martes, 19 de noviembre de 2013

¡Era un santo!, (Pinceladas del Natural )del Padre Luis Coloma

 ¡Era un santo! primera de las diez narraciones que componen el Tomo III de “Pinceladas del Natural” del jesuita Luis Coloma, Editorial “El Mensajero del C. de Jesús, 1920, octava edición,Colección de narraciones breves del Padre Coloma(**)

Narración que cuando la leí  me impresionó su desenlace, porque, además, está inspirado en un hecho real, según aclaración del propio autor en nota a pie de página. Al presente, mientras elaboro el comentario, me estoy dando cuenta que lo que antes llamó mi atención y dio importancia al relato, lo es sólo en un segundo plano, porque su mayor trascendencia está , según creo, en enfrentar al creyente católico que la lee con el recuerdo de su obligación de frecuentar el sacramento de la confesión y penitencia (*)de sus faltas. Más si éstas fueran  graves, ya que le alejan de Dios y en caso de morir sin haberse puesto en paz con el Creador, ponen en peligro la salvación de su alma. 

Su lectura  me resultó amena y edificante. El protagonista indiscutible, “el santo”, es el páter familias de una acomodada y bien situada familia andaluza, cónsul de un país centroamericano, ex alcalde, y recién galardonado(porque la había comprado) con la Cruz de Isabel La Católica. Estamos, pues, ante un prohombre, cuyos inicios, sin embargo, fueron modestos, la de un simple abogado pasante de una notaría. Numerosas son las pinceladas de humor, puestas por el autor a través del personaje del yerno, Sancho, un señorito andaluz, cuya lengua mordaz, especialmente con su suegra, logra en muchas ocasiones hacer reír al lector. Sirve también esta figura de contrapunto, poniendo en sus acciones, expresiones y respuestas, la simpleza y la naturalidad de los hechos humanos que salen del corazón, de un corazón bueno, verdades como puños, sin ambages ni medias tinta. La mayoría de las muy frecuentes citas y reflexiones de autores clásicos y refranes de honda sabiduría popular corren, también, a cargo de este personaje. 

La historia nos sitúa en los últimos días de vida del protagonista, enfermo tras el latigazo de un primer ataque cerebral  y el definitivo toque mortal, describiéndonos sus angustias y terrores ,  reclamando la asistencia de un sacerdote  para conciliar su alma con Dios. La espléndida descripción  de esta situación   logra dar a la narración su verdadero alcance,  que es  inducirnos  a plantearnos la importancia de morir en paz con Dios, tras implorar de su Misericordia Infinita, el perdón por nuestros pecados. 

En un plano menos trascendental,  esta lectura nos da la imagen de un tipo humano universal, es decir, que se da en todos los tiempos y lugares, la del tipo contemporizador, sin ideología política concreta, pero nadador experto en aguas turbulentas, quien de la nada se ha hecho con fortuna y bienes obtenidos mediante métodos que aunque legales(lícitos) son moralmente condenables(ilícitos), en detrimento y con perjuicio descarado de  alguno o de alguna de los que se hayan cruzado en su existencia. Individuos, en resumen, que gozan de honor y respeto de la sociedad, pero en la práctica y de hecho,  son de plena insolvencia moral.

