La gente de Smiley, Le Carré, Editorial
Argos Vergara, 1980.Título de la edición original ”Smiley´s
people”. Traducción Horacio González Trejo. Sobrecubierta Antonio Lax y
Francisco Ontañón.
Lo acabé de leer el 6 de agosto. Se trata de
una enrevesada y plomiza historia de espías con un gran protagonista central,
George Smiley, agente ya jubilado de los famosos servicios secretos del Reino
Unido, secundado por otros miembros en activo del mismo
cuerpo. Los lúgubres y principales escenarios se sitúan
en Londres, París, Hamburgo, Berna, y Berlín, en días invernales con lluvia y
nieve, en los ya lejanos tiempos llamados de la “ Guerra Fría” (*).
Libro de casi cuatrocientas páginas de letra más
bien pequeña, de lectura poco amena, en la que con demasiada frecuencia los párrafos
de los diálogos entre los personajes llevan intercalados datos y reflexiones ajenos
a la cuestión principal. Particularidad muy repetida a todo lo largo del libro
que, al menos en mi caso, me obligaron- muchas veces- a releer los
párrafos con el fin de “casar” el principio con el final de la frase, y
enterarme o creer enterarme de lo que leía. (**)
.
No obstante decidí continuar con su lectura por
las tres siguientes razones:
1) Conocer
el desenlace final de la trama argumental. Que no se desvela hasta las dos o
tres últimas páginas de las 365 que tiene el libro.
2) Me
resultó interesante leer acerca del contraste entre los modos, los medios
y las formas de actuación entre dos tipos de servicios de inteligencia de
países diametralmente opuestos en cuanto al sistema político - económico de sus
respectivos gobiernos: Reino Unido( y sus primos los EEUU) versus la
Rusia soviética. Es decir, entre un país democrático en el que sus
agentes son un cuerpo de funcionarios, sujetos todos ellos a unas normas y
disciplinas funcionales y de organización, según el escalón jerárquico
ocupado, que actúan (se mueven) dentro de un presupuesto económico fijo
y limitado, con periódica liquidación de gastos, pero sometidos todos ellos,
tanto los mandos como las bases, a
reglas y protocolos rigurosos de control de sus actuaciones
(movimientos) como de los dineros dados. Y a los que, como a cualquier
otro funcionario, el cese (quitarle del puesto) le puede llegar bien por tener
la edad reglamentaria de jubilación, o por la simple arbitrariedad de un
superior que quiere cambiar de equipo y sustituir a los antiguos y eficientes
por nuevos elementos más adictos a su persona y utiliza el convincente
argumento para cualquier administración pública, de la reducción de costes.
Aunque, en muchas ocasiones, estos elementos menos costosos resulten,
finalmente, ineficaces e inexpertos, y, consecuentemente, se
“destroce” algo que funcionaba bien.
Frente al panorama anterior,
la novela de Le Carré nos ofrece la visión de los servicios secretos de un
país de régimen comunista, donde se percibe imperan el autoritarismo,
la opacidad, las purgas, el exilio, y también la muerte como modo de eliminar
al que estorba a los intereses del superior o superiores de turno. Un conjunto de
seres que- no obstante- dada su especial
condición de agentes secretos tienen la oportunidad de vivir en el extranjero
con condiciones a años luz de las que disfrutan el resto de sus paisanos.
Y no me refiero a condiciones económicas, sino a cositas más rudimentarias, más
del día a día, como son el uso y disfrute de productos (alimentos, vestidos,
viviendas confortables, aparatos electrónicos, etc.), comunes y extensibles,
por otra parte, al ciudadano común,
según su bolsillo y/o capacidad de endeudamiento, que vive en un país de los del
mundo libre occidental, pero que al
ciudadano común y corriente de un país de la órbita comunista( las “repúblicas
socialistas soviéticas, que conformaban la URSS) les está (estaba) vetados . Servicios de inteligencia, en
suma, mandados por una élite de individuos que están muy por encima del resto y
viven rodeados de todos los lujos y ventajas que están negados a sus
compatriotas.
3)Y como tercera razón, haberme
acercado al mundo de los refugiados y disidentes del régimen comunista de la
Rusia Soviética, gentes que según expone Le Carré en su ficción, pululan(¿pululaban?)
por algunas ciudades europeas, tal apestados, en situaciones de extrema
precariedad e indefensión, controlados y utilizados por todos los servicios
secretos, en sus modalidades de infiltrados, agentes dobles, chivatos
etc, .
Otro aspecto interesante que me ofreció esta
lectura fue conocer las ventajas coercitivas del chantaje
sobre el soborno.
Técnica, al parecer, muy empleada por los servicios de inteligencia .
¡Qué peligro!
_____________
(*) Guerra Fría:”… período
histórico de enfrentamiento político, económico, tecnológico, ideológico,
social entre Estados Unidos y la Unión Soviética… se inició al
finalizar la Segunda Guerra Mundial, en el año 1945 y, finalizó con la
extinción de la URSS…en el año 1989.El desacuerdo en el reparto de Alemania
entre las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial provocó la escisión del mundo occidental en 2
bloques: uno comunista, liderado por
la URSS, y otro capitalista, con Estados Unidos al frente. (…)Tiene como
nombre Guerra Fría porque entre los dos países no se originó ninguna guerra o
conflicto directo (…). La principal causa que originó la llamada Guerra
Fría fue la rivalidad de ideologías que cada país defendía y, la
oposición económica de ambos sectores, Estados Unidos defendía el
capitalismo y la democracia, principios como la propiedad privada y la libre
iniciativa, a su vez, la Unión Soviética defendía el socialismo, eliminar la
propiedad privada, la igualdad económica y un Estado capaz de garantizar todas
las necesidades de los ciudadanos.(…)Uno de los momentos culminantes de
la Guerra Fría y el que, de alguna manera marcó su fin fue la Guerra
de Corea, cuando en el año 1950 el ejército norcoreano, de influencia
soviética, invadió Corea del Norte, Estados Unidos ofreció apoyo militar a los
surcoreanos. (…)la mayor crisis de la posguerra se produjo en el año 1962 con
motivo de la instalación de bases de misiles soviéticos en la isla de Cuba(…)
(**)
Al revisar y rectificar algunas de las cosas ya escritas, razono que quizás
esta particularidad obedezca más bien al traductor que al autor.