viernes, 27 de diciembre de 2013

Rumbo a La Habana, Cecil Roberts (1)

aquellos_ primeros_ libros: Rumbo a La Habana, Cecil Roberts: Amena novela que mantiene vivo el interés del lector hasta el final. Era una segunda lectura, pero a pesar de conservar- eso sí - un buen re...

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Es un libro pequeño y manejable editado por Luis de Caralt, año 1961, y difundido por Plaza & Janés, S.A.  Título original “Havana Bound” (1930), versión de A.C. y portada de Alvaro. Su lectura resulta amena e enriquecedora. En esta novela  Cecil Roberts muestra  su maestría en la descripción de tipos humanos universales, así como de los rasgos socio-económicos, políticos  e históricos que distinguen a las sociedades y a las gentes  que sirven de fondo a sus tramas. Dominio del que esta novela es un buen ejemplo y también las otras obras suyas que he tenido oportunidad de leer: “La vida une y separa”, Scissors (1923); Aventura en Moscú, Pilgrim Cottage (1933) y Queremos vivir, They Wanted to Live (1939). En todas ellas, a través de la trama argumental, el lector puede  acercarse a la realidad inmediata e histórica del país o zona del mundo en donde transcurre la acción. Escritor muy versado en cuestiones periodísticas y diplomáticas, de  prolífica producción como lo demuestra su extensa lista de creaciones. He hallado pocos datos personales, íntimos, de Cecil Roberts, me agradaría tener un mayor conocimiento.

He rehecho buena parte de mi  reciente comentario sobre “Rumbo a La Habana”, esta interesante novela de intriga que tiene dos escenarios principales: un buque trasatlántico y  La Habana, la capital de Cuba, la Perla de las Antillas, la que un día fuera considerada como una de las más preciadas joyas de la imperial Corona Española.

La novela fue publicada en 1930 y consecuentemente la historia allí desarrollada nos acerca a la  realidad de aquel país en el primer tercio del pasado siglo XX, entonces una joven república, emancipada no hacía mucho de su metrópoli, España, en la que unos contados viven a cuerpo de rey, y, a pesar de ser ya muy ricos y poderosos, su desmedida codicia, les lleva a la consecución de nuevos y provechosos negocios lícitos, pero  moralmente ilícitos, que despiertan entre ellos, los muy avariciosos,  rencillas cruentas por mayores tajadas en el reparto del poder y de los recursos del país. Este es, en resumen, el paisaje de las relaciones humanas descrito como fondo argumental en la novela. Paisaje por otra parte universal, eterno, que es la avaricia incontrolada de unos pocos, cuyo continuo mal hacer, en el sentido más amplio, a la par de aumentar ilimitadamente sus riquezas, disminuyen las de los otros hasta arruinar al país entero.

Al interés despertado en el lector por  la intriga de la trama se une la descripción de parajes, ambientes, costumbres, y, especialmente, de la sin par Habana Vieja, su Paseo del Prado, su Malecón, las históricas edificaciones  y construcciones levantadas por los españoles,  las viejas mansiones de estilo colonial…  Porque muchas son las crónicas y los detalles del modus vivendi de los  cubanos  en los que está presente su ascendente español, desde comidas, muebles, gustos y básicamente las formas de ser y hacer del cubano. Al menos, pienso, así lo entendió Cecil Roberts y dejó constancia de ello en su novela.

Tras esta lectura, junio 2010, surgieron consideraciones nuevas. Está claro, reflexiono, de cómo con el tiempo y la edad cambia nuestra perspectiva de las cosas. Ahora considero que uno de los personajes más paradigmático sea el Príncipe Cravalli, un extranjero,  que encarna a la oligarquía político-económica del país, poseedora de inmensa fortuna, grandes extensiones de tierras (latifundios) y, por ende, poder. Unos pocos, contados,  en cuyas  sacas se concentra la casi total riqueza del país. Inmensas fortunas atesoradas por individuos sin escrúpulos mediante métodos tal vez legales, pero moralmente ilícitos y condenables (  explotación pura y dura del prójimo, usura, contrabando, tráfico de influencias, sobornos, especulación salvaje…). Oligarquía que, además, se cree, está convencida, de su superioridad sobre las gentes del lugar. Llegados a este punto, pienso, bueno, acaso quiero atribuir la opinión peyorativa con trazas de racismo vertida sobre los cubanos en la novela, por boca del personaje Cravelli, como un recurso literario del autor para hacernos ver la exacerbada soberbia del personaje. Con objeto de validar mi afirmación en este sentido,  transcribiré alguno de los párrafos leídos:
 
En las páginas 130 y 131, a través del personaje del Príncipe Cravelli, un aristócrata italiano, dice: “…aquí estás tratando con una raza mestiza, en la cual todos los elementos de la avaricia, la astucia y la cobardía se encuentran reunidos. Se enorgullecen de su ascendencia española, de ser descendientes de hidalgos españoles. Todo es mera presunción. La verdad es que la mayoría de ellos son descendientes de esclavos de las galeras, piratas y la hez de Europa, que encuentran oportunidad de ejercer su villanía en la ausencia de leyes … El súbito advenimiento de riqueza, creado por las plantaciones de azúcar, ha traído a la isla a todos los indeseables de otras tierras. En el gran juego de cartas que la vida ofrece, aquí, el premio es para el menos escrupuloso.”


Sigue.




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