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(*)Sacramento de la Penitencia: Copio y pego algunos de los párrafos del artículo publicado por Aciprensa en relación sacramento de la Penitencia, pero recomiendo su lectura íntegra:
"El sacramento de la Penitencia, o Reconciliación, o Confesión, es el sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para borrar los pecados cometidos después del Bautismo. Es, por consiguiente, el sacramento de nuestra curación espiritual, llamado también sacramento de la conversión, porque realiza sacramentalmente nuestro retorno a los brazos del padre después de que nos hemos alejado con el pecado(...)La confesión es la manifestación humilde y sincera de los propios pecados al sacerdote confesor(...)Estamos obligados a confesar todos y cada uno de los pecados graves, o mortales, cometidos después de la última confesión bien hecha(...)Las faltas objetivamente mortales más frecuentes son (siguiendo el orden de los mandamientos): practicar de cualquier modo la magia; blasfemar; perder la Misa los domingos o en las fiestas de preceptos sin un grave motivo; tratar mal de manera grave a los propios padres o superiores; matar o herir gravemente a una persona inocente; procurar directamente el aborto; buscar el placer sexual en solitario o con otras personas que no sean el propio cónyuge; para los cónyuges impedir la concepción en el acto conyugal; robar una suma relevante, incluso sustrayéndose en el trabajo; murmurar gravemente del prójimo o calumniarlo; cultivar voluntariamente pensamientos o deseos impuros; faltar gravemente el propio deber; acercarse a la Sagrada Comunión en estado de pecado mortal; callar voluntariamente un pecado grave en la confesión(...La confesión es un medio extraordinariamente eficaz para progresar en el camino de la perfección. En efecto, además de darnos la gracia "medicinal" propia del sacramento, nos hace ejercitar las virtudes fundamentales de nuestra vida cristiana. La humildad ante todo, que es la base de todo el edificio espiritual, después la fe en Jesús Salvador y en sus méritos infinitos, la esperanza del perdón y de la vida eterna, el amor hacia Dios y hacia el prójimo, la apertura de nuestro corazón a la reconciliación con quien nos ha ofendido. En fin, la sinceridad, la separación del pecado y el deseo sincero de progresar espiritualmente.)"


(**) El Padre Coloma  fue el creador del Ratoncito Pérez, y el autor de "Pequeñeces", la más conocida  y controvertida de sus novelas. Prolífico autor. 

domingo, 17 de noviembre de 2013

Privilegio, narración corta de Frederick Forsyth

Las faltas contra la reputación del prójimo deben ser reparadas. A este respecto dice el Catecismo:
“Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación aunque su autor haya sido perdonado.( …) reparar un daño públicamente, (…)si el que ha sufrido un perjuicio no puede ser indemnizado directamente, es preciso darle satisfacción moralmente, en nombre de la caridad. Este deber de reparación concierne también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo. Esta reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del daño causado. Obliga en conciencia” CEC 2847.

Esta cita del Catecismo Católico me ha hecho recordar otra de las lecturas de estos últimos años, pendiente de comentar. Su título “Privilegio” y su autor Frederick  Forsyth. Es una de las ocho narraciones que componen el libro titulado “El Emperador”, editado por Plaza&Janes, 1982, título original “The Emperor”, traducción de J. Ferrer Aleu, portada de Domingo Álvarez. Narraciones cortas  acerca de diversidad de cuestiones que despiertan el interés del lector. Al igual que los últimos libros comentados, éste lo leí hace ya unos cuantos años, en el 2009. Los ocho cuentos me agradaron, son cada uno de ellos buena muestra  del  dominio de Frederick Forsyth en sus ficciones para narrar  actitudes y hechos humanos verosímiles aunque insólitos para los comunes mortales como yo.

Pero no divagaré más y me meteré en las enseñanzas que la lectura de “Privilegio” me ha proporcionado:

“En todas partes cuecen habas”. Según este relato, la Justicia del Reino Unido tiene, en líneas generales, los mismos graves defectos que la de aquí, la española. Es burocrática, consecuentemente lenta, pero principalmente costosa y por lo tanto inaccesible para la mayoría. Y, además, con jueces que no buscan dar razón al que la tiene, ni justa satisfacción al agraviado, sino la aplicación literal de  normativas y leyes, cuyo espíritu en ocasiones, se aleja del sentido común o derecho natural, de dar a cada cual lo que le corresponde, que eso es, en definitiva, la Justicia, con inicial mayúscula y como sinónimo de Equidad.

La extensiva mala praxis periodística aquí descrita, y tema de fondo de la narración,  en la que se nos cuenta cómo un afamado periodista, de un acreditado medio, hace un artículo con afirmaciones graves pero sin verificar sobre una persona. Tanto al medio como al periodista en cuestión les importa un ápice de las consecuencias para la persona o entidad de lo publicado. En el caso inglés, quiero decir en el cuento de Forsyth, las empresas periodísticas cuentan con seguros, amén de asesorías jurídicas con expertos en litigios por adulteración de la verdad o difamación.


