "Liga de los hijos".

En 1944, mi abuelo entró a trabajar como redactor en el diario El Norte de Castilla, para el que ya había hecho caricaturas. Entonces apenas escribía. Fue Ángeles de Castro, su mujer, mi abuela, quien le metió la literatura en la sangreLos dos rácanos se conocieron personalmente en Madrid …, pero se escribían desde que se falló el Nadal en enero de 1948.
con 27 años … era ganador del Nadal, catedrático de Derecho Mercantil, periodista de El Norte de Castilla y esperaba su segundo hijo. …mejoró sensiblemente cuando empezó a escribir como hablaba. En 1950 publicó la que para algunos es su mejor novela, El camino, ambientada en Molledo Portolín (Cantabria), el pueblo de su padre, Adolfo. Necesitado de dinero, escribía lo que podía: cuentos, novelas y crónicas de fútbol que firmaba Miguel Seco y por las que cobraba 150 pesetas.
Se presentó con Mi idolatrado hijo Sisí en 1952 al Premio Planeta. Pero a Vergés no le dio buena espina: "Lara en Barcelona se ha ganado fama de trapisonda e informal, y mucha gente no quiere tratos con él. Sin embargo, es un hecho evidente que los libros que ha publicado tienen una gran venta". No ganó. Dudó si presentarse en 1959 con La hoja roja, pero no lo hizo. Treinta y cinco años después, en 1994, coincidiendo con la concesión de este galardón a Camilo José Cela, afirmó ante la insistencia de un periodista: "En los últimos años me han invitado a concursar varias veces, pero he declinado. Por supuesto, siempre me han garantizado el premio, aunque como no he ido no sé si la garantía era sólida". Lara contestó en una carta en EL PAÍS en la que confirmaba que le había animado a presentarse y añadía: "Ahora bien, eso de que se garantizase la obtención del premio es una mala interpretación de lo dicho por el señor Delibes". Ahí terminó la discusión y hoy mantienen buenas relaciones.
No paraba. "Por las mañanas, clase en la Escuela de Comercio, y por la tarde y por la noche, en la redacción de El Norte. Y a veces los fines de semana tenía que hacer las crónicas de fútbol". Sacaba tiempo también para dar conferencias en Chile, Portugal, Italia... y para hacer reportajes de esos viajes para la revista Destino.
... Siempre escribía unas notas, una especie de diario de caza que luego ha tomado forma de libros: Las perdices del domingo, Mi último coto, etcétera.
Director de El Norte de Castilla desde 1958, tenía constantes roces con Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo. "La presión oficial, sin dar la cara, es cada día más dura. (...) Ya no hay duda, me buscan a mí. No sé dónde terminaré", le escribió a Vergés, quien también estaba perseguido… pero ninguno entró en prisión, y en 1964, cansado, abandonó la dirección del periódico. Se enfrenta también a la censura en sus libros de Demetrio Ramos, la Viejecita. "Van y vienen ministros, mueren cardenales, obispos, se tambalea el régimen, pero la Viejecita permanece atornillada en Barcelona. ¿Qué hay que hacer para demoler a esa pequeña hiena?", le comentaba con ironía Vergés.
"Vergés a veces se equivocaba. Tuvo en el cajón nueve años El príncipe destronado porque no le convencía y cuando lo editó, en 1973, arrasó", cuenta. ..
A su hijo Adolfo… le llevaron a una clínica de cirugía plástica de Barcelona. Allí fueron acogidos con la mayor generosidad por Vergés en su bella casa de Pedralbes, de tres plantas con jardín, piscina y pajarera. "¿Qué voy a decir de ti? Estás tan lejos del editor divulgado por la leyenda negra que sois dos polos opuestos", le escribió. Mi abuelo, sin embargo, no olvida sus discusiones por las erratas. "Resultaba inadmisible que yo quitara en la revisión de las pruebas 10 y ellos pusieran 20 más", se indigna todavía.
En 1966 se publicó Cinco horas con Mario…
Los años se le pasaban sin darse cuenta. Hasta que murió Ángeles, su mujer, su "equilibrio".
Pocos meses antes, en 1973, había sido elegido miembro de la Real Academia Española.

