(*)Reproduzco a continuación esta antigua entrada, publicada en leyendo_periódicos, por entenderla
también idónea para este blog relacionado con mis reflexiones personales sobre
libros leídos y sus autores.
Acerca del negocio de la guerra.
Esta mañana vi la noticia que más adelante enlazo, en relación al niñito muerto ahogado cuando trataba de huir en unión de su madre y otro hermanito, lejos de su país de origen que esta inmerso en cruenta guerra desde hace unos años. Se dice que el mundo se ha conmovido. Un poco tarde ¿ no?. Porque hace ya mucho tiempo, muchos años, que los medios nos están brindando imágenes , ante las cuales, nos queda sólo exclamar ¡Horror!
Y por la tarde,en el telediario, vi otro niño, también sirio y éste explicaba que no querían irse de Siria, no querían ir a Europa.Lo que querían era que acabase la guerra y se pudiera vivir en paz. Es decir, los refugiados sirios, libios, afganos, subsaharianos, etc. lo que desean, lo que quieren es la PAZ. Llegado a este punto, he recordado el libro de Frederick Forsyth, "Los perros de la guerra", http://silvialeyendo.blogspot.com.es/2008/03/los-perros-de-la-guerra-de-frederick.HTML
Por último, enlazo con el capítulo que Papini dedicó en su "Libro Negro" titulado "¿Quieres la Paz?", cuya lectura íntegra recomiendo, y en el que, en líneas generales, lo que se propone como solución, es acabar con el negocio de la fabricación de armas.
La foto de un niño ahogado aviva la polémica sobre la crisis migratoria en Europa
El comentario de Amelia Suarez a esta entrada ofrece- según creo- otro buen testimonio acerca de los muchos beneficiarios del negocio de la guerra.
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Conversación 52
¿QUIERES LA PAZ?
¿QUIERES LA PAZ?
Aviñón, 18 de febrero.
Me agrada infinitamente esta vieja ciudad papal y provinciana; siempre me brindó alguna buena sorpresa. He aquí la última: hace algunos días, pasando cerca del famoso puente impresionó mi vista un cartelón enorme, pintado a mano y con vivaces colores, rezaba así:¡CIUDADANOS DE TODOS LOS PARTIDOS! ¡AMIGOS!, ¡ENEMIGOS! ¡HOMBRES Y MUJERES DE FRANCIA! ¡HOMBRES Y MUJERES DE EUROPA! ¡HOMBRES Y MUJERES DE TODO EL MUNDO! ¿QUERÉIS VERDADERAMENTE LA PAZ? NO OS FIÉIS DE NADIE LAS PALOMAS HAN SIDO HECHAS PARA SER ASADAS LAS CRUCES HAN SIDO HECHAS PARA LAS ALMILLAS DE LOS CABALLEROS SI QUERÉIS CONOCER CUAL ES EL REMEDIO INFALIBLE PARA IMPEDIR CUALQUIER GUERRA ACUDID EL MIÉRCOLES A LA NOCHE, A LAS 9,30 HORAS P/M. AL GRAN CAFÉ MOGADOR PARA ESCUCHAR LA PALABRA DE PIERRE — LOUIS GOURJAT SOBRE EL TEMA ¿QUERÉIS LA PAZ? PRECIO DE LA ENTRADA FRANCOS 300 (INCLUIDA LA CONSUMICIÓN) ESTE AVISO ESTÁ DESTINADO ESPECIALMENTE A LAS PERSONAS INTELIGENTES |
»No os dejéis embrollar por las largas eyaculaciones oratorias en las que se repite hasta perder el aliento, con sospechosa monotonía, la palabra "paz". Juzgando por lo que vociferan nuestros gramófonos políticos, difundidos por la radio y los diarios, todos los gobiernos quieren la paz, todos los partidos aspiran a la paz, todos los responsables, sin excluir a los generales y almirantes, sueñan únicamente con la paz. No os fiéis de esas charlatanerías hipócritas ni de esas proclamaciones hechas de mala fe. Las oímos ya, casi iguales, en los años 1914 y 1938, y fueron el preludio y el prólogo de las guerras más horribles y duraderas que han perturbado al mundo. Cuando vuestros jefes políticos y militares hablan demasiado de la paz, se debe temblar de espanto.