3º “Beber de la misma medicina” En este punto es donde, particularmente, más me agradó el cuento. De cómo  la simple y desamparada víctima agraviada no se desanima, y con mucho ingenio y esfuerzo personal, en solitario, le da al prepotente periodista una buena cucharada de su maléfica poción informativa. ¡Me encantó el final!

viernes, 15 de noviembre de 2013

La maledicencia, de P. Luis Coloma

Pinceladas del Natural” del Padre Luis Coloma, Tomo III, Octava Edición, Bilbao, 1920. El libro comprende diez narraciones breves del jesuita español, miembro de la Real Academia Española de la lengua, Padre Coloma, el creador del Ratoncito Pérez, el que deja una moneda o un regalito debajo de la almohada cuando los peques de la casa pierden alguno de sus dientecitos de leche. Supongo que muchos como yo,  de los más mayores, sabe que el singular Ratón Pérez fue creado para el entonces niño de ocho años, Alfonso XIII. Su lectura fue en el 2009, o sea, hace cuatro años. Recuerdo, no obstante, como denominador común a todas estas narraciones, el tono edificante, la religiosidad y fe en Dios y en su Providencia, el conocimiento y cita constante y variada de los clásicos de la Literatura Universal y también que los personajes protagonistas, en su mayoría,  pertenecen a la clase alta o pudiente. Al presente, sin embargo, sólo me atrevo a escribir acerca de dos de aquellas narraciones, cuyo argumento quedó  grabado en mi recuerdo. Estas dos narraciones son: “¡Era un santo!” y “La maledicencia”.  El título de esta última ya nos está diciendo de que va la historia, o sea, de cuando alguno o alguna se dedica a la propagación de hechos  que difaman, desprestigian, al prójimo. Hechos que, además, no hay certeza de su veracidad, pero si la seguridad de que su conocimiento por los otros dañará la reputación del protagonista.

Buscando en la Red un enlace con la definición del término maledicencia, hallé una entrada del blog de José Miguel Arráiz en que trata este pecado de la lengua, cuya lectura recomiendo; entrada de la que copio y pego algunos de los párrafos más significativos:



Uno de los pecados de la lengua es la maledicencia, el cual no solo afecta la sociedad en general, sino también a todos los que profesamos la fe ...El diccionario de la Real Academia Española define la palabra maledicencia como la acción o hábito de hablar con mordacidad en perjuicio de alguien, denigrándolo. El Catecismo es aún más preciso y define como maledicencia cuando, sin razón objetivamente válida, se manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran. (...)no quiere decir que es un deber cristiano ocultar los defectos del prójimo (o lo que consideramos tales), pero si evitar manifestarlos a otros cuando no hay una razón válida para ello(…)Muchas son las razones por las que somos impulsados a caer en la maledicencia, pero se puede decir que una de las principales es la envidia o el rencor. (...)Entre otras razones (...) está la superficialidad, las habladurías, la costumbre de contar chismes. (...) la persona se habitúa a criticar y a hacer resaltar los defectos aparentes o reales del prójimo. Este tipo de maledicencia es particularmente peligrosa porque hace propenso a la persona que la practica a caer en otros pecados de la lengua como el juicio temerario o la calumnia. El juicio temerario es aquel que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo; la calumnia es  aquella que, mediante palabras contrarias a la verdad, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos. Cuando nos hacemos eco de rumores o acusaciones infundadas sobre el prójimo, corremos riesgo de hacernos cómplices también de juicio temerario y de calumnia. EL hecho mismo de comentar estas acusaciones con personas que las ignoran nos hace instrumento y colaborador del originario de la calumnia.
No es lícita moralmente la maledicencia ni siquiera para hacer referencia a personalidades públicas (...) hay que distinguir entre la opinión personal privada sobre alguien, y la manifestación en público de dichas opiniones y las consecuencias que pueden tener en la reputación ajena.(…)Es aquí donde también es importante distinguir entre la libertad legal para criticar incluso en forma destructiva al prójimo (e incluso respecto a esto la libertad de expresión tiene sus límites), y la libertad moral para hacerlo. Los cristianos no somos libres moralmente de caer en maledicencia, y en el caso de personalidades públicas la materia grave del objeto del acto moral puede ser mayor, porque afecta su imagen respecto a un mayor número de personas.
Las faltas contra la reputación del prójimo deben ser reparadas. A este respecto dice el Catecismo:Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación aunque su autor haya sido perdonado.( …) reparar un daño públicamente, (…)si el que ha sufrido un perjuicio no puede ser indemnizado directamente, es preciso darle satisfacción moralmente , en nombre de la caridad. Este deber de reparación concierne también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo. Esta reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del daño causado. Obliga en conciencia” CEC 2847.