Pero la tarea de vivir continuaba y a sus 54 años mi abuelo tenía que ocuparse de tres hijos, de 12, 14 y 18 años.. .Por entonces, el editor José Ortega Spottorno le tentó para que dirigiera el diario EL PAÍS, pero no hubo forma. "Aparte del dinero me ofrecían un coto en Madrid y colegio para los niños, pero yo no me veía en la capital. Les dije a mis hijos: 'Mi vanidad ha sido saciada', y todos contentos".
...En Extremadura conoció a un Azarías que se orinaba las manos para que no se le agrietasen e impresionado escribió Los santos inocentes. La publicó años más tarde, en 1981, cuando Lara, con un suculento anticipo, le convenció de que escribiese algo para Planeta. El editor abrió el paquete con la obra de apenas cien folios y se quedó petrificado. "Entró en el despacho de Borrás, su segundo de a bordo, y le dijo: ¡Rafael, creo que los santos inocentes hemos sido nosotros!". Fue un libro de alto rendimiento para Lara y para él. En 1982 recibió el Premio Príncipe de Asturias compartido con Gonzalo Torrente Ballester.

Mis primeros recuerdos junto a él son de comienzos de los ochenta. Competíamos los primos para ver quién cogía más judías verdes de su huerta y él como premio nos compraba un polo.

Vergés vendió su parte de Destino en 1986. Por entonces sus cartas eran ya menos frecuentes. Pasaron a telefonearse y a verse de vez en cuando en Barcelona o Madrid. Le sustituyó Andreu Teixidor, hijo de Joan Teixidor, el otro fundador de la editorial. En 1997, Planeta absorbió del todo Destino, y Teixidor abandonó el año pasado la editorial. A su cargo está ahora Joaquín Palau, a quien acaba de conocer.
Diecisiete años después de la muerte de mi abuela, en 1991, se sintió capaz de rendirle un homenaje literario y escribió Mujer de rojo sobre fondo gris, un libro cuyo título reproduce el de un retrato hecho a su esposa por el pintor Eduardo García Benito.

Mi abuela no estaba para apoyarle en el acto de entrega del Premio Cervantes, y nervioso, con su hijo Miguel cerca con una copia del discurso por si se le quebraba la voz, leyó ante un paraninfo silencioso: "Antes que a conservar la cabeza muchos años, a lo que debo aspirar ahora es a conservar la cabeza suficiente para darme cuenta de que estoy perdiendo la cabeza. Y en ese mismo momento frenar, detenerme al borde del abismo y no escribir una letra más", dijo. Ahí estaba el titular "Delibes abandona la literatura". Se armó un gran revuelo. Su amiga Carmen Martín Gaite aseguraba: "Miguel lo dice por coquetería". Escribió después Diario de un jubilado y He dicho, pero el día que terminó de revisar las pruebas de El hereje, libro que le había costado tres largos años de trabajo, le diagnosticaron un cáncer, se operó y no ha vuelto a escribir. Ya no se desdobla en otros seres como el Nini o el Mochuelo como hizo durante 50 años.

, Vergés murió … y él dio el pésame a su viuda e hijos en una sentida carta: "Era para mí ese asidero seguro que todos los hombres buscan y administran como un tesoro, conscientes de que se puede acabar. Nunca olvidaré aquella casa de Pedro II, llena de niños que nos recibían con los brazos abiertos. Me encuentro muy abatido. Le seguiré pronto. De momento me siento como uno de vosotros, incompleto y solo. Os abrazo de corazón".

 

