En estos setenta años transcurridos, muchas son las cosas que habrán cambiado en aquel inmenso país, pero creo que el papel secundario de la mujer aún perdura. Tal como lo evidencia el hecho de que sean niñas la casi totalidad de las criaturas abandonadas por sus padres en los orfelinatos. Costumbre derivada de la prohibición en cuanto al número de hijos a tener por pareja, creo que dos. Esto hace que muchas se deshagan del bebé hembra si aún no tienen el deseado varón.
10 de julio de 2021: Título original inglés, “East Wind, West Wind”. Traducción, L. Gosse. Cubierta, Izquierdo.
Nueva lectura. En las anteriores lo que más me impresionó fue la condición en China de la mujer, totalmente subordinada al hombre y poco o nada valorada per se. Situación cuanto menos, muy triste.
En esta ocasión ahondé más en la historia contada, y en los personajes y sus circunstancias allí descritos; todo ello- remarco- desde una perspectiva o ángulo femenino, puesto que el relato es una relación de hechos e impresiones personales contados a una extranjera por la protagonista, Kwein–lan, una recién casada de tan solo diecisiete años, de clase pudiente.
Seis son- pienso- los personajes principales: la protagonista y su marido, los padres de ella, y la pareja formada por su hermano y una joven norteamericana. A través de estos seis personajes básicos nos son revelados las costumbres y usos imperantes en lo que a matrimonio, crianza de niños y modos en el ámbito doméstico propios de la China del antiguo imperio.
Una sociedad clasista, esclavista y poligámica, en la que la esposa, indistintamente de su clase y rango podía ser desplazada por otra mujer cuando el esposo quisiera. Dándose, como en la novela se nos describe, un hogar con manifiesta superioridad del género masculino sobre el femenino,con una primera esposa y varias concubinas con sus respectivos hijos, en el que el objetivo de toda mujer casada era dar hijos varones.
Los sentimientos, agravios y frustraciones que estas mujeres experimentaban están encarnados en la novela por, principalmente, la madre de Kwein-lan y la última de las concubinas del padre.
No obstante, el mayor drama de la novela se centra en el hermano de la protagonista, quien había marchado a estudiar a los EEUU y regresó casado con una rubia compañera de la universidad donde estudiaba. Desafiando así las históricas costumbres y los designios paternos. Hecho imperdonable para aquella mentalidad, a quienes no gustaban las gentes de Occidente y menos sus costumbres, diametralmente opuestas a las antiguas y ancestrales suyas.
Particularmente, deseo que la discriminación odiosa hacia la mujer aquí descrita sea un hecho totalmente superado en la China actual, país comunista y el mayor proveedor mundial de mercancías. Pero mis dudas tengo, pues todos conocemos de las niñitas huérfanas chinas que son adoptadas en aquel legendario y lejano país. Una actividad (más bien negocio) controlado por las autoridades chinas, que de algún modo nos pone en evidencia de la aún persistencia de la preferencia del varón sobre la hembra en aquella sociedad, en la que rigen una leyes antinaturales del control de la natalidad.
Recomiendo la lectura del artículo publicado por "Los Angeles Times, en 2009, titulado "
China: ¿niñas huérfanas o confiscadas?
"La periodista de Los Angeles Times lo desmiente y pone el dedo en la llaga: “El problema hunde sus raíces en la política de control de la natalidad de China, que permite un solo hijo a las parejas de las ciudades y hasta dos a las del campo en el caso de que el primero sea niña. Cada pueblo tiene una oficina de planificación familiar, al frente de la cual suele haber un funcionario leal al Partido Comunista con poderes para ordenar abortos o esterilizaciones”.
“Quienes sobrepasan el cupo pueden ser castigados con multas hasta seis veces superiores a su sueldo anual; esas multas -que reciben el eufemístico nombre de ‘gastos por servicios sociales’- constituyen una fuente de financiación para los gobiernos locales de las zonas rurales”(...).
El secuestro de niñas no es el único efecto perverso de la política del hijo único que se ha destapado últimamente. Mientras el Partido Comunista se empeña en repetir que todos los abortos que se producen en China son fruto de una decisión libre de la mujer, Kathleen Parker explica en un artículo publicado en el Washington Post (11-11-2009) cómo se fuerza a las mujeres chinas a abortar.(...)Los datos más espeluznantes los aportaron ChinaAid y Women’s Right Without Frontiers, dos organizaciones de derechos humanos que expusieron las persecuciones que sufren las mujeres chinas.En la Comisión intervino también Reggie Littlejohn, una abogada formada en Yale que se ha especializado en China. Littlejohn no dudó en afirmar rotundamente que la política del hijo único “causa más violencia contra las mujeres y las niñas que cualquier otra política pública en el mundo”.
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