Bueno, como se puede leer,  nada he hablado de la historia contada por el Padre Coloma, pero sí de la maledicencia, ese “pecado de la lengua”,  hoy- desgraciadamente-  tan al uso y cuya eficacia destructiva, si cabe, ha aumentado con el mal empleo de las modernas técnicas de comunicación  como  twitters,  las cadenas de correos electrónicos y los whatsapps. Particularmente, en alguna que otra ocasión,  ante la gravedad de lo contado( al menos a mí me lo parecía) sobre alguna personalidad pública o hecho histórico, y habiendo optado  por verificar su veracidad , descubrí que entre lo allí dicho y la realidad había un largo, tortuoso  y estrecho camino, es decir, medias verdades, afirmaciones falsas de, o,  sobre personajes famosos, hechos, etc.,  que posteriormente había sido demostrada su falsedad, desmentidos los hechos o rectificadas las afirmaciones allí vertidas. Pero, el objetivo estaba alcanzado, la maledicencia ya había actuado, sembrando dudas en algunos casos y en los muchos manchando para siempre el honor y la reputación de la víctima del infundio.  Ya se sabe lo que dice el dicho, “difama que algo queda”.


martes, 5 de noviembre de 2013

Reinas sin Corona, continuación (y 3) (Nacionalismos)


Antes de dar por concluidos mis comentarios y reflexiones en relación a este libro, creo necesario señalar  mi torpeza pues  he necesitado de una tercera lectura para darme cuenta del verdadero alcance y gran mérito de esta pequeña gran obra de Anny Latour, y que, por tanto, resulta indiferente la nacionalidad de las mujeres objeto de la obra, ni si están todas o faltan algunas, porque las aquí señaladas, a todas, les corresponde el merecido protagonismo que Latour les ha dado. Fueron personajes sobresalientes de su época y lugar, con aciertos y errores, pero las cuales, sin lugar a dudas, tuvieron influencia decisiva sobre sus contemporáneos y su dinámica labor contribuyó  al desarrollo del mundo tanto de las ideas como de las artes, así como de las costumbres y, en muchas ocasiones, fueron verdaderas avanzadas, vanguardias, de su tiempo.
Una vez expresado el mérito personal de todas y cada una de estas féminas, señalaré las tres cuyas vidas más me impresionaron: la italiana princesa Belgioioso, la alemana Rachel Varnhage, y la francesa Juliette Adam.  Entre las cuales he hallado como aspecto común el papel jugado por cada una de ellas , bien  a favor o bien en contra,  de las corrientes nacionalistas de su época y lugar de origen.


Rachel Varnhage
Una princesa en armas por la patria - imperioromano.com
Belgioioso
  La primera, Belgioioso, fue un personaje muy singular.  Se distinguió por su combativa actitud para lograr la unidad de los italianos, divididos entre monárquicos y republicanos, en su lucha contra los austríacos que entonces gobernaban en  la península italiana. Murió relativamente joven y olvidada por todos.

Rachel Varnhage,  creo que fue  la que sufrió en mayor medida  los perniciosos efectos del nacionalismo cerril, pues, a pesar de sus múltiples renuncias, incluida la de su lengua materna, el yiddish, se encontró siempre con el rechazo de la élite germana contemporánea suya, debido a sus raíces semíticas, que ellos consideraban inferiores y no propiamente germánicas.