viernes, 23 de mayo de 2014

Los Vagabundos, de Jack London

“Los Vagabundos”  incluye  seis narraciones de Jack London, editado  por S.A. De Promoción y Ediciones Club Internacional del Libro, Colección Grandes Genios de la Literatura Universal, prologado por  Emilio Gascó Contell, bajo el sugerente título “Jack London, el narrador que contó sus propias aventuras”.
Libro cuya lectura comencé, no me gustó y desistí de continuar leyéndolo;  pero, posteriormente, no teniendo otro libro a mano, seguí su lectura y me agradó. 
Algunos de estos relatos  me llevaron  a zonas del mundo que antaño eran  consideradas como paraísos terrenales. Lugares que tras la llegada del hombre de cultura occidental,     sus pobladores originarios,     en sus propios territorios, fueron sometidos, considerados inferiores y como bárbaras sus costumbres y tradiciones. Pues los  allí llegados , en su afán de conquista de poder y fortuna se convirtieron en  los que mandan e impuesto o tratado de imponer sus costumbres, su  religión y hasta su lengua. Es decir, su modo de hacer y entender el mundo. Conceptos, por otra parte, diametralmente  opuestos a los propios del lugar. Historias , en suma, en su mayoría,  que narran  miserias, explotación del hombre por el hombre, discriminación racial, y temas parecidos. Y muchos de sus principales personajes son seres odiosos y despreciables. 
La primera narración, “Los vagabundos”, que da nombre al libro, es un buen ejemplo de lo antes dicho.  Me pareció muy alejada de la realidad, al menos de la mía:  Tres mugrientos personajes de origen y  cultura occidental , reunidos ocasionalmente en un claro selvático, relatan sus respectivas historias personales en diferentes lugares del Pacífico Sur, cuando la fortuna les sonreía, y  aquellas zonas del mundo aún permanecían vírgenes de lo que llamamos civilización.
El siguiente cuento “El ídolo rojo”,  me gustó menos. Es la historia de un naturalista occidental, engreído de su raza blanca y de sus  conocimientos científicos, en tierras habitadas por bosquimanos, a los que considera primitivos e inferiores a él.  Su  su soberbia, contribuirá a su final. 
“Como Argos en los tiempos heroicos”: Aquí el paraje escogido es  la zona del Yukón, fronteriza con Alaska  y su protagonista un vejete temerario y sumamente obstinado en lograr lo que quiere. Es una bonita  historia que recrea actitudes y acciones humanas de esfuerzo común, camaradería, reconocimiento de la valía del prójimo,  el reparto proporcional de la riqueza obtenida en función de la participación,  etc. etc.

“Hawaiana”, como el gentilicio indica, transcurre en  Hawai,  entonces estado anexado a los Estados Unidos de Norteamérica,  en su capital Honolulú. Relato en apariencias  simple que nos cuenta del amor entre un mestizo hawaiano y una norteamericana  , cuya  unión matrimonial es imposible  debido a la diferencias raciales.(2) 
En esta narración, “La Pillastrona(*),  Ecuador es el escenario escogido  por London para las aventuras protagonizadas por un buscavidas australiano asentado en Canadá. Aquí son todas las gentes allende al Río Grande, las objeto de los comentarios  racistas. Reproduzco uno de ellos, significativo de lo que quiero decir:

…sus artículos acerca de Méjico no valen dos centavos…Entre otros, comete el error, tan común entre los gringos, de tomar a los mejicanos por gentes de raza blanca. Y no lo son, no señor. Ninguno, ni los que llaman greasers, ni los spiggoties, ni los hispanoamericanos, ni el resto de la ganadería. Le aseguro a usted que ni son, ni piensan, ni obran como nosotros. 
Y la última de las narraciones, titulada “El chinito de Honolulú”, es  desenfadada y didáctica. Su protagonista, tal como se infiere del título, es un asiático chino, descrito por London así:” El aspecto de Chun Ah Chun no tenía nada de particular; un poco menudo de estatura, como suelen serlo la mayoría de los chinos, algo estrecho de hombros y un tanto esmirriado de carnes, cosa muy natural en hombres de su raza”. Este común sujeto de corriente aspecto escondía, sin embargo, a un sagaz y sabio individuo que  se las ingenió para de esclavo de su tío en su Cantón (China) natal, pasar a ser un poderoso y rico empresario de incalculable fortuna personal de Honolulú (Hawái). Mutación lograda gracias a la aplicación de dos principios básicos que su natural perspicacia y aguda observación le desvelaron: “a saber, que ningún hombre se hace rico con el trabajo de sus propias manos.” Y, segundo, tan importante como el primero; esto es, “que los hombres se hacen ricos con el trabajo de manos ajenas. El más opulento de los hombres es el que consigue tener mayor número de semejantes suyos trabajando para su particular provecho”. 
Y yo me digo: ¡Qué verdad, verdad!

De esta antología de cuentos  recuerdo con verdadero placer “Como Argos en los tiempos heroicos”  y "El chinito de Honolulú". Ambas son  historias edificantes.
 
