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Es un libro
pequeño y manejable editado por Luis de Caralt, año 1961, y difundido por Plaza
& Janés, S.A. Título original “Havana Bound” (1930), versión de A.C.
y portada de Alvaro. Su lectura resulta amena e enriquecedora. En esta novela
Cecil Roberts muestra su
maestría en la descripción de tipos humanos universales, así como de los rasgos
socio-económicos, políticos e históricos que distinguen a las sociedades
y a las gentes que sirven de fondo a sus tramas. Dominio del que esta
novela es un buen ejemplo y también las otras obras suyas que he tenido
oportunidad de leer: “La vida une y separa”, Scissors (1923); Aventura en Moscú, Pilgrim Cottage (1933)
y Queremos vivir, They Wanted to Live (1939). En todas ellas, a través de la
trama argumental, el lector puede acercarse a la realidad inmediata
e histórica del país o zona del mundo en donde transcurre la acción. Escritor muy versado
en cuestiones periodísticas y diplomáticas, de prolífica producción como
lo demuestra su extensa lista de creaciones. He hallado pocos datos personales,
íntimos, de Cecil Roberts, me agradaría tener un mayor conocimiento.
He rehecho
buena parte de mi reciente comentario
sobre “Rumbo a La Habana”, esta interesante novela de intriga que tiene
dos escenarios principales: un buque trasatlántico y La
Habana, la capital de
Cuba, la Perla de las Antillas, la que un día fuera considerada como una
de las más preciadas joyas de la imperial Corona Española.
La novela fue publicada en 1930 y
consecuentemente la historia allí desarrollada nos acerca a la realidad de aquel país en el primer tercio
del pasado siglo XX, entonces una joven república, emancipada no hacía mucho de
su metrópoli, España, en la que unos contados viven a cuerpo de rey, y, a pesar
de ser ya muy ricos y poderosos, su desmedida codicia, les lleva a la
consecución de nuevos y provechosos negocios lícitos, pero moralmente ilícitos,
que despiertan entre ellos, los muy avariciosos, rencillas cruentas por mayores tajadas en el reparto
del poder y de los recursos del país. Este es, en resumen, el paisaje de las
relaciones humanas descrito como fondo argumental en la novela. Paisaje por
otra parte universal, eterno, que es la avaricia incontrolada de unos pocos,
cuyo continuo mal hacer, en el sentido más amplio, a la par de aumentar ilimitadamente sus riquezas, disminuyen las de los otros hasta arruinar al país entero.
Al interés despertado en el lector por la intriga de la trama se une la descripción
de parajes, ambientes, costumbres, y, especialmente, de la sin par Habana
Vieja, su Paseo
del Prado, su Malecón,
las históricas edificaciones y construcciones
levantadas por los españoles, las viejas
mansiones de estilo colonial… Porque muchas
son las crónicas y los detalles del modus vivendi de los cubanos en los que está presente su ascendente español,
desde comidas, muebles, gustos y básicamente las formas de ser y hacer del cubano.
Al menos, pienso, así lo entendió Cecil Roberts y dejó constancia de ello en su
novela.
Tras esta lectura, junio 2010, surgieron consideraciones
nuevas. Está claro, reflexiono, de cómo con el tiempo y la edad cambia nuestra
perspectiva de las cosas. Ahora considero que uno de los personajes más paradigmático
sea el Príncipe Cravalli, un extranjero, que encarna a la oligarquía político-económica
del país, poseedora de inmensa fortuna, grandes extensiones de tierras (latifundios)
y, por ende, poder. Unos pocos, contados, en cuyas sacas se concentra
la casi total riqueza del país. Inmensas fortunas atesoradas por individuos sin
escrúpulos mediante métodos tal vez legales, pero moralmente ilícitos y condenables ( explotación pura y dura del prójimo, usura, contrabando,
tráfico de influencias, sobornos, especulación salvaje…). Oligarquía que, además,
se cree, está convencida, de su superioridad sobre las gentes del lugar. Llegados
a este punto, pienso, bueno, acaso quiero atribuir la opinión peyorativa con trazas
de racismo vertida sobre los cubanos en la novela, por boca del personaje
Cravelli, como un recurso literario del autor para hacernos ver la exacerbada soberbia
del personaje. Con objeto de validar mi afirmación en este sentido, transcribiré
alguno de los párrafos leídos:
En las páginas 130 y 131, a través del
personaje del Príncipe Cravelli, un aristócrata italiano, dice: “…aquí estás tratando con una raza mestiza, en la cual todos los
elementos de la avaricia, la astucia y la cobardía se encuentran reunidos. Se
enorgullecen de su ascendencia española, de ser descendientes de hidalgos
españoles. Todo es mera presunción. La verdad es que la mayoría de ellos son descendientes
de esclavos de las galeras, piratas y la hez de Europa, que encuentran
oportunidad de ejercer su villanía en la ausencia de leyes … El súbito
advenimiento de riqueza, creado por las plantaciones de azúcar, ha traído a la
isla a todos los indeseables de otras tierras. En el gran juego de cartas que
la vida ofrece, aquí, el premio es para el menos escrupuloso.”
Sigue.