Pienso que el título escogido
para este comentario resume la idea que saqué de las relaciones entre Antonio Pérez, el
secretario de Felipe
II y la esposa de Ruy Gómez, Ana de Mendoza,
Princesa de Éboli. Hablaré de lo que creo unió a estos dos seres
de tan diferente extracción social.
Juicio sacado tras la lectura de la novela de Lázló Passuth, pero
principalmente de la voluminosa y documentada obra “Antonio Pérez. El hombre, el drama, la época” de Gregorio Marañón,
leída también en el 2008 posteriormente a “Señor Natural”.
Estos dos personajes tuvieron
como denominador común la
avaricia, la codicia , en su más amplio
espectro, de la que los dos hicieron gala a todo lo largo de sus vidas, sin
que, además, mostrasen arrepentimiento alguno. Ni Antonio, ni Ana, nunca, pensaron en los demás, llámense éstos
hijos, consortes, patria, rey,…, sólo les importaba su propia persona y sus
particulares ambiciones de poder, fortuna y satisfacción de apetitos
desenfrenados. Fueron dos famosos derrochadores y adoraron al dios dinero, al
cual en fiel sumisión se entregaron incondicionalmente.
A continuación detallo la
definición de avaricia, copiada de Wikipedia:
“La avaricia es una inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. La codicia, por su parte, es el afán excesivo de riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas.La codicia (o a veces la avaricia) se considera un pecado capital, y como tal, en cualquier sociedad y época, ha sido demostrada como un vicio. En efecto, al tratarse de un deseo que sobrepasa los límites de lo ordinario o lícito, se califica con este sustantivo actitudes peyorativas en lo referente a las riquezas.La codicia es un término que describe muchos otros ejemplos de pecados. Estos incluyen deslealtad, traición deliberada, especialmente para el beneficio personal, como en el caso de dejarse sobornar. Búsqueda y acumulación de objetos, estafa, robo …, los engaños o la manipulación de la autoridad son todas acciones que pueden ser inspirados por la avaricia. Tales actos pueden incluir la simonía”.
En apoyo de mi juicio destacaré algunos detalles de la biografía
del secretario real, tomados de biografíasyvidas.com
, seguidos de algunas pinceladas biografícas de la “famosa princesa”.
Secretario de Felipe II de España (Madrid, 1540 - París, 1611)(…) En las luchas políticas de la corte destacó como un gran intrigante alineado con la facción de Éboli contra el duque de Alba y contra don Juan de Austria. Y acabó asesinando al secretario de éste, Juan de Escobedo, ….
Antes de pasar a
los detalles biográficos sobre Ana de Mendoza, quiero resaltar el silencio hallado en las
biografías leídas sobre Antonio Pérez en Wikipedia, biografíasyvidas,
etc., en relación a su condena por sodomía (pecado nefando)por el Tribunal de la Inquisición. Característica de Pérez, al parecer, desconocida por
Lázló Passuth. Y por ello al final de su novela, aclara que “A
la distancia de cuatrocientos años y con las luces aportadas por nuevas
investigaciones, los acontecimientos toman unos perfiles y unas relaciones
entre sí que no son aquellos a los que estamos acostumbrados. Como
ejemplo se permite el autor citar aquí la gran obra de Marañón sobre Antonio
Pérez, publicada hace algunos años, pero que aún no se conocía cuando este
libro fue escrito.”
Seguidamente,
detallo algunos de los datos biográficos más controvertidos de la popularmente
conocida por Princesa de
Éboli:
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Ana pertenecía a una de las familias castellanas más poderosas de la época: los Mendoza. Hija única del matrimonio entre don Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda, virrey de Aragón, y doña María Catalina de Silva y Toledo, se casó a la edad de doce años (1552) con Ruy Gómez de Silva, por recomendación del príncipe Felipe, futuro Felipe II; su marido era príncipe de Éboli (ciudad ubicada en el Reino de Nápoles) y ministro del rey…Durante el periodo de su matrimonio la vida de Ana fue estable y no se le conocen andanzas ni problemas. Tuvieron diez hijos(…)Solicitó junto con su marido dos conventos de carmelitas en Pastrana. Entorpeció los trabajos porque quería que se construyesen según sus dictados, lo que provocó numerosos conflictos con monjas, frailes, y sobre todo con Teresa de Jesús, fundadora de las Carmelitas descalzas. Ruy Gómez de Silva puso paz, pero cuando éste murió volvieron los problemas, ya que la princesa quería ser monja y que todas sus criadas también lo fueran. Le fue concedido a regañadientes por Teresa de Jesús y se la ubicó en una celda austera. Pronto se cansó de la celda y se fue a una casa en el huerto del convento con sus criadas. Allí tendría armarios para guardar vestidos y joyas, además de tener comunicación directa con la calle y poder salir a voluntad. Ante esto, por mandato de Teresa, todas las monjas se fueron del convento y abandonaron Pastrana, dejando sola a Ana. Ésta volvió de nuevo a su palacio de Madrid, no sin antes publicar una biografía tergiversada de Teresa, lo que produjo el alzamiento de escándalo de la Inquisición, que prohibió la obra durante diez años(…)Tras la repentina muerte de Ruy Gómez de Silva en 1573, Ana se vio obligada a manejar su amplio patrimonio y durante el resto de su vida tuvo una existencia problemática. Gracias a sus influyentes apellidos consiguió una posición desahogada para sus hijos(…)Los motivos de la intriga que llevaron al asesinato de Escobedo y a la caída de la princesa no son claros. Parece probable, junto a la posible revelación de la relación amorosa entre Ana y Antonio Pérez, también la existencia de otros motivos, como una intriga compleja de ambos acerca de la sucesión al trono vacante de Portugal y contra don Juan de Austria en su intento de casarse con María Estuardo(…)La princesa fue encerrada por Felipe II en 1579, primero en el Torreón de Pinto, luego en la fortaleza de Santorcaz y privada de la tutela de sus hijos y de la administración de sus bienes, para ser trasladada en 1581 a su Palacio Ducal de Pastrana, donde morirá atendida por su hija menor Ana de Silva (llamada Ana como la hija mayor de la Princesa, se haría monja luego) y tres criadas. Es muy conocido en dicho palacio el balcón enrejado que da a la plaza de la Hora, donde se asomaba la princesa melancólica. Tras la fuga de Antonio Pérez a Aragón en 1590, Felipe II mandó poner rejas en puertas y ventanas del Palacio Ducal.No está tampoco muy claro el porqué de la actitud cruel de Felipe II para con Ana, quien en sus cartas llamaba "primo" al monarca y le pedía en una de ellas "que la protegiese como caballero". Felipe II se referiría a ella como "la hembra". Es curioso que mientras la actitud de Felipe hacia Ana era dura y desproporcionada, siempre protegió y cuidó de los hijos de ésta y su antiguo amigo Ruy.)