(*) Al percatarme del error de bulto cometido al escribir el título del libro como "Abderramán de Sevilla" me ha llevado a releer , corregir y hacer alguna que otra modificación al texto. ¡Lo siento!
“Ben Ammar de Sevilla”, (*) Una tragedia en la España de
los taifas, por Claudio Sánchez- Albornoz y Menduiña. Colección
Austral, nº 1502, Espasa-Calpe,
Madrid, 1972. Un libro de muy
completa edición, en cuya tapa superior, en su dorso, ilustra al lector
con datos biográficos del autor y sinopsis de la obra.
Es una narración sencilla,
de fácil lectura, desarrollada en ciento treinta y nueve páginas, con tipografía
de tamaño normal y grandes espacios libres. Características que unidas al
interés despertado en mí por la trama, hicieron que prácticamente “devorase” el libro.
Historia que parece de ficción, un cuento,
pero no lo es. Como expresamente lo advierte su autor, Sánchez-Albornoz,(1)
en el prólogo ‘Mea Culpa’, cuando escribió: “Los personajes principales de
esta narración son todos históricos; la mayoría de los sucesos en ella
referidos acaecieron en verdad y los otros debieron o pudieron también ocurrir…”;
es decir, Al-Mútamid, Rumaykiya y Ben
Ammar son, fueron, reales.
Existieron en aquellos lejanos tiempos, siglo XI, de la España musulmana,
Al-Ándalus, teniendo como específico
escenario principal la Sevilla
islámica, un reino taifa.
Ha sido una segunda lectura, la primera lo
fue en 1993, pero, incomprensiblemente, - ahora lo pienso así - la olvidé
del todo, personajes y argumento. Entonces todo lo allí contado me
debió parecer irreal, lejano, y muy artificioso: un rey poeta que es más poeta
que gobernante, una esclava convertida en reina y un favorito encumbrado a
visir gracias a su talento lírico. En resumidas cuentas, un relato de “ Las Mil y una Noches”. Al presente ha sido bien diferente; tal vez porque he
mirado a los personajes allí representados desde su
perspectiva universal. Y, por este mismo
motivo , creo entender el por qué su autor, el prestigioso historiador, experto
en la Historia Medieval de España, bautizó su obra como “ Ben
Ammar de
Sevilla”, porque este
personaje, en mayor medida que los otros dos con los que comparte protagonismo,
personifica, encarna un tipo humano
universal, el del ser de ilimitada
ambición de fortuna y de poder,
individuo , en muchas ocasiones tal como Ben Ammar, venido de la nada, un
donnadie, pero que situado ya en una posición social ventajosa, no tiene
límite ni freno moral que le detengan en sus ansias desenfrenadas de
acumulación de mayores riquezas y alcance de jerarquía superior. Y ello le
lleva a cometer todo tipo de villanías, incluida la traición al amigo y
benefactor, y llegado el caso hasta el crimen. ¡Ay, la codicia!
Transcribo las palabras de Sánchez –
Albornoz en relación a sus consideraciones sobre Ben Ammar:
“Acaso ensombrecí la figura de Ben Ammar, abultando sus flaquezas más de lo que su biografía nos permite adivinar. Me dejé ganar por mi personal antipatía hacia los intelectuales y políticos sin escrúpulos, arribistas, ambiciosos de mando y de riquezas, zigzagueantes, desleales, envidiosos, a la par supersticiosos y crueles, capaces de pasar de la adulación al espionaje y la mentira, orgullosos y violentos con las masas. No creo, empero, haber desfigurado su silueta. Por lo que de él cuentan las historias arábigas merece ser equiparado a muchos políticos de hoy que todos hemos conocido y conocemos.”
¡Cuánta verdad y sabiduría acerca de la miserable criatura humana encierran estas palabras de Sánchez –Albornoz! A quien expreso y dirijo mi admiración más sincera.
Pero, resaltado lo negativo del personaje,
debo también resaltar su especial don, su gracia, porque Ben Ammar,
Abenamar, Ibn Ammar,(2), fue un gran poeta que, según leí en Wikipedia, “destacó sobre todo en el cultivo de la
gacela o gazal homoerótico.
Su poesía supone una de las cimas del cultivo de la poesía amorosa en
Al-Ándalus, en la que Abenamar es uno de sus representantes más destacados,
pues se dedicó a la lírica
culta amorosa árabe por pasión, y no por oficio como era común entre los poetas
cortesanos andalusíes”.
Libro cuya lectura, resumiendo, me agradó mucho.
Cierro este comentario con “Romance
de Abenámar”, Anónimo.
Desconozco si el morito al que está dedicada es el mismo cuya trágica historia
nos cuenta Don Claudio.
ROMANCE DE ABENÁMAR
—¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería,
el día que tú naciste grandes señales había!
Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría:
—Yo te lo diré, señor, aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía
que mentira no dijese, que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey, que la verdad te diría.
—Yo te agradezco, Abenámar, aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían!
—El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita,
los otros los Alixares, labrados a maravilla.
El moro que los labraba cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra, otras tantas se perdía.
El otro es Generalife, huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría;
daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería.
(1) Me remito al artículo
publicado por La Vanguardia, en 1984,( “Claudio Sánchez Albornoz, un
apasionado de la historia de España”) con motivo de su muerte, en el que se
glosa su figura como político, historiador,
periodista e intelectual . Al
final se detallan (y enlaza con cada uno ) los 82 artículos del insigne
historiador, publicados por ese medio.
(2) Todos estos nombres le corresponden.