Y en cuanto a la última de las tres mencionadas, la francesa Adam, nacida Juliette La Messine,  según creo,  constituye  un buen ejemplo de la intolerancia y el odio, en este caso hacia Alemania, engendrado por el nacionalismo llevado a los máximos extremos. Es decir, cuando el sentimiento patriótico, el amor patrio, obnubila la mente de las gentes y las anima e induce a actitudes viles en contra de sus congéneres y les hace olvidar que el otro es, ante todo, otro ejemplar como él mismo, de la misma especie, la humana, reina de la Creación. La que hizo Dios a su imagen y semejanza y le dio el don de la palabra.
Description de cette image, également commentée ci-après
Juliette La Messine
Por último, quiero dejar constancia de lo mucho que he aprendido con la lectura de este, en apariencia, pequeño libro. Y principalmente acerca de personajes tan relevantes como  el poeta alemán Henri Heine y el compositor italiano Bellini, pero, - advierto - son sólo  ejemplos, pues innumerables son las figuras femeninas y masculinas aquí citadas cuya aportación al mundo de las ideas, de la pintura, de la  música, de la literatura,  y del conocimiento en general,  han sido muy valiosas para la humanidad. En algunos casos con reconocimiento del mérito de los personajes,  y en otras muchas no; cuya aportación ha quedado relegada o en el olvido.



domingo, 3 de noviembre de 2013

Reinas sin corona (2) (Rachel Varnhage, víctima del antisemitismo atávico )


Hace unos días empecé a comentar el libro “Reinas sin coronas” de Anny Latour, pero antes de decir todo lo que quería me desvié hacia  otras cuestiones. Procuraré hoy,  dar cumplido término a ello, porque observo que en demasiadas ocasiones, escribo que continuaré y luego no lo hago. ¡Malo!

Me centraré en sólo tres de las protagonistas de la obra de Latour, aquellas cuyo papel e influencias sobre sus coetáneos y conciudadanos considero más cercanos, tanto en el espacio, porque fueron europeas, como en el tiempo, pues vivieron en los siglos XIX y XX. Y también- sin duda- por el exacerbado nacionalismo del momento que les tocó vivir. Tres célebres mujeres, de nacionalidades alemana, italiana y francesa, desconocidas por mí hasta la lectura de este singular libro.

Comienzo por Rachel Varnhagen , a quien, en 1830 ,  Gentz le escribió “Es usted el romanticismo mismo”, es decir, la encarnación del  romanticismo alemán, definido como,  “eclosión de pasiones individuales, sin otra ley que la realización del yo y del propio destino; en que predominan la emoción sobre la razón y la fantasía  y el valor sobre el saber”.  Personaje que despertó mi interés porque para mí más bien encarna al prototipo del individuo, quizás hasta superior, pero  “diferente” dentro de un colectivo exclusivista, al cual  aquél se afanará por pertenecer, ser uno más con plenos derechos, aunque para ello deba renunciar, más bien renegar, de sus raíces, de sus tradiciones y cultura propios, e incluso de sus convicciones religiosas. Seguidamente, transcribo párrafo con el que la autora concluye los capítulos destinados a Rachel Varnhage  Von Ense expresivo de los sentimientos de esta mujer en los últimos días de su existencia: 

Cinco días antes de morir, el 2 de marzo de 1833, a los 62 años, Varnhagen escribió de sí misma ... "soy refugiada de Egipto y de Palestina", y "lo que toda mi vida me ha producido mayor vergüenza, mayor dolor, mayor desgracia, haber nacido judía, ahora, por nada del mundo querría ser desposeída de ello".
Rahel Levin.png
Rachel era alemana de origen judío, pertenecía a una rica familia de comerciantes, los Levin, y su lengua materna fue el yiddish . Su infancia y juventud, consiguientemente, transcurrió en el gueto judío,  “apartada- dice Latour-  de la corriente política y cultural”; porque la sociedad alemana no daba acceso a la sociedad a los judíos. “Para acceder a ella no había más que un medio de orden individual: el “bautismo”. Al amparo del acto del bautismo los judíos podían participar en la vida política y cultura de Alemania” (p. 129). El acto de conversión al cristianismo fue calificado por  el célebre poeta Heine, coetáneo y del mismo origen que Rachel como “billete de entrada a la civilización europea”.  Billete que muchos alemanes judíos adquirieron de modo interesado. En este punto, Latour pregunta:  ¿Quién podría reprochar a tantos judíos alemanes que abandonaran la fe de sus antepasados para poder sustraerse al aislamiento del ghetto? Y más adelante para ilustrarnos con un buen ejemplo nos habla de la posición personal adoptada por tres de ellos, David Veit ,el ya citado Henri Heine y Rahel, : “ (…)Veit(…)en un entorno hostil, intentó, (…) integrarse (…), pero conservando su integridad espiritual.(…)Heine, víctima de la misma miseria judía, (…) sabrá transformarla, no en lágrimas , como Rachel, sino en creación poética”. 