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(*) Pícara
(1) Jack London, un norteamericano cuya relativa corta existencia la disipó trotando por esos mundos de Dios, ejerciendo los más diversos oficios y trabajos. Experiencias personales  que supo plasmar aprovechando su talento natural para escribir, y fue finalmente para él, London, la mina de oro que tan afanosa como baldíamente buscó en alguna etapa de su vida,  en la fría Alaska.  Fue un personaje muy controvertido.
(2)  HawáiLa información que ofrece Wikipedia , pone en evidencia la tradicional labor de explotación y especulación indiscriminada del occidental llevada a cabo en los más recónditos y variados parajes del mundo, en su afán de expansión y dominio. 






sábado, 17 de mayo de 2014

Misericordia, de Benito Pérez Galdós


Misericordia” novela de Benito Pérez Galdós, colección “El libro de Bolsillo”, Biblioteca Pérez Galdós, Alianza Editorial, 2ª reimpresión, año 2000. Ya la había leído. Esta es la segunda vez y, comoen tantas otras ocasiones, detalles y personajes entonces pasados por alto, cobraron inusitada validez e importancia.

Galdós se caracterizó por el realismo de sus novelas. En este caso la realidad que nos describe es la de un Madrid del XIX y los personajes principales pertenecen a  las clases medias bajas y pobres, concretamente mendigos que, al parecer, debían ser elemento ordinario en aquella sociedad. Muchas son las cosas allí descritas como realidad cotidiana que hoy, afortunadamente, creo,  o quizás debiera decir "espero", hayan quedado superadas.

La protagonista es Benigna, Nina, un bello personaje de ficción, cuya humanidad, magnanimidad, altruismo, conmiseración, bondad y caridad justifican el título “Misericordia” de la novela. Una vieja criada de una ama, Doña Paca, venida a menos por “estirar más el brazo que la manga” y, además, vivir de espaldas a la dura, durísima, realidad. Los otros personajes dignos de mención son el ciego Almudena, así como los hijos y nuera de doña Paca y, esta vez no me olvidaré, de Don Frasquito Ponte Delgado, otro que vivía en su nube de ilusiones vanas.  A través de estos personajes Galdós nos describe el Madrid de aquella época, en que la moneda común estaba representada por reales, pesetas y duros, la beneficencia y la asistencia a los más necesitados corría a cargo de la Iglesia o de algún espontáneo benefactor,  y las casas de empeño y montes de piedad sacaban de apuros económicos a los muchos que a ellos acudían, y les dejaban en prenda (empeñados) objetos tan simples como unas usadas prendas de vestir. Mucho ha cambiado todo, desde luego, pero no el argumento de la novela,  éste sigue vigente, pues siempre habrá ingratos, egoístas y aprovechados como también excelentes almas, que aman a los suyos, se sacrifican por ellos sin recibir, ni tan siquiera esperar, contrapartida alguna, y su corazón se contrita ante la necesidad y el dolor ajeno. En suma, me gustó antes y ahora también.
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26 de mayo de 2014: He hallado en el blog "A la luz de la Biblia", de Sergio Alonso, un comentario dedicado a la Misericordia, cuya lectura íntegra recomiendo. Espléndido como los otros que he leído de este bloguero mexicano.  

