martes, 1 de septiembre de 2020

Rojo y Negro, Stendhal

 Rojo y NegroStendhal (Henri Beyle). Sociedad General Española de Librería, Madrid 1982. Colección “Clásicos universales”. Edición, introducción y notas de Francisco Javier Hernández. Traducción: Emma Calatayud.

Edición crítica a cargo del profesor Francisco Javier Hernández. Un concienzudo estudio sobre Stendhal, su trayectoria vital, su obra en general y  de esta novela histórica en particular, en la que el autor reflejó muchas de sus vivencias propias, personajes y hechos reales de la época.

Ha sido  una segunda lectura. Lo leí ya hace unos años. (1) Entonces  no me gustó. Su protagonista, Julián Sorel, me desagradó. Un ególatra consumado de ambición ilimitada cuyo objetivo vital era subir en la escala social y obtener privilegios y fortuna personal. ¡Qué envidia tenía a todos los poderosos y ricos que le rodeaban! Pero principalmente no me gustó su actitud hacia las mujeres. En fin, un personaje odioso.  

El resultado fue que soslayé lo fundamental de esta novela, su valor  testimonial, ser reflejo  del modus vivendi de las pretendidas clases superiores  de  la sociedad francesa, tanto la de provincias como la parisina. O como bien dice el dicho: “Los árboles no me dejaron ver el bosque”. Un bosque rico en hechos históricos concernientes a la Francia  de  la Restauración Borbónica tras la caída del Imperio Napoleónico. La Francia que ha pasado, tras  sucesivas etapas (Revolución, Terror, e Imperio) del Antiguo (monarquía absoluta) al Nuevo Régimen (soberanía popular). Tiempos convulsivos y hasta sangrientos, en los que unos subían mientras  otros bajaban en la escala social, unos asesinaban y otros eran asesinados, unos se empobrecían y otros se enriquecían, unos huían y marchaban  al exilio y otros regresaban…Pero, en definitiva, la sociedad francesa seguía dividida en clases y los ricos y poderosos continuaban con su saco de privilegios y sus vidas transcurriendo de maneras y modos bien diferentes y muy lejanos  a las de la mayoría de las gentes, es decir, el pueblo llano. Antes: aristocracia y pueblo llano, después aristocracia, burgueses y pueblo llano.

Pero vayamos al comentario. La novela consta de dos partes o libros. En el primero  se ofrece, con multiplicidad de detalles,  el mundo de la élite de provincia. En la obra escenificado en Verrières y Bezançon, ciudades  del Franco Condado, al este del país, colindando con Suiza. Las autoridades locales son  la  nueva élite, los nuevos ricos; en su mayoría seres codiciosos y corruptos, especialmente desde una perspectiva moral, de orígenes tan oscuros como sus fortunas. Funcionarios, comerciantes y propietarios rurales, de riquezas recientes de las cuales hacen ostentación y cuyo lema es el “tanto tienes tanto vales”. Les encanta aparentar.  Un mezquino panorama humano. Un  mundo estrecho y hasta insoportable, pese a la belleza del entorno natural que lo rodea.

En esta parte también se muestra la atmosfera, la llamaremos así,  de un  seminario de la Francia del XIX. Cuyos pupilos son, mayoritariamente, aldeanos pobres sin vocación  que” ven en el estado eclesiástico una larga continuación a esa dicha: comer bien y tener un traje que les caliente en invierno” (pág.198) Individuos limitados, de pobreza material pero, mayormente, espiritual. En palabras de Stendhal “seres toscos, no muy seguros de entender las palabras latinas que repetían una y otra vez a lo largo del día (…) y preferían ganarse el pan mascullando palabras latinas a tener que hacerlo cavando  en la tierra” (pág.192). De cuyo conjunto sólo un tercio estaba atraído por una vocación sincera. Siendo la hipocresía, las envidias, la delación y el espionaje actitudes generalizadas, mientras que la excelencia en el aprendizaje de dogma, de historia eclesiástica, etc. que se seguían en el seminario era un pecado espléndido (pág. 192). Y el que de ellos, los seminaristas, tuviera espíritu crítico  bien hacía en disimularlos, porque esta característica  era imperdonable. Ése, pobre, allí, en el seminario, sólo alcanzaría  antipatías, rechazo generalizado y marginación.

Según el cuadro dibujado por Stendhal en su novela, la estrechez de miras no quedaba circunscrito tan solo a los seminaristas, también entre los padres que regentaban el centro se daban serios conflictos e intrigas, que estaban divididos entre jansenistas y jesuitas; y sus luchas eran terribles.