Rachel Varnaghen Von Ense despertó elogios, admiración y pasiones en notables personajes germanos como Gentz, Beethoven, Goethe( un ídolo para Rahel) y hasta del propio Achim von Arnim y de Clemens Brentano.

Para  meterme en el tema del nacionalismo exacerbado, cerril, creo que la manera más sencilla sea reproduciendo los párrafos que más me impactaron:

"El romanticismo se hace reaccionario", este es el título del capítulo en el que la autora trata la evolución del romanticismo alemán y nos dice:  “En el medio del colaboracionismo oficial, se ve brotar un sentimiento hasta entonces desconocido: el patriotismo. En la sala abarrotada de la Academia berlinesa, Fichte lee sus Discursos a la nación alemana. Este filósofo, célebre por sus sentimientos europeos, cambia de la noche a la mañana: se hace patriota. Sus palabras inflamadas despiertan las conciencias(…)condena de toda arrogancia nacional(…)su llamada a la dignidad y a la independencia. El socialismo de estado que preconiza responde a las aspiraciones… de ver realizada la justicia social. El idealismo religioso…rechazando todo dogmatismo y proclamando como única base ética la fe en Dios.

¿ Pero, se pregunta Latour, de qué sirven las tesis de Fichte, tan poderosamente fundadas en la razón, si un romanticismo llevado al absurdo se transforma en antítesis misma de la razón? Los románticos se pierden en la arrogancia; proclaman a su propia nación como única portadora de la verdad absoluta,…Se precipitan en el abismo de su propia perdición, como dice Nietzsche, en la enfermedad y en la ignorancia más opuestas a la civilización: el nacionalismo.(pág. 143)”

“La influencia de esta degradación pesa sobre la sociedad como sobre la literatura. Los escritores y poetas se transforman en charlatanes de feria, los patriotas en falsificadores del patriotismo (…) Para atizar el fuego hay que estimular los particularismos nacionales, sugerir al pueblo alemán la ideología de la sangre y de la tierra. Y, ante todo, predicar el odio.”(p.144)

Este nacionalismo incipiente no se concibe sin su complemento indispensable: el racismo”

A partir de 1819(…) Los decenios que siguen constituyen un triste capítulo de la historia de Alemania. Al fuego del entusiasmo sucede la reacción, que se manifiesta por el burocratismo, el despotismo, la represión de todo impulso liberal. Hace estragos, sobre todo, en Berlín, cuna años atrás de ideas progresistas(…)reina un clima de espionaje y de delación. Las persecuciones policíacas están a la orden del día. La mano pesada de la censura se apodera de las obras maestras de la literatura: se prohíbe representar Egmont, de Goethe; Guillermo Tell, de Schiller; El Príncipe de Hombourg, de Kleist(p.145)

Ciertos biógrafos de Rachel…le han aplicado el nombre de profeta…se halla dotada de un raro instinto para los acontecimientos futuros…prevé los desastres que traerá consigo el movimiento nacionalista(…)En 1817 responde en carta a su esposo: Preveo en mi espíritu una catástrofe real si estos alienados pueden continuar su obra…En agosto de 1819 estalla, como una tormenta, una ola de persecución semita”(p.147)

La profecía apocalíptica de Heine se proyecta sobre un futuro más lejano: Alemania verá, un día, desarrollarse un espectáculo, en comparación del cual la Revolución francesa no aparecerá más que como un inocente idilio”(p.147)

