En la novela encarna a un delegado de la Casa de Contratación de Sevilla, aquel todopoderoso organismo creado en 1503, a instancias del Consejo de Indias , para contrarrestar los posibles desafueros de conquistadores y avanzados( administradores) enviados al Nuevo Mundo por la Corona de España.
El "modus operandi" descrito en la historia del tal personaje es el habitual o común del mal administrador de cualquier época y lugar. Es decir, el de la persona desleal y abusadora, sin prejuicios, sin normas ni reglas válidas salvo las que a ella le favorezcan o puedan convenir en cada momento; la de aquella que utiliza su jerarquía y rango, no para el fin para el cual han sido nombrado de aplicación de una mejor y más eficaz administración y distribución de recursos entre los administrados, sino como preciosa e inagotable fuente fácil de enriquecimiento personal ( de él y de los suyos). Representa, en suma, al alto funcionario, el de más alto rango y atribuciones y, por ende, responsabilidad, y a quien en caso de incumplimiento o falta grave , mayor, consecuentemente, son o deben ser las sanciones y castigos a imponer. Regla de elemental sentido común, que el lector ve cumplida en la novela, o sea, el malo cogido en su desidia, corrupción y prepotencia es proporcionalmente castigado. Pero yo, que tengo la costumbre de extrapolar lo leído a mi más inmediato entorno y circunstancias, reflexiono si esta premisa elemental de infringir proporcional castigo al trasgresor de la ley, y más si este trasgresor es un alto cargo de la administración pública, en esta España de las Autonomías, es tan sólo un irrealizable deseo.¡Qué pena!¿ Verdad?