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sábado, 20 de junio de 2020

El vagabundo de las estrellas, de Jack London.



El vagabundo de las estrellas
, de Jack London. Círculo de Lectores, 1973. Título del original inglés, "Wanderer of the Stars". Traducción, Jacinto León Ignacio.(1) Cubierta, Yzquierdo.  
 

Hace ya unos años leí “Los vagabundos”, una selección de narraciones breves de London;  esta novela,  curiosamente,  también habla de vagabundos, en este caso de las estrellas. Esos astros que brillan muy lejanos en los cielos oscuros de la noche, y cuyo tintineante resplandor nos suele pasar desapercibido.

La obra va precedida por una extensa introducción  a cargo del traductor, León-Ignacio, titulada “La literatura americana del brazo de un pionero”. En la que se habla,  con amplios detalles, del autor y de su prolífica obra, compuesta de ensayos, narraciones breves, novelas y reportajes periodísticos referidos a la actualidad de entonces. Un
ser , según se explica, nacido con una predisposición natural (don) para contar sus vivencias. Vivencias, además, muy ricas, tanto por los escenarios y lugares como por sus intervinientes, seres de distintas razas, culturas, ideas y condición social. Factores que despiertan  interés y dotan de amenidad a las historias contadas por London. De la que esta obra es buena muestra. 

La novela es una original  cadena de  singulares historias, contadas en primera persona por su protagonista. Un único y mismo protagonista bajo distintas personalidades, en tiempos y lugares del mundo, separados por  miles de años y de kilómetros, y con personajes, conflictos, escenarios y  momentos históricos muy diferentes, que van desde la espera de ejecución de un condenado a muerte en  San Quintín(California-EEUU),  segunda década del XX, a  Jerusalén bajo dominio romano, durante la crucifixión de Jesucristo .  

Son, reitero, historias independientes,  unidas ingeniosamente por el autor a la narración principal; la que nos cuenta de las peripecias del protagonista en el penal donde cumple pena por asesinato. Una historia sórdida con personajes de idéntico tenor. Y no por los condenados sino por los carceleros. Situaciones abyectas y escandalosas  que, al parecer, se daban (tiempo pasado, esperemos que así sea) en los inicios del XX , en los centros penitenciarios de los EEUU. Y que London denuncia en su obra.

Tan siniestra como la narración principal y hasta puede que superior, tenemos la relativa a los mormones. Aunque  ésta, según se explica en la Introducción, basada en un hecho verídico. Un ejemplo del sectarismo llevado a sus extremos por seres indignos de ser llamados humanos.

No obstante, el resto de las narraciones son un dechado de imaginación, protagonizadas por intrépidos personajes metidos en azarosas aventuras. Entre las cuales, la que más me agradó fue la del legionario romano, un “germano” de muy elevada estatura y leonada cabellera, Ragnar Lodbrog, enamorado furibundo, de Myriam, una bella mujer de la élite judía. Esta lectura me recordó “La historia de Cristo”, de Papini, porque en ambas se argumenta cómo la minoría dominante de los  sacerdotes, fariseos  y comerciantes judíos fue la instigadora de la muerte de Jesús, porque vieron en Él un peligro cierto para su intereses económicos y de estatus social. Fueron ellos quienes lo mataron, ante la cobardía de una población confundida por la manipulación orquestada por Caifás y Anás. Pero, principalmente, porque la autoridad máxima, encarnada en Pilatos, el gobernador romano, se lavó las manos, no la quiso ejercer, y dejó se condenara a un inocente. Porque Cristo era inocente de los delitos  que se le imputaban, su predicación era, es, la doctrina del pobre. Vigente ayer, hoy y mañana. La historia, aunque conocida, me fascinó por su modo de contarla. 

He disfrutado mucho con esta lectura! Un libro que muchas veces tuve en mis manos y lo deseché.
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