"Rachel, quintaesencia del romanticismo alemán, apenas se atreverá a llamarse a sí misma alemana”. El odio es un veneno que se desliza en el corazón de quien se siente odiado, le roe y le roba la fe en sí mismo y en sus semejantes. Las consecuencias más nefastas del antisemitismo son que los judíos, contaminados, serán a su vez víctimas de la más terrible calamidad moral: el desprecio de si mismos.”(p.149)

viernes, 18 de octubre de 2013

Enrique VIII, de Félix Grayeff

Enrique VIII” de Félix Grayeff, (*) Círculo de Lectores, 1970, título del original “Heinrich der achte”, traducción Ediciones Cid, cubierta Izquierdo. Libro leído a mediados del 2008,  por vez segunda, que tenía pendiente de comentar.  Lectura que pienso no será la última. La primera fue en 1992, las conclusiones y enseñanzas sacadas entonces, según recogí en una nota, guardada en el propio libro, fueron las siguientes:


Enrique Tudor tuvo una formación humanística y teológica superior porque su familia lo destinaba,ya que era el segundo varón,  a la vida religiosa (Arzobispo de Canterbury). Formación de la que, al menos en sus inicios, niñez y juventud, hizo buena gala.  Imagen para mí totalmente novedosa del personaje y muy lejana, sin duda,   de la de concupiscencia o carnalidad que de él tenía, y con la que merecidamente, considero, ha pasado a la posteridad. Supongo que, como yo, son muchos los que cuando piensan en Enrique VIII, les viene la imagen de un más que robusto hombretón que hizo lo que le vino en su real gana (nunca tan bien dicho); y para ello burló divinas y humanas leyes. Personaje, sin embargo, que fue muy manipulado. Muchas de sus decisiones y acciones, o tal vez todas, fueron fruto del  manejo( utilización) que de su persona hicieron los distintos partidos que existían en su entorno y que buscaban, exclusivamente, su particular  beneficio propio y egoísta. Particularmente, me resultó deprimente, muy deprimente, conocer la total falta de escrúpulos, la exacerbada  inmoralidad de la élite inglesa, evidenciada por la retahíla de maldades e intrigas urdidas por lores y cortesanos, con el fin único de arrimar a su favor el ánimo real. Pero aún más deprimente me resultó constatar los perjuicios que para el bien general de un pueblo es tener un gobernante  movido, cual marioneta, por manos interesadas y ajenas al bien común.


La para mí mejor de las enseñanzas brindadas por esta lectura, fue comprobar cómo todo sinvergüenza, todo canalla, recibe, finalmente, según Justicia Divina, la proporcional retribución a su mal hacer.

oooOOOooo

Al presente, octubre de 2013, transcurridos más  de cinco años desde mi segunda lectura, mis conclusiones anteriores siguen vigentes, pero  la superior formación humanística y teológica del  protagonista, que antes me pasó desapercibida,  me obliga a una crítica superior con el personaje y su conducta, no sólo como esposo, sino como padre, como gobernante y también como simple ser humano, es decir, criatura de Dios, en cuya alma, conciencia, llevaba escritos los principios básicos para distinguir entre el bien y el mal. Dictados de los que, al parecer, Enrique VIII, hizo caso omiso y quedó, como merecía, como gobernante y ser cruel  y disoluto.



20 octubre de 2013: Tres son los libros leídos en el 2008 que están siendo objeto de mis  actuales comentarios; los cuales, casualmente,  tratan del siglo XVI y sus protagonistas son los personajes  europeos más relevantes del momento y lugar. Y aunque uno, “Señor Natural”, se refiere a España, entonces en su máximo apogeo con Felipe II(los Austrias) como rey, y los otros dos, ”La Reina Mártir” y “Enrique VIII”, respectivamente, referidos a Escocia( María,

los Estuardo) e Inglaterra( Enrique,  los Tudor), en los tres, salen a relucir las historias de Francia y de los Valois, de los Guisa y de los Médicis que allí y desde aquel reino maniobraban. La conclusión es deprimente pues en todos los tiempos y lugares las llamadas élites no tienen reparo o prejuicio moral alguno si se trata de acceder, controlar y/o repartirse el poder político –económico . ¡Qué gentecillas! 