miércoles, 30 de abril de 2014

El Camino, Miguel Delibes




 “El Camino”, es una narración de Miguel Delibes publicada por primera vez en 1950. El ejemplar por mí leído pertenece a la Colección Destinolibro,  Volumen 100,  Ediciones Destino, Quinta edición, marzo 1984. Escritor de prolífica producción literaria sobre muy variada temática, de la que esta narración es una buena muestra; novela  protagonizada por un niño de sólo once años de edad, de un pueblo muy pequeño, a quien su padre quiso bautizar con el nombre de Daniel, pensando en el profeta bíblico, pero los rasgos de su cara, especialmente de su mirada, impulsaron al amigo conocedor de pájaros, a llamarlo por el más característico mote de “el Mochuelo”. El pequeño comparte protagonismo con otros dos niños, a través de cuyas conjuntas andanzas y pillerías infantiles, el lector tomará  conocimiento de las gentes del lugar, de su idiosincrasia y de sus circunstancias personales, a la par de divertirse, en muchísimas ocasiones, con las anécdotas de sus vivencias. El detalle del paisaje tanto humano como ambiental allí descrito es tosco, muy elemental. He disfrutado, sin embargo, muchísimo con su lectura. ¿Por qué me gustó tanto? Pienso que por la naturalidad, en el sentido de realidad, y la sencillez, tanto en la forma como en el fondo de lo narrado. Los personajes descritos son seres sencillos, tipos humanos del montón,  de los que se dan en abundancia; se dieron y se darán, aquí y allá, y en buena parte del globo terráqueo. Algunos, sin duda, más pintorescos, como la singular Guindilla mayor, o el zapatero y padre del Tiñoso, o el contrahecho maestro Moisés, por citar sólo algunos de ellos, pero sin olvidar a “Don José, el cura, que era un gran santo”.  Con este variopinto reparto de personajes Delibes personifica aquellas acciones y reacciones humanas universales como son la codicia, la estrechez de miras, la impiedad, la sumisión de la esposa al marido, la amargura, la envidia, la inocencia, la amistad, el cariño…   La historia es tan sencilla como los personajes escenificados. Se nos cuentan las experiencias del pequeño Daniel alcanzadas en sus once primeros años de vida en su pueblo;    un pueblecito - creo que de Castilla- cuyo nexo principal con el resto del mundo es el ferrocarril.

Tan sencilla trama acerca de tan simples seres, como la simplicidad de sus vidas, logra despertar el interés del lector.  Bueno, al menos en mí lo despertó, sin olvidar la entrañable emoción también despertada en mí por el emotivo, cuán emotivo, de su final.

No tengo claro si con esta narración su autor quiso hacernos reflexionar sobre el determinismo que pesa sobre la persona según el hogar en que nace y  los padres que le toquen, o más  bien mostrarnos los caminos que nos llevan a seguir los inescrutables designios divinos para con la mísera criatura humana. Puede que ambas cosas.

 

martes, 15 de abril de 2014

Oración al Cristo del Calvario, de Gabriela Mistral


Oración al Cristo del Calvario es un poema de la poetisa , diplomática, profesora y pedagoga chilena Gabriela Mistral. Premio Nobel de Literatura en 1945. Fue la primera mujer iberoamericana ​y la segunda persona latinoamericana​ en recibir un Premio Nobel.



🍀En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.🍂

Amén.

sábado, 29 de marzo de 2014

La castellana de Rose Blanche, por María Berta Quintero

La Castellana de Rose Blanche, por María Berta Quintero. Colección “Biblioteca Horas Serenas”, Volumen XXVII, editado por Escuelas Profesionales Salesianas, Barcelona-Sarriá, 1944, en el que se incluyen cuatro narraciones cortas. La más larga y que da nombre al libro, “La castellana deRose Blanche”, por María Berta Quintero(*), se desarrolla en Francia, entre las épocas del Terror y la Restauración. Sus protagonistas pertenecen a la alta aristocracia rural, son poseedores de inmensas fortunas y posesiones, y están unidos por lazos familiares. Lazos familiares que no serán óbice para que los unos traicionen y vendan a los otros para quedarse con lo que tenían aquéllos. Oportunidad  brindada y aprovechada por los avariciosos, debidos al desorden y la arbitrariedad de la época del Terror. Esta es la parte  verosímil de esta  edificante historia, pero no así, al menos para mí, el diametral cambio de actitud  de “los malos”, al final de la narración, que nos los muestran como profundamente arrepentidos y procurando, con ahínco, la enmienda de su mal hacer. Es de suponer que la autora creyó así más cumplida la labor de ejemplaridad de la narración.

He colocado un asterisco junto al nombre de la autora, y es que su apellido “Quintero” ha traído a mi memoria a los hermanos Álvarez Quintero,  Joaquín y Serafín, cuyas obras de teatro, adaptadas a la radio, alegraron tantas tardes de domingo de mi infancia y adolescencia. ¡Qué preciosas! En especial, recuerdo “Genio alegre”. ¿Sabemos hoy quiénes fueron estos prolijos autores? ¿Por qué hemos olvidado sus inmortales obras? Acaso por su jovialidad, alegría, esperanza… y tantos otros sentimientos sanos que eran capaces de inspirar con ellas. Casi seguro que sea esta la causa.