»También hoy, si damos crédito a las recuas parlanchinas oficiales y oficiosas, el pensamiento dominante de todos los pueblos y de todos los partidos es la paz universal y definitiva. Tanto en el Norte como en el Sur, en el Oriente y en el Occidente, entre los negros y los rojos, entre los grises y los azules, nadie hay que no desee la paz, que no trabaje en pro de la paz, que no predique la paz. Y es precisamente esa unanimidad lo que me aterra.
»Durante los escasos períodos en los que reinó verdaderamente la paz, ninguno hablaba acerca de ella, a lo más se hablaba de guerras, de guerras de un triste pretérito.
»Sabéis vosotros cómo es que nuestros presidentes y ministros, en cualquier país de la tierra, preparan la paz. Su método consiste en fabricar armas cada vez más abundantes y mortíferas, consiste en adiestrar a un número cada vez más elevado de seres humanos, en el arte de suprimir a sus semejantes. En definitiva actúan como actuaría el que dijese que el modo más seguro para evitar los incendios consiste en amontonar paja, estopa y petróleo en una fábrica de explosivos y de fuegos artificiales. Todos sabéis que cuando se colocan en conjunto o a poca distancia millones de armas, basta un fósforo, o sea: un malentendido, un pretexto, una chispa de locura, para provocar una conflagración mundial.
»Para alejar tan ingente peligro, para impedir una nueva guerra que implicaría el fin de la civilización y quizá la destrucción de casi todo el género humano, no bastan folletos de propaganda, manifiestos, congresos, desfiles ni agitar al viento símbolos pacifistas. Hay tan sólo dos medios, ambos eficaces y radicales, pero nadie tiene el coraje de proponerlos.
»El primero consistiría en una profunda y total transmutación del alma humana, al decir esto, entiendo decir el alma de todos los hombres, transmutación de las mentes y de los sentimientos, de modo que en definitiva todos los hombres, de cualquier raza o fe que sean, estén persuadidos y convencidos de que el recurso a la violencia y al asesinato colectivo es el modo más absurdo, criminal y bestial que se puede imaginar para hacer que las naciones se pongan de acuerdo entre sí. Pero una obra tal de mejoramiento espiritual requeriría, además de una autoridad fuerte y de una técnica apropiada, centenares de años, mientras por desgracia, es ya inminente la amenaza de la catástrofe.
»Por esto es necesario recurrir a otro medio, de actuación más fácil y más rápida. Tened presente estos dos hechos, igualmente observables e innegables no sería posible fabricar las armas destinadas a nuestra destrucción sin el trabajo de innumerables técnicos y obreros. El segundo hecho es éste: los técnicos y los obreros están dispuestos a suspender su trabajo por razones de diversas especies, por cuestiones de salarios y de disciplina, por protestas políticas o ideológicas, y a veces hasta por motivos más fútiles.