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(*) 14 de julio 2014:  Al revisar y corregir algunas faltas de este comentario, me hubiera agradado poner fin al mismo,  añadiendo datos sobre el autor, pero, en mi breve búsqueda, sólo hallé una relación de sus obras en el idioma inglés. Según he podido apreciar los temas escogidos para sus obras son  biografías de reyes y santos, ética, judaísmo y refugiados judíos. Observo que en esa relación de sus obras, figura como más reciente, la escrita en 1986, titulada "Migrant scholar an autobiography"editada en Friburgo. 

martes, 15 de octubre de 2013

La Reina Mártir , continuación


Isabel Tudor

El Padre Coloma pone epilogo a su obra contraponiendo el final de Isabel Tudor al de María Estuardo. Efectivo recurso para mostrarnos la personalidad real de cada uno de estos dos históricos personajes. La una, María, crecida, mayestática, vestida de rojo , tranquila por la esperanza de alcanzar la Infinita Misericordia de Dios. No había cumplido los cuarenta y cuatro años.

La otra, la maléfica y avara Isabel, vivió los últimos diez días de su vida sumida en un letargo. Tenía setenta años. Pero qué mejor que las propias palabras del Padre Coloma para describirnos el final de esta mujer :

“Sobrevivió Isabel a María Estuardo poco más de trece años, y durante ellos vio la bastarda halagada su soberbia con el engrandecimiento de Inglaterra, y saciadas sus pasiones con la larga serie de favoritos que, sin disputas ni controversias, le señala la historia: Leicester, Flatton, Walter Raleigh, Pickering, Carlos Blount y el conde de Essex Roberto Devreux

(...)firmó la sentencia de muerte, y el hermoso favorito fue decapitado en la Torre de Londres, a los treinta y cinco años, el 25 de febrero de 1601.

Desde entonces, poseída Isabel de mortal tristeza, arrastrose más bien que vivió, por todos sus palacios, sin permanecer más de un mes en ninguno, y ni volvió a prestar atención seria a los negocios, ni hubo para ella placer ni distracción alguna. Sombría y más feroz e irritable que nunca, veíasela vagar sola por lugares apartados, y encontrábasela a menudo derramando copiosas lágrimas. Decayeron sus fuerzas visiblemente al cumplir los setenta años, y a principios de febrero de 1603, trasladose de Westminster al castillo de Richmond, que era una de sus residencias favoritas.”

“(...)no volvió a separarse del tapiz en que se había echado. Trajéronle unos cojines, y en ellos se reclinó, y pasados los primeros transportes de ira y de rabia, quedose allí mismo, inmóvil y silenciosa, poseída de esa sombría desesperación que infunde en los ánimos soberbios el pensamiento fijo y constante de las cosas que pudieron ser y por nuestra culpa no fueron, y que ya no tienen remedio.

Diez días y diez noches pasó en aquel mismo sitio, como idiota, sin pronunciar palabra ni variar de postura, chupándose, sin cesar, un dedo de la mano izquierda, siempre el mismo, con los ojos desencajados y fijos en el suelo. A veces daba gritos por el ardor horrible de estómago que la atormentaba; mas rechazaba también los alimentos, y sólo bebía, de vez en cuando, con dolorosa ansia, algunos sorbos de agua pura. Veíasela morir, y rodeábanla sus damas, aterradas sin osar acercársele mucho, temiendo los ímpetus de sus terribles iras, como se teme la proximidad de una pantera enferma, mientras puede extender la potente zarpa. Acercósele el arzobispo hereje de Cantorbery para exhortarla a implorar la misericordia divina; y la Reina movió por dos veces la cabeza, y balbuceó otras tantas, sin sacarse el dedo de la boca:

-¡Ya hago!... ¡Ya hago!...

Y sin una palabra de arrepentimiento, ni de perdón que pidiese, ni de consuelo que le fuera menester, se apagó su existencia lentamente, en aquella misma postura, al amanecer del jueves 24 de marzo.

Así murió Isabel, y así cayó su negra alma en lo eterno, (...)