 A todo lo largo de la obra salen muchos sacerdotes , de categorías distintas en la Iglesia, siendo dignos de citar por su ejemplaridad , el padre Chélan, el preceptor, si así se puede llamar, de Julián Sorel. Él le enseñó Latín y le facilitó lo pocos libros que le iniciaron en el maravilloso mundo de la lectura. Un piadoso hombre de Dios, que vela por los pobres y necesitados, busca la justicia social  y vive en pobreza. Y el Padre Pirard, un jansenista, director del Seminario. Los dos guiarán por  buen camino y ayudaran a Sorel, confiados en la falsa vocación del joven.

Un, pienso, muy triste cuadro el pintado por el escritor francés en relación a la conducta nada cristiana de muchos de los personajes eclesiásticos que aparecen en la novela, ocupados y  entretenidos en intereses  mundanos y en sus luchas  por el poder político y la colocación de amigos y deudos en puestos de privilegio . Y olvidados de su función principal de llevar a los hombres el mensaje evangélico para la salvación de las almas.

 

En la segunda parte del libro, el escenario principal es París. El París de la clase rica. La de aristócratas retornados del exilio, alto clero, pares, y militares de rango, con sus espléndidos palacetes dotados de amplios y numerosos salones y estancias en los que el lujo y la riqueza muestran la magnificencia de sus dueños. Son los que mandan y están convencidos de su superioridad.  Superioridad por el hecho del linaje familiar. Duques, condes, marqueses, obispos,…en su mayoría gentes ociosas de doblez  moral, que sólo persiguen aumentar sus fortunas y rango social. Mundo diametralmente distinto al otro, al de Verrières y Bezançon. Allí unos rústicos, aquí unos opulentos sofisticados, convencidos de su superioridad sobre el resto. ¡Unos fatuos!

Muchos son los personajes intervinientes en esta novela, pero sólo comentaré tres. Y empezaré por el protagonista, Julián Sorel. Ya dije que no me agradaba. Según explica el profesor Hernández en su introducción, el autor, Stendhal se identifica con él en unos cuantos aspectos. (¡¡¡!!!)

Sorel es un individuo ambicioso, racional e hipócrita. Odia a los suyos, a su padre y hermanos, y a todos los que tienen lo que el desearía tener: nobleza de cuna, dinero y poder. No hubo un enamoramiento pasional hacia ninguna de sus dos amantes, sino que estas mujeres eran de clase muy superior a la suya. Del mismo modo que abraza la sotana para hacer carrera, cuando su inclinación primera fuera seguir carrera militar. Tiene como cualidad excepcional una espléndida memoria que le permite reproducir literalmente en latín, la Biblia. Este facultad excepcional le servirá de catapulta para sus ambiciones personales..

El personaje de la Sra. de Rênal, la dama rica de provincias, me ha parecido real.  Es una mujer joven casada a los dieciséis años con un hombre veinte o más años mayor que ella. Mujer de convicciones religiosas, y amorosa madre. Cuando conoce a Sorel tiene unos veintiocho años y es madre de tres hijos cuyas edades oscilan entre los doce y los siete años. Vive por y para ellos. Son su realización.

Matilde de La Mole, es una joven aristócrata de París, favorecida por la fortuna y además muy bella, aunque, a mi juicio, carente de moralidad, si bien aparenta todo lo contrario. Un mirlo blanco que arrastra tras de sí una corte de caballeretes de alta cuna y riqueza, compitiendo por su amor. A los que ella considera vacíos, pero son muy parecidos a ella.

Trama  y principalmente el desenlace final  muy fantasiosos, al menos así me lo parecieron a mí, aunque  el profesor Hernández en unas de sus citas a pie de página, advierte que están basados en hechos reales.

El valor de la novela, en resumen,  está en las numerosas alusiones a hechos y personajes históricos de la Francia de la Restauración Borbónica,  y la descripción de  situaciones y ambientes  que en aquella época se dieron y, principalmente, los tipos humanos  descritos. Entre los que destacan los universales vividores sin convicciones propias y carentes de prejuicio o moral que tratan de situarse en puestos públicos para enriquecerse o medrar.  Los ambientes descritos son corruptos. Los que están en las instituciones y lugares privilegiados  de la sociedad, incluidos en los estamentos religiosos, no lo están por méritos personales: el nepotismo, “los enchufes” y demás métodos de corrupción son los que allí les han aupado.

Para terminar  quiero explicar el porqué del titulo. El rojo representa la carrera o el mundo militar, y el negro la clerecía. Dos ámbitos, militar y religioso, en los que los  oportunistas de la época se lanzaban a su lucha por alcanzar fama, dinero y poder.

 

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1) Aquella primera lectura fue en una edición de Editorial Alba, año 2002. Entonces no me gustó. Su personaje protagonista, Julián, me resultó muy  antipático, un ser ambicioso, sin sanas convicciones,  desleal, rencoroso y  con unas ganas locas de subir. Un oportunista.

 

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