En "Tierra fecunda" de la escritora francesa Raymonde Vincent se describe la cotidianidad de una familia campesina de la zona del Berry caracterizada por la sencillez de sus costumbres, la austeridad de medios y el duro trabajo. Todos los personajes allí descritos, hasta los más chicos, niños que aun no han hecho la primera comunión, viven entregados a tareas rústicas como preparar los campos, arar, cosechar, pastorear las ovejas, etc. La autora se reveló como novelista con esta obra, por la que fue galardonada con un premio literario, en 1937.
La historia gira alrededor de una adolescente huérfana criada por su abuela materna. El estilo es simplón y algo ñoño, sobretodo, para los tiempos en que vivimos. Muchos son los espacios dedicados a la descripción de prados, bosques, estanques, sembrados y los más diversos contornos al manso de la familia campesina protagonista. También son descritas sus sencillas costumbres que giran en torno a la explotación agropecuaria de carácter familiar. Sus protagonistas forman un estrecho círculo, en el que la autoridad y el respeto al jefe del grupo, el padre y "amo", es lo primero. Él decide y gobierna la vida de los seres bajo su jurisdicción; del mismo modo que la hacienda que regenta. Reparte tareas y obligaciones, vigila su observancia y castiga con rigor su incumplimiento. Es, en suma, la caracterización de un buen padre de familia y como tal no sólo procura a favor del mantenimiento material de sus hijos, sino que se afana por darles una buena formación en valores. Se cuenta en la novela cómo los dos hermanitos pequeños van a la escuela parroquial lejana, para aprender el Catecismo y alcanzar los conocimientos precisos para tomar su primera comunión. Ello a pesar de los problemas y esfuerzos que a toda la familia le reportan.
Me resultó de mucho contraste leer el afán de todo el grupo porque los dos peques aprendieran bien el Catecismo, frente al desinterés bastante generalizado que pienso existe hoy en la moderna sociedad española por estas cosas. La trasmisión y el conocimiento de nuestras creencias religiosas han quedado relegados del todo. Hablamos de formación y educación del niño, sin tener en cuenta la importancia capital de inculcarles la fe en el Creador y en su Misericordia para con la criatura humana. Nuestros afanes están por darles vestidos y zapatos en abundancia y de marca; juguetes múltiples y variados que casi nunca llegan a pedir porque nos hemos anticipado en proporcionárselos. También nos preocupa hasta la exageración que puedan aprender otras lenguas extranjeras, aunque aquí, en España, según regiones o comunidades; no puedan aprender debidamente la universal lengua castellana... Y la primera comunión hace mucho tiempo que para muchos es sólo un festejo familiar y oportunidad de ostentación particular… ¿A dónde vamos?