Al leer las séptima y octava cartas de Bécquer, escritas desde su celda en un antiguo monasterio por la zona de Tarazona que mira al Moncayo aragonés, he recordado otros cuentos y leyendas con cuya lectura también disfruté muchísimo. En los que, como aquí, sus protagonistas son musulmanes españoles, en aquellos lejanos tiempos en que los árabes conquistaron y vivieron durante ocho siglos sobre la casi totalidad de la extensión territorial de la península ibérica.
Me estoy refiriendo a la obra de Washington Irving, "Los cuentos de la Alhambra". Allí los protagonistas de las historias son moros, judíos y cristianos, en solitario o entremezclados. También son muchos los ardides de guerra y de amores narrados, las cuevas, pasadizos, castillos, tesoros, guerreros, magos y elementos sobrenaturales, espíritus y ánimas que eternamente vagan, cobrando vida en las fábulas.
No sé cómo no lo recordé antes. Acaso porque en la obra de Irving los relatos están ubicados geográficamente en Granada y su Alhambra. Mientras que muchas de las preciosas historias de Bécquer se refieren a la España de la reconquista. Sus protagonistas son, mayoritariamente, caballeros y nobles de fe Cristiana de los ámbitos de las Coronas de Castilla y de Aragón; con abundantes alusiones a las otras dos grandes culturas, islámica y judía, que coexistieron con la cristiana, de cuya mezcla y unión surgieron buena parte de la común historia, cultura, y distintas manifestaciones artísticas de este híbrido pueblo español.
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