»Mi proposición, tan simple como el huevo de Colón, se funda en esos dos hechos. En un momento dado, por decisión sindical aceptada y obedecida por los trabajadores de todo el mundo, todos los que trabajan en la fabricación de los instrumentos bélicos, ya lo hagan directa o indirectamente, deberán cruzarse de brazos, desertar de las minas y las fábricas, proclamar una huelga universal, todo ello en nombre de la paz. Pero, es necesario que esa sacrosanta huelga sea efectuada simultáneamente en todos los países, los de Oriente y los de Occidente, y en todas las fábricas que preparan o producen material de guerra. Deberán declararse en huelga los peones y los oficiales, los ingenieros y los empleados, todos los que se dedican a la fabricación de fusiles y cañones, de bombas incendiarias y de bombas atómicas, de tanques y de explosivos, de acorazados y submarinos, de aeroplanos a reacción y de helicópteros, de sables y bayonetas, de cascos y de puñales, sin excluir a ninguno. Hoy en día esos trabajadores están dispuestos a hacer huelga para obtener un aumento de salario o una reducción en los horarios, pero la huelga que yo propongo será también para ellos muchísimo más importante, sin parangón. Deben pensar que los terribles artefactos que construyen con sus manos, serán utilizados en el día de mañana contra ellos mismos, contra sus hijos, sus hermanos, contra sus casas y sus ciudades; están colaborando con su esfuerzo en pro de una próxima destrucción de todo lo que es más caro a su corazón: familia, hogar doméstico, vida. Quien sea capaz de reflexionar con mínimo alcance, ¿cómo podrá negarse a prestar su adhesión? »Y ahora, ¿qué podrían hacer los gobiernos y los estados mayores frente a una conjuración semejante? Es posible dominar una huelga parcial, limitada a una industria o a una región, pero ¿cómo se podría impedir y debelar la huelga de millones de hombres, declarada en un mismo día, en todas las naciones de la tierra?
»Esa huelga universal constreñiría a los gobiernos a arrepentirse y a rendirse. Entonces, pronunciándose concordemente todos los pueblos será fácil obtener que las armas ya fabricadas sean destruidas y que se declare fuera de la ley a todas y cualquier fabricación futura de medios destinados a diezmar vidas humanas. Las naves de guerra serán transformadas en buques de transporte, las fábricas de armas serán convertidas para la fabricación de cosas útiles en la vida civil; los fusiles, cañones, ametralladoras y bombas, los explosivos y los tanques serán lanzados a los abismos, al fondo de los océanos, con solemnes y jocundas ceremonias. Sólo con esta condición, sólo con este medio, las palabras de paz significarán un verdadero estado de paz entre los seres humanos. Haciendo una sencilla añadidura, bastará utilizar el grito famoso de Carlos Marx: " ¡Trabajadores de las industrias bélicas de todo el mundo uníos si queréis en verdad la paz!".
»Quizá, tal vez alguno de vosotros creerá poder refutar mi vital proposición planteando una simple objeción: durante y después de la huelga, ¿cómo vivirán los millones de trabajadores que ahora se ganan la vida preparando la muerte? No me sorprende esa objeción ni tampoco me hace perder el ánimo.
Todo el resto de la humanidad, todos los demás seres humanos que viven bajo la amenaza de esa incubación de exterminio, todos ellos, repito, están interesados a fin de que esa huelga colosal, segura promesa de salvación, tenga buen éxito, razón por la cual todos se sentirán felices ofrendando dinero y medios de vida, aprovisionamientos, subsidios y pagas diarias a los obreros de las industrias bélicas, para el sostenimiento de ellos y de sus familias. Y una vez lograda la victoria de esta sublevación en pro de la paz, cuando los gobiernos y los ciudadanos no deban y a más soportar el insoportable peso de los gastos militares, entonces será fácil crear nuevas industrias destinadas al bienestar general, industrias en los que se dará ocupación, con fines más humanos y prudentes, a los obreros que hasta entonces habían vertido sus esfuerzos a las industrias del homicidio y de la devastación. Así pues, para todos nosotros se trata de algo en que se juega vida y muerte.
»Señores: he sugerido el único medio eficaz para que la vida triunfe sobre la muerte. Veremos ahora si los proletarios y sus guías son capaces de comprender y actuar mi proposición. ¿Queréis en verdad la paz? ¡Destruid entonces y para siempre lo que sirve para hacer la guerra!»
Con gran maravilla de mi parte comprobé que el fogoso discurso del señor Pierre— Louis Gourjat no conmovió demasiado al escaso auditorio del Gran Café Mogador. Se oyeron algunos débiles y raros aplausos; algunos señores de edad avanzada sonreían y se hacían guiños; uno de ellos dijo en voz alta: «Este señor Gourjat es un alucinado, y las autoridades deberían entregarlo a los psiquíatras».
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