Por dos veces he comenzado el comentario de esta apasionante biografía, leída a finales del 2009, acerca del célebre Napoleón Bonaparte, escrita por Emil Ludwig, Editorial Juventud, Colección “Libros de Bolsillo Z”, núm. 15, 5ª edición, año 1974.
Es una obra concienzuda y muy
elaborada como lo evidencian los muchos datos e informaciones aportadas, los
detalles personales y los hechos relatados, tanto del protagonista como de su
numerosa familia, así como sobre los
innumerables personajes históricos allí citados, algunos famosos y otros menos
conocidos, contemporáneos de Napoleón.
Leyendo este libro he conocido figuras y hechos históricos relevantes,
principalmente europeos, muchos de los cuales, hasta esta lectura, habían
pasado desapercibidos o ignorados, como,
y es sólo un ejemplo, Alejandro
II de Rusia. En esta obra, tal vez
por compartir nacionalidad, su autor destaca los testimonios sobre Napoleón
de escritores afamados alemanes como Goethe y Wieland,
coetáneos de aquél. De hecho el primer capítulo de la biografía, titulado “La
Isla” lleva incorporado a modo de encabezamiento una cita de Goethe,
acerca del célebre corzo, que reproduzco a continuación porque nos indica, ya de entrada, la dificultad intrínseca
del personaje, incluso para el universal escritor alemán:
“La historia de Napoleón me
produce una impresión semejante a la del Apocalipsis de San Juan. Todos
sentimos como si debiese haber en ella algo más, pero no sabemos el qué.
Goethe”
Múltiples fueron los aspectos de
la biografía de Napoleón que me
impactaron como su “italianismo” ya
que los Bonaparte, originariamente eran “Buonaparte”,
es decir, corsos de lengua y origen
italiano; circunstancias de las que, por
cierto, hacían honor. También su más que pequeña talla y su físico. Bien
distante de la del flamante
caballero sobre un blanco caballo que me viene a la mente cuando pienso en
él. De parecido modo a como sucede con muchísimos detalles de su vida
privada, y primordialmente política,
donde destacó por su habilidad y también desmedida ambición personal y
familiar. Conocidos, pues, los detalles
de la vida privad del general, desconozco por qué, entre las parejas de amantes
famosos, se incluye la de Napoleón y Josefina, porque ésta siempre lo utilizó,
se valió de él para vivir a su costa. Y, además no le fue fiel. Pienso que esta
fama correspondería a
la condesa polaca María Walewska.
Pero volviendo a la cuestión
principal, he de decir que singular donde los haya me pareció, en suma, este
Napoleón. Singular en muchos aspectos; pero aún más, si cabe, me llamó la
atención su amor a los suyos, a su familia, madre y numerosos hermanos y
hermanas. A todos los protegió y hablando en tono coloquial, los “colocó” bien.
Siempre los tuvo en cuenta a la hora del reparto de sus conquistas. Creo
recordar, pero no tengo seguridad ni tampoco el libro a mano, que su gran héroe
a quien quiso imitar, fue el insigne Alejandro
y como él, por tanto, ampliar sus conquistas a Oriente. De su capacidad en las
estrategias militares y políticas no hablo porque son harto conocidas y a mí me
interesan aquellas cosas nuevas leídas en la obra biográfica escrita sobre él
por Emil
Ludwig, el célebre escritor alemán de origen judío. Y entre esas cosas ya he mencionado algunas,
pero mención especial merece su extraordinaria capacidad de esfuerzo, ser que
se crecía en la adversidad, en la que estaba acostumbrado a desenvolverse y se
desenvolvió con audacia hasta el final de su existencia. Existencia
definida por Ludwig como “poema
épico, escrito por la mano del Destino” y cierra su biografía de Napoleón con
este hermoso final:
“Renazca, pues, a los ojos del lector,
esta tragedia imperecedera, tal como fue en la realidad. Lo que un hombre puede
alcanzar por la conciencia de sí mismo y el valor, por el ardimiento y la
imaginación, por el trabajo y la voluntad, Napoleón Bonaparte nos lo ha
enseñado.” Y hoy día…la ardorosa juventud europea no podría encontrar ejemplo
ni advertencia mayores que la vida de aquel hombre que, de todos los hombres de
Occidente, fue el que más tremendas convulsiones creara y sufriera”.