jueves, 28 de noviembre de 2013

Napoleón Bonaparte, de Emil Ludwig

Por dos veces he comenzado el comentario de esta apasionante biografía, leída a finales del 2009, acerca del célebre Napoleón Bonaparte, escrita por Emil Ludwig, Editorial Juventud, Colección “Libros de Bolsillo Z”, núm. 15, 5ª edición, año 1974.

Es una obra concienzuda y muy elaborada como lo evidencian los muchos datos e informaciones aportadas, los detalles personales y los hechos relatados, tanto del protagonista como de su numerosa familia,  así como sobre los innumerables personajes históricos allí citados, algunos famosos y otros menos conocidos, contemporáneos de Napoleón.   Leyendo este libro he conocido figuras y hechos históricos relevantes, principalmente europeos, muchos de los cuales, hasta esta lectura, habían pasado desapercibidos o  ignorados, como, y es sólo un ejemplo, Alejandro II de Rusia.  En esta obra, tal vez por compartir nacionalidad, su autor destaca los testimonios sobre Napoleón de  escritores afamados alemanes como Goethe y Wieland, coetáneos de aquél. De hecho el primer capítulo de la biografía, titulado “La Isla” lleva incorporado a modo de  encabezamiento una cita de Goethe, acerca del célebre corzo, que reproduzco a continuación porque  nos indica, ya de entrada, la dificultad intrínseca del personaje, incluso para el universal escritor alemán:

“La historia de Napoleón me produce una impresión semejante a la del Apocalipsis de San Juan. Todos sentimos como si debiese haber en ella algo más, pero no sabemos el qué. Goethe”


Múltiples fueron los aspectos de la biografía de Napoleón  que me impactaron como su “italianismo” ya que los Bonaparte, originariamente eran “Buonaparte”, es decir,  corsos de lengua y origen italiano; circunstancias  de las que, por cierto, hacían honor. También su más que pequeña talla y su físico. Bien distante de la del flamante caballero sobre un blanco caballo que me viene a la mente cuando pienso en él. De parecido modo a como sucede con muchísimos detalles de su vida privada,  y primordialmente política, donde destacó por su habilidad y también desmedida ambición personal y familiar.  Conocidos, pues, los detalles de la vida privad del general, desconozco por qué, entre las parejas de amantes famosos, se incluye la de Napoleón y Josefina, porque ésta siempre lo utilizó, se valió de él para vivir a su costa. Y, además no le fue fiel. Pienso que esta fama correspondería a la condesa polaca María Walewska.  

Pero volviendo a la cuestión principal, he de decir que singular donde los haya me pareció, en suma, este Napoleón. Singular en muchos aspectos; pero aún más, si cabe, me llamó la atención su amor a los suyos, a su familia, madre y numerosos hermanos y hermanas. A todos los protegió y hablando en tono coloquial, los “colocó” bien. Siempre los tuvo en cuenta a la hora del reparto de sus conquistas. Creo recordar, pero no tengo seguridad ni tampoco el libro a mano, que su gran héroe a quien quiso imitar,  fue el insigne Alejandro y como él, por tanto, ampliar sus conquistas a Oriente. De su capacidad en las estrategias militares y políticas no hablo porque son harto conocidas y a mí me interesan aquellas cosas nuevas leídas en la obra biográfica escrita sobre él por Emil Ludwig, el célebre escritor alemán de origen judío.   Y entre esas cosas ya he mencionado algunas, pero mención especial merece su extraordinaria capacidad de esfuerzo, ser que se crecía en la adversidad, en la que estaba acostumbrado a desenvolverse y se desenvolvió con audacia hasta el final de su existencia.  Existencia  definida por Ludwig como “poema épico, escrito por la mano del Destino” y cierra su biografía de Napoleón con este hermoso final:

Renazca, pues, a los ojos del lector, esta tragedia imperecedera, tal como fue en la realidad. Lo que un hombre puede alcanzar por la conciencia de sí mismo y el valor, por el ardimiento y la imaginación, por el trabajo y la voluntad, Napoleón Bonaparte nos lo ha enseñado.” Y hoy día…la ardorosa juventud europea no podría encontrar ejemplo ni advertencia mayores que la vida de aquel hombre que, de todos los hombres de Occidente, fue el que más tremendas convulsiones creara y sufriera”.